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A. J. AYER: LA FILOSOFÍA ANALÍTICA

 Simón Royo

Una de las corrientes filosóficas más influyentes de todo el siglo XX es sin duda la Filosofía Analítica. Bajo esta denominación se oculta una amplia gama de tendencias, pensadores y métodos que comparten un especial interés por el lenguaje, concretamente por el análisis de las expresiones lingüísticas, en la convicción de que esa es la única tarea digna de llamarse Filosofía. 

Como notas características de ésta Filosofía se pueden mencionar las siguientes:  

a) La influencia de la lógica formal. La lógica como herramienta de análisis del lenguaje y por tanto como medio de resolución de los problemas filosóficos. 

b) La actitud crítica respecto a la metafísica. La crítica de la metafísica como disciplina que se ocupa del conocimiento de los principios últimos de la realidad. Una crítica que procede desvelando los excesos verbales de la metafísica, la falta de sentido de sus afirmaciones y la imposibilidad de verificar sus enunciados.  

c) Para la Filosofía Analítica la ciencia se presenta como el único modelo válido de conocimiento que da cuenta de cómo es el mundo y cuales son las leyes que explican los fenómenos que tienen lugar. Motivo por el cual los pensadores de la Filosofía Analítica conciben la filosofía como lógica y metodología de la ciencia, como una actividad orientada a esclarecer el significado de las proposiciones, con el fin de distinguir aquellas con sentido de las que carecen de sentido y deben ser rechazadas por la ciencia. 

Se pueden destacar tres periodos en la evolución de la filosofía analítica:  

1) Los representantes de la primera fase son G.E.Moore, B.Russell y L.Wittgenstein. Mientras Moore mantiene una concepción pragmática e informal del análisis del lenguaje que concede una especial importancia a las expresiones vinculadas al sentido común, Russell y Wittgenstein insistirán en la necesidad de recurrir a la lógica formal para desvelar la estructura de los enunciados o proposiciones y distinguir los que se hallan bien construidos de aquellos que contienen errores de construcción y deben ser rechazados. Los trabajos de estos tres autores son los inspiradores directos del Positivismo Lógico en todas sus manifestaciones. 

2) La segunda fase tiene como protagonista al Círculo de Viena que agrupaba en los años treinta a científicos e intelectuales en torno al programa filosófico del Positivismo Lógico, por lo cual se les denomina también Neopositivistas, para distinguirlos de los fundadores del movimiento. Entre los neopositivistas destacaban M.Schlick, O.Neurath, R.Carnap y A.J.Ayer. Este programa sintetizaba el empirismo de Berkeley y Hume, la lógica de Russell y la filosofía del primer libro de Wittgenstein titulado “Tractatus Logico-Philosophicus”, que será el principal inspirador de esta segunda fase. 

Una de las principales aportaciones del Positivismo Lógico fue la formulación del Principio de Verificación, defendido por A.J.Ayer en su obra: “Lenguaje, Verdad y Lógica”. En su versión clásica este principio afirma que una proposición tiene significado si se sabe cómo se puede comprobar su verdad o falsedad. Lo que iba a suponer una descalificación de la metafísica al ver condenadas sus afirmaciones al sin sentido.  

La preeminencia de la verificación empírica sobre la formalización lógica, y de la verificación débil sobre la verificación fuerte, distancia a algunos positivistas, (entre los que se cuenta Ayer), de los maestros de la primera filosofía analítica (Moore, Wittgenstein y Russell) y de otras tendencias neopositivistas, situándolos en un programa inscrito dentro de la corriente neopositivista que se ha venido a llamar: Empirismo Lógico. 

3) La tercera fase por la que pasa la Filosofía Analítica tiene como punto de referencia al denominado segundo Wittgenstein, es decir, al autor de las “Investigaciones Filosóficas”, libro publicado en 1953 y que supuso una ruptura con el Positivismo Lógico y un abandono de las tesis sostenidas en el “Tractatus”. A pesar de la heterogeneidad de autores herederos de la segunda filosofía de Wittgenstein destacan por su influencia dos grupos: la escuela de Cambridge, que cuenta con nombres como J.Wisdom, y la escuela de Oxford, con autores como G.Ryle, J.L.Austin o P.F.Strawson.

