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SOBRE
EVOLUCIONISMO Y COMPORTAMIENTO HUMANO.
(Por Simón Royo Hernández. Madrid. Diciembre de 2001)
1.
EVOLUCIONISMO Y COMPORTAMIENTO HUMANO.
En
nuestros días, el papel de la conducta en la evolución, aunque se manejan
varias hipótesis, sigue siendo un enigma, que biólogos y psicólogos se
esfuerzan por resolver.
Darwin
no era un psicólogo sino un biólogo que se propuso estudiar las emociones,
lo que quiere decir que éstas algo tienen que ver con la biología. El
redescubrimiento del Darwin estudioso de las emociones se debió a los etólogos
y a los biólogos de la conducta, después del abandono, durante gran parte
del s.XX, de la psicología comparada,
por parte de las escuelas psicológicas.
La
conducta captó el interés de
Darwin y acabó planteando un conjunto de problemas que encajan mal con la Teoría
de la Evolución. Se hacía necesario encajar la conducta dentro de la
tesis de la adaptación de los organismos al medio. Sin embargo, los biólogos
evolucionistas se olvidaron de los comportamientos y los psicólogos se
olvidaron de la anatomía y la fisiología.
En
El Origen de las Especies (1859) se
dedica un capitulo al instinto
(cap.VI, tomo I), en El Origen del
Hombre (1871) se plantea el problema de la herencia de las facultades
mentales, dedicándose el cap.III y IV a la comparación de las facultades
mentales en los animales y en el hombre, centrándose en los instintos
sociales. Darwin pretende demostrar la ascendencia animal del hombre hasta
un mono extinguido (eslabón perdido) y hacer ver la importancia biológica,
evolutiva, de la selección sexual,
aquella que se establece en la competencia por el apareamiento entre machos y
hembras; punto que le lleva de nuevo hasta los fenómenos conductuales. Según
Darwin el lenguaje y la música humanos tendrían su origen en las llamadas de
reclamo y en el cortejo de la pareja sexual animal.
La
expresión de las emociones en los animales y el hombre (1)
(1872) es la obra en que mayor importancia cobran los factores relativos a la
conducta sin un sometimiento directo a la selección natural, bajo una idea de
inspiración lamarckista, según la cual, los hábitos establecidos por la práctica
pueden llegar a heredarse al cabo de muchas generaciones; incongruente con la
selección natural de las mutaciones azarosas.
Se
entiende por lamarckismo, toda teoría que defiende la herencia de los
caracteres adquiridos por un organismo, fundamentalmente por el uso o desuso
de sus órganos o por la acción directa del medio sobre él. Jean
Baptiste Lamarck (1744-1829) colocába con ello los factores psicológicos
o conductuales en el centro de su transformismo de las especies; pero dicha
idea fue desterrada de la ciencia a causa de los trabajos de Darwin. La selección
natural darwiniana se basa en la idea de que todas las características
adaptativas de los organismos están sometidas a pequeñas variaciones de
origen indeterminado y de carácter más o menos aleatorio (mutaciones), es
decir, que no dependen de la práctica, y que en la competencia o lucha por la
vida tienden a quedar las más ventajosas, debido a que los portadores de
tales mutaciones tendrían más probabilidades de sobrevivir, de reproducirse
y de transmitirlas a su descendencia. Esta es la idea de mutación
al azar, tesis opuesta al lamarckismo.
La
selección natural daba una enorme importancia a la herencia,
de la que Darwin reconocía
ignorar sus mecanismos (genética).
Los trabajos posteriores de su primo Francis
Galton, importantes para la psicología al introducir la estadística y la
psicometría, no decían nada sobre los mecanismos biológicos de la herencia.
En 1882 aparecían los trabajos del biólogo alemán Weismann
donde se rechazaba todo mecanismo lamarckiano de herencia. Desde entonces
hasta nuestros días las tesis lamarckistas no han hecho sino retroceder.
Aquella idea de Darwin según la cual la conducta cumpliría una función
central en su teoría de la evolución desapareció. El contacto entre
psicología y biologia evolucionista se rompía.
