SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA.
Junio de 2003.
Por: Jorge Ordóñez-burgos[1]
“… de nada serviría contar los votos para seguir la
opinión que tuviera más partidarios entre los autores;
porque si se trata de una cuestión difícil, es más
creíble que su verdad haya podido ser descubierta por
pocos que por muchos. Pero aun en el caso de que
todos estuviesen acordes entre sí, no por eso sería
suficiente su doctrina, ya que nunca, por ejemplo,
llegarían a ser matemáticos, aunque supieran de
memoria las demostraciones de todos los otros, si no
teníamos también aptitud de ingenio para resolver
cualquier género de problemas; ni llegamos a ser
filósofos, aunque hayamos leído todos los razonamientos
de Platón y Aristóteles, si no podemos dar un juicio firme
acerca de las cuestiones propuestas, pues, en ese caso,
parecería que hemos aprendido, no ciencias, sino historias.”
René Descartes
REGLA III
Reglas para la dirección del espíritu.
Mucho es lo que se habla, discute y escribe acerca de la enseñanza, dicho tema es un foco de interés demasiado atrayente para especialistas en diversas disciplinas. Se prueban una y otra vez teorías y estrategias pedagógicas; se hacen conjeturas, se analiza…. Honestamente no podría asegurar que tanta actividad sea perjudicial o benéfica, lo único que sí puedo decir, es que se están haciendo “cosas”. La filosofía no está exenta de participar en este grandioso esfuerzo intelectual que busca optimizar la enseñanza. Se ha llegado hasta dedicarle un congreso mundial de filosofía al asunto.[2] Bajo el riesgo de parecer redundante, me gustaría hacer algunas observaciones sobre la enseñanza de la filosofía en los adolescentes. A diferencia de algunos individuos, quiero dejar claro que mi comentario no intenta mostrarse como una innovación o un descubrimiento, simplemente diré cosas sabidas por muchos e igualmente omitidas por algunos de esos “muchos”.
En primer lugar debemos preguntarnos: ¿quiénes enseñan filosofía? Si contestamos a esta pregunta de manera realista y sincera, veremos que la respuesta es simple: cualquiera, hasta quienes hemos tenido una formación académica en la materia. Al decir cualquiera hago referencia a una gama tan amplia de universitarios que va desde ingenieros zootecnistas, médicos, pasando por licenciados en pedagogía, derecho, antropología, hasta llegar a contadores o administradores. De entrada no tiene absolutamente nada de malo este hecho. Seamos conscientes que la enseñanza de la filosofía requiere de un docente que, antes que nada, logre impactar existencialmente el espíritu del muchacho. En honor a la verdad, esto puede lograrlo cualquiera de los profesionistas mencionados, y otros más, que tengan la sensibilidad suficiente.
Donde comienzan los problemas es cuando nos adentramos en los contenidos del programa. Desgraciadamente en la mayoría de las instituciones de América Latina la materia de filosofía tiene este nombre para ahorrar el de HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. Independientemente de que el estudio de las ideas, filósofos y sistemas sea aburrido o no, es menester tener en cuenta, que para exponer tales temas se requiere de bastantes horas de lectura, reflexión y análisis. Este último requisito también puede ser cubierto por los profesionistas ajenos a las facultades de filosofía. Aunque se podría invertir la exigencia y sostener que un egresado de carreras humanísticas pudiese impartir asignaturas como matemáticas, física, química o biología, siempre y cuando, se cumpla con las horas de riguroso estudio. Curioso, pero es poco común encontrarse con casos dignos como estos.
El profesor de filosofía debe estudiar siempre, dado que los muchachos tienen una agudeza mental tan desarrollada que en muchas ocasiones hacen preguntas sobre detalles aparentemente obvios pero que no lo son tanto. En mis ocho años de experiencia como profesor de filosofía, me atrevería a sostener que los muchachos filosofan más que el mismo docente. Según lo anterior, la responsabilidad del profesor no sólo consiste en hacer que el alumno experimente de forma vivencial una serie de cosas, sino que está obligado a exponer con erudición y conocimiento los puntos del programa. Quien se da cuenta de la magnitud del conocimiento del profesor es el alumno, defraudar a un muchacho es algo que con gran dificultad puede enmendarse a lo largo de un semestre.
Quienes impartimos la asignatura de filosofía, muchas veces nos hemos preguntado ¿Para qué demonios sirve enseñar esta materia? La respuesta más común es esta: para ganarme la vida. En tal caso, da lo mismo enseñar filosofía, literatura, repostería o computación e inglés. Para quienes no se encuentran en tal situación , la respuesta puede variar: como cultura general, para que el muchacho tenga espíritu crítico [¿qué no lo tiene? ¿En qué instante del curso se desarrollará dicho espíritu?]. El interrogante crucial a todas estas respuestas es ¿realmente crees lo que estás contestando? Muchos docentes no.
Pasemos al personaje más importante de la enseñanza: el alumno. De manera sistemática repetimos que los adolescentes son el tesoro de cualquier nación, el futuro, bla, bla, bla, bla………. ¿En verdad nos creemos todo lo que decimos? El adolescente posee la energía para explorar el mundo con la profundidad que él quiera, tiene un sentido del humor muy especial, es cooperativo si se le sabe pedir ayuda, es sensible y sobre todo, es muy inteligente. El adolescente tiene ilusiones; cree en el vellocino de oro, en la piedra filosofal y en Excalibur. Lo más maravilloso de esto es que si sale a la calle a buscar cualquiera de estos tesoros regresará con ellos en las manos. Por experiencia propia puedo afirmar que los muchachos pueden entrar en el camino de la erudición si se lo proponen, su energía vital hace maravillas.