 

LENGUAJE, VERDAD Y LÓGICA

La obra de Ayer cuyo título encabeza este apartado constituye una exposición de las tesis del Positivismo Lógico. No obstante, la peculiaridad del pensamiento de Ayer, radica en la vinculación del pensamiento de los filósofos del Circulo de Viena con el análisis del lenguaje practicado por los grupos de Oxford y Cambridge. De modo que Ayer desempeña, en este cruce de tendencias de pensamiento afines, un papel sintetizador, sin abandonar las filas del Positivismo Lógico. 

Lo dicho se puede ilustrar con las propias palabras de Ayer, cuando, en su Autobiografía titulada “Parte de mi vida” habla, cuarenta años más tarde, de su primer libro: “Excepto algún detalle, los pensamientos expresados no son originales. Constituían un precipitado del positivismo del Círculo de Viena, también adscrito en mi obra a Wittgenstein, el empirismo reduccionista heredado de Russell y Hume, la aproximación analítica de Moore y sus discípulos, y unas gotitas del pragmatismo”. 

Los puntos de vista de los que parte Ayer se derivan de la evolución del empirismo desde Hume hasta el Positivismo. Al igual que Hume, sostiene Ayer la existencia de tan solo dos clases de proposiciones: 1) las que se refieren a ideas (proposiciones analíticas o proposiciones a priori) y 2) las que se refieren a realidades (hipótesis empíricas). 

1) Las primeras son tautologías, no dicen nada del mundo empírico por lo cual carecen de sentido literal y de contenido factual, razón de que resulten siempre verdaderas. Las proposiciones analíticas no pueden ser refutadas por la experiencia porque precisamente no hacen ninguna afirmación acerca del mundo empírico. Simplemente, registran nuestra determinación de usar las palabras de un modo determinado. No podemos negarlas sin infringir las convenciones lingüísticas presupuestas por nuestro lenguaje y caer en la autocontradicción. Y este es el único fundamento de su necesidad y el motivo de su utilidad. Los principios de la lógica y de la matemática son proposiciones analíticas, es decir, universalmente verdaderas, porque nunca les permitimos ser otra cosa. Y la razón de esto es que no podemos abandonarlos sin contradecirnos a nosotros mismos y sin faltar a las normas que rígen el uso del lenguaje. 

Uno de los errores fundamentales de la filosofía tradicional ha sido el considerar que las proposiciones analíticas hacían afirmaciones acerca del mundo de la experiencia empírica, es decir, el confundir proposiciones analíticas con proposiciones sintéticas. La aclaración del estatuto tautológico de las proposiciones analíticas y a priori, elimina, según Ayer, dicho error.  

2) Las segundas son proposiciones experienciales que nos hablan del mundo empírico y son susceptibles de verificación; pueden ser más o menos probables pero nunca absolutamente verdaderas. Porque ninguna proposición cuya validez esté sujeta a la prueba de la experiencia real, es decir, a verificación empírica, para lo cual ha de hablar precisamente del mundo empírico, puede ser nunca necesariamente verdadera. En el mejor de los casos será una hipótesis probable, pero es, según Ayer, nuestro único vehículo de conocimiento. 

Hay una tercera clase de proposiciones que no son ni proposiciones analíticas ni hipótesis empíricas, son las proposiciones metafísicas, que carecen de sentido literal, y además son absurdas.

 

A) OBJETIVO Y MÉTODO DE LA FILOSOFÍA

Para terminar con las tradicionales discusiones filosóficas Ayer se propone establecer de modo incuestionable cuáles podrían ser el objetivo y método de la investigación filosófica.           

No es posible deducir todos nuestros conocimientos de primeros principios y adoptar como premisas verdades a priori. Porque una verdad a priori es una tautología, y de un conjunto de tautologías sólo pueden deducirse válidamente nuevas tautologías. No es pues la misión del filósofo, como se ha considerado hasta ahora, la de construir un sistema deductivo a partir de unos primeros principios. 

La función de la filosofía es enteramente crítica y esencialmente analítica: La función del filósofo es aclarar las proposiciones científicas, con lo cual, se dedica a una actividad de análisis del lenguaje, poniendo de manifiesto las relaciones lógicas entre las proposiciones y definiendo los símbolos que en ellas aparecen. Su objetivo es el de poder hablar con sentido y no ser presa de los errores lógicos y gramaticales que dan lugar a los absurdos sin sentido de la metafísica y las confusiones de la filosofía clásica.           