El
antropólogo evolucionista C.Lloyd
Morgan en 1896 rechazaría la tesis lamarckista. Sin embargo matizó la
cuestión: los hábitos no se heredan sino que son aprendidos, pero en la
formación de cualquier hábito, inciden componentes instintivos. Comenzaba a
estudiarse el aprendizaje. En 1896 E.L.Thorndike
continuaba los proyectos de Morgan. Ya no interesaba tanto observar cómo se
expresan las emociones, lo que llevó a Darwin al estudio de hábitos ya
constituidos, sino cómo se forman o se producen los hábitos.
Desde
1900 la biología fue cada vez más rotunda en que nada de lo que un organismo
adquiera en su tiempo de vida individual se transmite a la descendencia. Los
genes determinan las características de los individuos y sólo cambian al
azar (mutaciones), después el medio se encarga de la selección según las
características adaptativas. Por tanto también las variaciones genéticas de
la conducta ocurren por azar.
Finalmente,
en nuestros días, entre los psicólogos y los biólogos se ha llegado a
consensuar la existencia de determinados condicionantes innatos (fisiológicos)
que limitan lo que un organismo puede aprender, dando lugar a
conductas distintas en cada especie. Pero los instintos y su relación con
los hábitos siguen siendo motivo de polémica entre ambas disciplinas. Siendo
la vinculación e influencias entre lo
hereditario (biología) y lo
aprendido (psicología) un nexo difícil de trazar.
Ciertamente
la razón ha ido ganándole
terreno al instinto a lo largo de
la historia evolutiva del ser humano, que la razón es un mecanismo adaptativo
de la especie humana, hoy, ya nadie lo duda; pero como al igual que las demás
capacidades adquiridas, no se hereda, su papel en la historia biológica del
hombre no está claro. A medida que los seres humanos nos hemos ido volviendo
más racionales hemos ido perdiendo una parte importante de nuestra dotación
instintiva, pero no sabemos si el instinto no podrá volver a recobrar el
dominio del hombre algún día. Eso dependerá de lo que sea más adaptativo
para la sociedad y la cultura, que son nuestros medios ambientes, aunque quizá
los elementos actuantes en la selección natural tengan que operar hoy, bien
conjunta o antagónicamente, con los elementos actuantes de una selección
cultural. A diferencia del resto de los animales el hombre modifica
enormemente el medio en el que vive y eso influye notablemente en sus
posibilidades de supervivencia.
2.
DARWIN Y LA LUCHA POR LA VIDA:
UN CONCEPTO MALINTERPRETADO.
En
el capítulo III de El Origen de las
Especies, titulado La lucha por la
existencia, en su segundo apartado, subtitulado La
expresión -lucha por la existencia- se emplea en sentido amplio, se nos
explica la ambigüedad del término de la siguiente manera: “Debo señalar
ante todo que uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico,
incluyendo la dependencia de un ser respecto de otro, e incluyendo (lo que es
más importante) no sólo la vida del individuo, sino también el éxito al
dejar descendencia. De dos animales de la especie de los cánidos, en tiempo
de carestía, puede ciertamente decirse que luchan uno contra el otro por cuál
conseguirá comer y vivir. Pero de una planta al borde del desierto se dice
que lucha por la vida contra la sequedad, aunque más propiamente se debería
decir que depende de la humedad. De una planta que anualmente produce un
millar de semillas, de las que tan sólo una, por término medio, llega a la
madurez, puede más ciertamente decirse que lucha contra las plantas, de la
misma clase o de otra, que ya cubren el suelo. El muérdago depende del
manzano y de algunos pocos árboles más, pero sólo puede decirse en un
sentido muy amplio que lucha con esos árboles, porque, si demasiados de esos
parásitos crecen en el mismo árbol, languidece y muere. Pero de varios pequeños
muérdagos creciendo juntos y cercanos sobre la misma rama, más ciertamente
se puede decir que luchan entre sí. Como el muérdago es diseminado por los pájaros,
su existencia depende de ellos, y puede metafóricamente decirse que lucha con
otras plantas frutales, tentando a los pájaros para que devoren y por tanto
diseminen de ese modo sus semillas. En todos estos muchos sentidos, pasando de
uno a otro, empleo siempre, por razón de conveniencia, el término general de
Lucha por la Existencia (*)”.