La filosofía puede ser un detonante que active el interés de los muchachos por otras áreas del conocimiento como las matemáticas, la biología, la lingüística, la ecología, la gramática, la física o la literatura. Con todo lo anterior quiero apuntar lo siguiente:
1. Al muchacho debe exigírsele de tal manera que tenga un conocimiento aceptable de la asignatura, la frase no estamos buscando especialistas en filosofía debe ser desterrada y tener claro que aunque se quisiera formar especialistas muchos de los profesores no lo podrían conseguir, dado que ni ellos mismos son especialistas en su disciplina. Al muchacho debe iniciársele en el conocimiento de la filosofía, lo cual no implica que busquemos simplificar al máximo los contenidos. Al muchacho se le debe de enseñar con respeto a su intelecto ,y, a sabiendas, que llegará tan lejos como él se lo proponga.
2. Exigirle al muchacho no implica autoritarismo, significa tener interés por él y su acervo cultural.
3. Los muchachos no tienen mentalidad pragmática, la pregunta ¿para qué me servirá estudiar literatura, matemáticas o historia ? Es forjada con una tenacidad impresionante por la sociedad tecnologizada que se rasga las vestiduras por los niveles culturales de los educandos. Los muchachos poseen una capacidad de contemplación que supera a la media de los adultos.
En lo tocante a la metodología de la enseñanza creo que deben extirparse prácticas viciosas, acríticas y en muchas ocasiones obsoletas, de la enseñanza de la filosofía. Ciertamente el muchacho debe investigar y sacar sus propias conclusiones, pero ¿en realidad comprenderán a Kant un grupo de cinco alumnos que han recibido la misión de exponerlo en clase, sin una asesoría previa sobre este personaje? ¿Entenderá a Kant el profesor mismo? No en todos los casos, pero sí en muchos, las exposiciones en clase de filósofos o corrientes de pensamiento son el salvavidas perfecto para aquel profesor que, no digamos no domina el tema, ni siquiera tiene una idea respetable de él.
Las dinámicas de grupo ¿Pueden aplicarse en cualquier materia? Un pedagogo me dijo en una ocasión que la aplicación de una dinámica es un proceso complicado que requiere de un buen conocimiento del grupo, de sus posibles reacciones y también de la psicología del adolescente. Invito a mi lector a que haga una rápida encuesta entre adolescentes para averiguar su opinión acerca de las dinámicas. Estoy seguro que más del 60% le responderá que son actividades para perder el tiempo o para disimular la ignorancia del profesor. Por supuesto, con ello no quiero hacer una crítica ciega de las dinámicas grupales, dado que, hay varias muy valiosas, al igual que profesores expertos en su aplicación.
Con lo referente al uso de los videos en clase de filosofía, quizá con lo que voy a decir el calificativo de “medieval” o “retrógrado” me quede corto, pero ¿No es bastante toda la información que los muchachos reciben vía medios audiovisuales para saturarlos más? Sobre el uso de la videocassettera en otras materias no puedo hacer la misma observación, dado que lo únicos que pueden hablar con conocimiento de causa son quienes las imparten. Si se quiere hacer reflexionar al muchacho ¿No sería más constructivo invitarlos a leer un poema de Borges, digamos Golem ? ¿No resulta más nutritivo para el alma pedirles opinión sobre un tema de actualidad (quitando de la lista aquellos tan originales como la drogadicción, el liderazgo, el alcoholismo, el aborto o el sexo)? La mente de los muchachos es sabia, profunda y pide a gritos ser escuchada. Quiere que se le ponga atención más que se recibir discursos interminables y vacíos.
Los adolescentes no leen, cuántas veces he oído esta cantaleta, ¿los adultos lo hacen? Por experiencia personal se que los muchachos leen textos más profundos de lo que pensamos, están cansados que desde la primaria se les haga leer líneas tan complicadas como estas:
“Genaro tiene un cuchillo, Genaro es hermano de Paco,
Paco cortó queso con el cuchillo y se lo comió con
un poco de ate.”
Para terminar con mi exposición quiero hacer las siguientes observaciones:
a) Muchos profesores de filosofía no le exigen al alumno por el sencillo motivo que no se exigen a sí mismos. El buen nivel comienza por el docente.
b) Simplificar contenidos no significa necesariamente ser didáctico. En muchas ocasiones “simplificar” y “caricaturizar” son sinónimos.
g) El sistema educativo muchas veces apoya la enseñanza de la filosofía, por desgracia, muchos parásitos no han sido extirpados, convirtiéndose algunas buenas intenciones de las autoridades en modus vivendi de zánganos.
d) Para enseñar filosofía se necesita: pasión por la asignatura, responsabilidad con los alumnos, estudio constante, preferiblemente (no indispensable) haber estudiado una carrera relacionada con la materia y, capacidad para aprender de los muchachos.
“Un alumno que difunde generalidades sobre artes y oficios, sin una intuición
viva, es peor que aquel que no sabe nada de todo aquello.”
Johann Gottfried von Herder
Diario de mi viaje del año 1769.
[1] Chihuahua (1973), candidato a doctor en Historia de la Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro de la Asociación Mexicana de Estudios Clásicos y de la Asociación Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina. Catedrático del ITESM campus Chihuahua y profesor del Colegio de Bachilleres de Chihauhua. Líneas de investigación: Medicina Hipocrática y su relación con la filosofía egipcia, y , Orfismo. Publicación de varios artículos sobre tópicos filosóficos en revistas del país, y recientemente el libro La poesía órfica y la sabiduría antigua (CONACULTA-ICHICULT, Chihuahua, 2002) Texto escrito el 18 de abril de 2001.
[2] La International Federation of Philosophical Societies organizó, del 10 al 16 de agosto de 1998, un congreso denominado Philosophy Educating Humanity.