La filosofía, por tanto, como una auténtica rama del conocimiento, debe ser distinguida de la metafísica y totalmente independizada de ésta. Aquí resalta Ayer que la mayoría de los grandes filósofos del pasado no eran principalmente metafísicos, sino que sus filosofías contenían valiosos análisis de expresiones significantes. Menciona como ejemplos a Locke, Berkeley, Hume, Hobbes, Bentham y John Stuart Mill, es decir, a los principales autores del empirismo clásico inglés, al fin y al cabo una línea de pensamiento de cuya evolución procede el empirismo lógico de Ayer, pero también considera como pensadores analíticos a Platón, Aristóteles y Kant. 

El filósofo analítico no está interesado en las propiedades físicas de las cosas, está interesado solamente por la forma como hablamos de ellas. Las proposiciones de la filosofía no son factuales sino de carácter lingüístico y en este sentido puede considerarse la filosofía como una rama de la lógica. Al filósofo neopositivista concierne, sobre todo, la tarea de buscar definiciones correctas y clarificar las erróneas. Está analizando hechos, nociones, e incluso cosas. Pero estos son simplemente modos de decir que está interesado en la definición de las palabras correspondientes. La filosofía proporciona definiciones que nos permiten hablar con sentido y ese es, en resumen, su cometido.  

B) EL CRITERIO DE VERIFICABILIDAD. VERIFICABILIDAD EN PRINCIPIO Y VERIFICABILIDAD PRÁCTICA. VERIFICACIÓN CONCLUYENTE Y VERIFICACIÓN PARCIAL.

El criterio de verificabilidad pretende ser una norma para distinguir las proposiciones con sentido (proposiciones experienciales) de las que no nos dicen nada (tautologías) o son, simplemente, absurdas (metafísicas). Una frase tiene sentido, es decir, es literalmente significante, si quien la enuncia es capaz de verificar su afirmación: lo que quiere decir que ha de conocer las observaciones reales o posibles con las que aceptar la proposición como verdadera o rechazarla como falsa. 

Aquí hay que precaverse contra las frases sin sentido pero emocionalmente significantes, como las proposiciones éticas, que se tienen por verdades pero tan sólo expresan aprobación o desaprobación, sin ser susceptibles de verificación. Las proposiciones metafísicas y poéticas también pueden ser emocionalmente vinculantes, al estar unidas a una bella expresión y contener un valor estético, pero un texto puede ser una obra de arte literario sin contener ninguna proposición susceptible de determinar su verdad o falsedad. 

Ayer hace una primera distinción dentro del criterio de verificabilidad al diferenciar entre 1) verificabilidad práctica y 2) verificabilidad en principio. 

1) Si de una proposición pueden aportarse las observaciones reales que determinen su verdad o falsedad, decimos que esa proposición es verificable en la práctica. Por ejémplo: Si alguien afirma que “hay un ejemplar del Quijote en la Biblioteca Nacional de Madrid”, se verifica ésta afirmación visitando ésta biblioteca y viendo todo lo que hay en ella. 

2) Si se sabe qué observaciones posibles decidirían sobre la verdad o falsedad de una proposición dada, si alguna vez, como es teóricamente concebible, se estuviese en condiciones de hacerlas, la proposición es verificable en principio, ya que no en la práctica, y por tanto también es significante. Por ejemplo: Si alguien afirma que “hay montañas en la cara oculta de la Luna”, todavía no se ha inventado un cohete que permita ir y mirar a la cara oculta de la Luna para hacer una observación real, pero no es inconcebible que eso se llegue a realizar. Y por tanto, al considerarse posible la verificación, decimos que dicha proposición es verificable en principio. 

Una segunda distinción que Ayer propone dentro del criterio de verificabilidad es le diferenciación entre 1) verificación fuerte y 2) verificación débil.

1) Una proposición es verificable en el sentido fuerte del término si su verdad puede ser concluyentemente establecida por la experiencia. Las proposiciones generales como las que enuncian leyes científicas están destinadas a abarcar un número infinito de casos, luego su verdad no puede ser establecida de manera definitiva por un número finito de observaciones. 

Este criterio fuerte es expuesto por Ayer pero inmediatamente abandonado al demostrarse imposible una verificación concluyente y definitiva ni siquiera en principio. Ayer llega a la conclusión de que “ninguna proposición, excepto una tautología, puede ser algo más que una hipótesis probable”. Y puesto que las tautologías no aportan ningún conocimiento del mundo sólo podemos anclar la ciencia en hipótesis altamente probables, nunca en verdades absolutas. 