Darwin
emplea las expresiones Struggle for
life y Struggle for Existence
como sinónimos, como demuestra que sea lo primero lo que de acuerdo con el
texto anterior realiza una planta al borde de un desierto y lo segundo lo que
llevan a cabo dos canes enfrentados por alimentarse.
Dependecia,
cooperación o ayuda mútua, éxito al dejar descendencia, éxito en la
supervivencia en el medio ambiente o adaptación al medio, son algunos de los
muchos sentidos que cobra la expresión general Lucha
por la Vida. Sin embargo, un único sentido se ha erigido en predominante,
el que identifica la lucha por la
existencia con la competencia a
muerte entre dos organismos vivos, caso ejemplificado en el texto anterior
por los canes que luchan entre sí por ver cuál de ellos morirá de hambre y
cuál de ellos conseguirá comer y sobrevivir. Tal caso presupone una carestía
tal que tan solo existiesen recursos en el medio para la supervivencia de uno
de los dos (no de ambos), y sin embargo, es esa la idea de darwinismo
social más simple y extendida. Dicha acepción, considerada única, sitúa
y solidifica el sentido de lucha por la
vida, entendido como competencia
mortal, como esencia de un mundo capitalista caracterizado, sin embargo,
por la excedencia de producción,
es decir, por la existencia de recursos de sobra para la supervivencia de
todos los organismos humanos involucrados en la tarea de vivir. Por tanto, al
no darse situaciones reales de carestía sino de desigualdad,
el darwinismo social, así entendido, no tiene ningún fundamento biológico,
no implica ninguna ley natural inmodificable y necesaria como la del
movimiento de los planetas, sino que refleja una ideologia exclusivamente
convencional y cultural, si bien vigente en nuestros días. Es algo que los
seres humanos han establecido y que ellos mismos puede destruir, transformar,
reformar o modificar.
Los
canes no pueden hacer nada para variar su situación, es una ley
de la naturaleza, solo hay alimento para uno de ellos y el otro debe
necesariamente morir. Cabría el caso de que los dos muriesen en la contienda,
pero no parece que el ejemplo de Darwin contemple la posibilidad de que los
dos sobrevivan, porque en tal caso, inevitablemente, lo harían. El hombre es
el único animal capaz de morir de inanición en un entorno de abundancia (así
como es el único animal capaz de competir a muerte por la adquisición de
bienes superfluos para la supervivencia) y así poder quizá demostrar su
libertad frente al instinto y la determinación natural. Y esto es así porque
es el único que ha podido inventar la propiedad
privada, es decir, establecer una convención que tan sólo ciertos
reaccionarios medievalistas consideran, todavía hoy, como un derecho
natural, como si el derecho fuese
algo más que una serie de convenciones
construidas por los hombres (derecho
positivo).
3.
EVOLUCION Y AYUDA MUTUA.
Según
Philip Kitcher (2) la selección natural pudo favorecer los comportamientos
cooperativos. Recoge así, sin citarla, la tesis que ya defendiera Kropotkin
(3) en el siglo pasado, la idea de la ayuda
mutua operante en la selección natural, según la cual, en su más
amplia formulación, significa, que la especie más solidaria tiene más
probabilidades de sobrevivir y la menos cooperativa menos.
Nuestros
comportamientos morales dependen en su mayor parte de la cultura pero también
están relacionados con la biología. “Según una versión simplista, aunque
muy extendida, de las ideas darwinianas, la selección natural es, ante todo,
un mecanismo que favorece a los seres fuertes, crueles y carentes de escrúpulos.
A todo lo largo de este siglo, los biólogos de la evolución se han
preguntado por la posibilidad del altruismo concebido como la tendencia de un
organismo a adoptar comportamientos que favorecen la reproducción de otros
organismos en detrimento de su propia reproducción... Robert L.Trivers...
sugirió que, incluso entre organismos no emparentados, los que adoptan un
comportamiento altruísta podrían ser favorecidos por la selección natural
en caso de que este comportamiento fuera recíproco: un organismo hoy donante
podría verse beneficiado mañana; la ayuda mutua que se prestan ambos
organismos aumenta, a largo plazo, sus posibilidades de reproducción (4)”.