2) Decimos que una proposición es verificable en el sentido débil del término si es posible para la experiencia hacerla probable. La proposición: “El sol saldrá mañana” tiene una altísima probabilidad basada en los cálculos y observaciones astronómicas y en un gran número de casos en los que así ha sido observado, pero eso no nos legitima para considerar absolutamente necesario que continúe sucediendo igualmente, ésta proposición no es una verdad absoluta sino una certeza fundada en una probabilidad muy alta. (Lo mismo sucede con las declaraciones históricas, esto es, las proposiciones acerca del pasado remoto, su verdad no puede nunca llegar a ser más que altamente probable). 

Las leyes de la naturaleza, son así mismo hipótesis que pueden ser refutadas por la experiencia, es decir, la experiencia puede contradecirlas. Pero así como no es posible la verificación concluyente (fuerte) de una proposición, tampoco es posible una refutación concluyente y definitiva de un enunciado, lo que significa que la refutación (falsedad) es entendida en términos de menor probabilidad, en la medida en que los hechos de la experiencia se ajustan menos a lo afirmado y viceversa; a medida que una proposición adquiere una mayor confirmación por la experiencia, la consideramos más altamente probable y en este sentido, verdadera. 

La autoconsistencia de una proposición depende por tanto de su éxito en la práctica, de ahí que para Ayer, ser “racional” implica ser guiado de un modo auto-coherente por la pasada experiencia. Lo que justifica un procedimiento científico, en la medida en que puede ser justificado, es el éxito de las predicciones a que da origen: y esto sólo puede determinarse por la experiencia. De ahí que toda hipótesis empírica (proposición sintética) sea una norma para la anticipación de la experiencia futura. 

Sólo nos queda, por tanto, el sentido débil de la verificación. Ante una proposición, la pregunta de la que se deriva la verificación es la siguiente: “¿serían determinadas observaciones adecuadas para decidir de su verdad o de su falsedad?”. Y sólo si la respuesta es negativa, es decir, si no pueden realizarse o concebirse las observaciones pertinentes para decidir si una proposición es verdadera o falsa (y no es una tautología), entonces concluimos que la declaración en cuestión es absurda. 

Según Ayer, todas las proposiciones que tienen un contenido factual (empírico) son hipótesis empíricas, cuya función es, como ya se ha señalado, proporcionar una norma para la anticipación de la experiencia. La hipótesis empírica concierne a una experiencia real o posible y es la única susceptible de corresponder al principio de verificación, es decir, de someterse a un criterio sobre las pretensiones de verdad de un enunciado. De donde resultará el grado de verdad de la hipótesis empírica en términos de probabilidad (verificación débil). Una proposición que no sea una hipótesis empírica o es una tautología o un enunciado metafísico.

 

C) LA ELIMINACIÓN DE LA METAFÍSICA

Las expresiones metafísicas son errores lógicos, porque partiendo de premisas empíricas, es decir, de hechos reales, no puede legitimamente inferirse a través de ningún razonamiento válido la existencia de algo supra-empírico o trascendente. El metafísico no pretende escribir absurdo, cae en ellos porque es burlado por la gramática o porque comete errores de razonamiento. 

La afirmación metafísica de realidades trascendentes no tiene significación literal y queda relegada al contrasentido. Que es un absurdo nos lo revela la norma que determina la significación literal del lenguaje: el metafísico produce frases que no logran ajustarse a las condiciones que una frase ha de satisfacer, necesariamente, para ser literalmente significante, de acuerdo con el criterio de verificación (solo las tautologías y las hipótesis empíricas son significantes). 

Por ejemplo: Ante la proposición como: “el Absoluto forma parte de, pero es, en si mismo, incapaz de evolución y progreso”. No se puede realizar (v.práctica) ni concebir (v.principio) una observación que nos permitiese determinar si el Absoluto forma o no forma parte de la evolución y del progreso. Y mientras una persona no nos haga comprender cómo se verificaría la proposición que nos quiere expresar, no consigue comunicarnos nada. Y llegamos a la conclusión de que ha construido una proposición que ni siquiera para él mismo tiene ninguna significación literal. 

Afirmar terminantemente que hay un mundo de valores no empírico, o que los hombres tienen almas inmortales, o que hay un Dios trascendente; no es sino llevar a cabo afirmaciones metafísicas, esto es, absurdas. Porque el criterio de verificación nos demuestra que las declaraciones metafísicas son aparentemente proposiciones de hecho, pero que en realidad, resultan ser contrasentidos, ya que los metafísicos son incapaces de indicar qué observaciones reales o posibles podrían sostener sus afirmaciones. 

Las disputas clásicas entre los filósofos tradicionales se disuelven cuando el análisis del lenguaje que emplean demuestra los errores lógico-gramaticales en los que incurren. La controversia entre monistas (que afirman la existencia de una sola substancia) y pluralistas (que afirman la existencia de muchas substancias) o entre realistas (que afirman el mundo empírico como real y el mundo ideal como su proyección o copia) e idealistas (que afirman que el mundo real es el ideal, que está más allá de los sentidos y el mundo empírico es una copia) no se puede resolver en su terreno (metafísico), porque sus proposiciones simplemente carecen de sentido. 

Sus disputas no se resuelven sino que se disuelven y desaparecen al demostrarse que es imposible imaginar ninguna situación empírica que fuese adecuada a la solución de su disputa. Por tanto tales disputas se desarrollaban en torno a problemas falsos o pseudoproblemas, que pueden, no obstante, ser transformados en auténticos problemas, si son tratados como una disputa relativa al análisis de las proposiciones, implicando así un problema lógico. 

Por ejemplo con el análisis de las proposiciones existenciales descubrimos que la palabra Ser induce al error de considerar que la existencia es un atributo. Por eso, la semejanza entre la proposición “los perros son leales” y la que dice que “los unicornios son fabulosos” nos induce a considerar el verbo “ser” como un atributo tanto de perros como de unicornios, lo que implicaría su existencia; pero mientras los perros existen y se puede verificar la primera proposición, la segunda es absurda. El error surge de la apariencia gramatical, que nos lleva a la superstición de pensar que para toda palabra o frase en la que interviene la cópula ser ha de haber una entidad real correspondiente a esa cópula. 

Pese a todo lo indicado, Ayer sostiene que la mayor parte de las expresiones producidas por los grandes poetas y filósofos tienen significación literal. Esto lo afirma para defenderse de la acusación de que según su criterio, casi la totalidad del arte, la cultura y la filosofía serían meros absurdos.

 

D) TRES CRÍTICAS AL PENSAMIENTO DE AYER

 1) Aunque Ayer sostenga que la mayor parte de las producciones culturales contienen proposiciones con significado literal, de aplicarse su criterio al menos la mitad de la Historia de la Filosofía (toda la que está más alejada del empirismo) debería ser relegada al absurdo sin sentido. Su criterio de verificación resulta así demasiado reduccionista y producto de un empirismo radical de inspiración humiana que no acepta otras posibilidades de adquirir conocimiento salvo la precaria y semiescéptica verificación débil, que resulta a todas luces insuficiente. 

2) Se ha criticado el principio de verificación al denunciar que este es una proposición según la cual sólamente pueden tener significación literal las hipótesis empíricas, pero que no obstante, el enunciado mediante el cual se formula el principio no es un enunciado empírico. A ésto han contestado los neopositivistas diciendo que, en efecto, no es un enunciado empírico -y tampoco una tautología, ni un absurdo-, porque es simplemente una recomendación de usar de cierto modo el lenguaje. Pero una “recomendación” les parece a los críticos del neopositivismo algo demasiado frágil como para fundamentar sobre ella la filosofía y la ciencia, porque también habría que aceptar que otros recomendasen usar el lenguaje de otras muy diversas maneras. 

3) Acerca de la verdad empírica como vehículo principal y juez último del conocimiento, su exacerbación se produce porque se confunde la pertinencia de la Lógica con una defensa del idealismo. Una verdad lógica como “Todos los hombres son mortales”, no teniendo nada empírico y siendo lo que Kant llamaba un juicio analítico, no obstante, SI que aporta conocimiento. Es más, el principio de no contradicción no es una verdad empírica sino Lógica y resulta que esa verdad no es ya un absoluto cualquiera sino que sin ella no se puede pensar. El principio de no contradicción es la condición de posibilidad de que haya más verdades, la condición de posibilidad de la verdad. Todo ésto se puede decir desde el más rotundo materialismo y es en lo que consiste en el fondo la Filosofía, porque no hay nada más práctico ni más material que una buena Teoría. 