En 1980, aplicando el conocido dilema del prisionero al medio evolutivo,
Robert Axelrod, en colaboración con William D.Hamilton, descubrió que el
resultado era el mismo: “Para un individuo, lo peor es cooperar con alguien
no cooperativo. El resultado es menos malo si ninguno de los dos coopera, y es
mejor en caso de cooperación mutua (Ibid.)”. Las investigaciones primatológicas
más recientes indican que la tendencia a la simpatía
es más que una mera hipótesis teórica.
La
cooperación también se impone como medio de supervivencia, no sólo las
características morfológicas individuales y particulares, pero Philiph
Kitcher plantea el problema de imaginar que pasaría en una población
cooperativa que es invadida por otros animales explotadores sin escrúpulos.
En tal caso “cuando los explotadores constituyen mayoría, los individuos
que se deciden a actuar sólos y rechazan las interacciones con otros se ven
favorecidos por la selección. La cooperación podrá reaparecer en el momento
en el que los asociales hayan eliminado a los sin escrúpulos (5)”. Sin
embargo nos quedaría el problema de un grupo, cooperativo entre sí, pero no
cooperativo respecto del resto.
Puede
responderse diciendo que las relaciones entre los grupos funcionan de manera
análoga a las de los individuos y también se les podría aplicar el dilema
del prisionero. La tendencia que Freud intuyó como Eros
y que se caracteriza por una cooperación cada vez más omniabarcante es ya
hoy una posibilidad biológica descriptivamente contrastada. Habría que
investigar si la agresividad puede definirse exclusivamente como negación de
cooperar en determinadas circunstancias o si, con Freud nuevamente, deberemos
orientarnos hacia otros mecanismos naturales de carácter opuesto que
expliquen el componente biológico de la agresividad.
NOTAS:
(1)
Darwin, C.
La expresión de las emociones en los
animales y en el hombre (1872). Alianza Editorial. Madrid 1984. (El libro
de Ch.Bühler y otros El
desarrollo del niño pequeño. Buenos Aires, Paidos 1966. Incluye el artículo
de Darwin Esbozo
biográfico de un bebé (1877) que contiene las observaciones de Darwin
sobre su primer hijo: texto original en Internet http://psychclassics.yorku.ca/index.htm
A Biographical Sketch of an Infant).
(*)
The Term, Struggle for Existence, used in a large sense. “I should
premise that I use this term in a large and metaphorical sense including
dependence of one being on another, and including (which is more important)
not only the life of the individual, but success in leaving progeny. Two
canine animals, in a time of dearth, may be truly said to struggle with each
other which shall get food and live. But a plant on the edge of a desert is
said to struggle for life against the drought, though more properly it should
be said to be dependent on the moisture. A plant which annually produces a
thousand seeds, of which only one on an average comes to maturiry, may be more
truly said to struggle with the plants of the same and other kinds which
already clothe the ground. The misletoe is dependent on the apple and a few
other trees, but can only in a far-fetched sense be said to struggle with
these trees, for, if too many of these parasites grow on the same tree, it
languishes and dies. But several seedling misletoes, growing close together on
the same branch, may more truly be said to struggle with each other. As the
misletoe is disseminated by birds, its existence depends on them; and it may
metaphorically be said to struggle with other fruit-bearing plants, in
tempting the birds to devour and thus disseminate its seeds. In these several
senses, which pass into each other, I use for convenience´sake the general
term of Struggle for Existence”.
(2)
Revista
Mundo Científico nº181,
julio/agosto 1997. Etología: El origen
de la moral por Philip Kitcher,
págs.608-611.
(3)
Kropotkin El apoyo mutuo. (Un factor de
la evolución). Ediciones Madre Tierra. Madrid 1989.
(4)
Mundo científico, Op.cit.pág.609.
(5)
Mundo científico, Op.cit.pág.610.