Todo conocimiento comienza con la experiencia, excepto el conocimiento mismo. Es decir: las reglas del pensar en general no son experiencias ni están sacadas de la experiencia, sino que son las condiciones de toda experiencia. Por ejemplo: Kant llama estética trascendental al análisis del espacio y el tiempo como condiciones de la sensibilidad. Lo que quiere decir es que no podemos tener experiencias fuera del espacio y del tiempo, no podemos pensar nada fuera del espacio o del tiempo, que, lo que hoy denominaríamos espacio-tiempo, son las coordenadas necesarias de la posibilidad de toda experiencia en general. Se puede poner como ejemplo el principio de no contradicción, se trata de distinguir entre el contexto de descubrimiento (génesis) y el contexto de justificación (fundamentación). Es el último el que tiene que ver con la verdad, cuyo fundamento más potente (si bien no absoluto) son los principios más generales de la lógica, aquellos que garantizan la indagación misma. Nadie diría que Euclides sacó de la experiencia, por inducción, sus axiomas, por medio de ensayo y error, así opera la física no la filosofía, ni matemática o la geometría, en la naturaleza no hay ningún triángulo que cumpla el que la suma de los ángulos de cualesquiera triángulo (en un espacio euclídeo) es de 180º, no se obtuvo ese conocimiento midiendo figuras triangulares de las cosas corpóreo-materiales. Todos sabemos que Galileo no pudo crear una cámara de vacío para verificar experimentalmente la caída de los graves, y sin embargo, descubrió la ley antes de que pudiera comprobarse empíricamente. De modo que las verdades fundamentales, por supuesto que revisables y perfeccionables como en los casos que se nos mencionaban anteriormente, no provienen de lo que usualmente entendemos por experiencia; sino de ese fenómeno (o si se quiere, experiencia peculiar) a la que llamaban los antiguos filosofía, y que consistía en el ejercicio del pensar abstracto y general, detectando lo esencial. 

Einstein hacía experimentos mentales (Gedanken Experiment), precisamente esa fue su forma de actuar en sus grandes contribuciones a la Ciencia. Si alguien ve una foto de Einstein recopilando datos y mirando por un telescopio nos la tendrá que enseñar sin tardar, porque los demás solo le hemos visto con cuadernos. Desde el ya clasico “¿que pasaria si yo me montara en un rayo de luz?” (Notas autobiográficas en Alianza editorial), pasando por el que propuso para deducir su famosa formula de la Energía, quizá más rebuscado. Precisamente fue su carácter reduccionista el que le hizo ver la contradicción entre la cinemática galileana y la teoría Electromagnética de Maxwell dando lugar a la Relatividad Especial, o el que le impulso a pronunciar su principio de equivalencia dando lugar a su teoría alternativa a Newton, la Relatividad General, que a la postre explico más hechos experimentales que los que explicaba su antecesor. De hecho, consumió los últimos años de su vida intentando elaborar una teoría de campos unificada. 

Hoy se admite y comparte la crítica de origen hegeliano a la insuficiencia de la lógica formal, pero se le puede incorporar la crítica a las insuficiencias de la apelación a la mera experiencia o simple recolección empírica de datos. Ambas críticas, no son contradictorias sino complementarias, dado que hoy la mayoría de los investigadores admiten la necesidad de un momento empírico y otro teorético en el proceso de conocimiento. Por lo menos hay puntos en común que no hacen los discursos lógicos y empíricos inconmensurables ni irreconciliables, sino dos elementos de un proceso. 

Desde luego no existen ideas con independencia de sus sustratos materiales previos. Pero sin entrar en el tema de la génesis de las ideas ni en el de su inexistencia independiente, sino centrados en el problema de la verdad y del conocimiento, planteamos en ese aspecto la prioridad lógica de la gramática sobre el habla: prioridad lógica pero posterioridad ontológica, es decir, que en el plano de la existencia (diacrónico) las ideas son lo posterior y derivado, pero en el plano de consideración de la esencia (sincrónico) las ideas o estructuras son lo previo. Por eso dentro de los dos polos del proceso de conocer: empírico y teorético, afirmamos que el segundo es el más importante; ya que al menos una hipótesis teórica es algo, pero una colección dispersa de datos empíricos nada son sin una teoría que los ordene. 

Lo que es “esencial” (el filósofo es un buscador de esencias decía Platón) es lo único que es independiente de lo contingente y de lo humano-subjetivo, y cualquier experimento empírico real es único e irrepetible; lo que repetimos es un experimento ideal-real (la esencia de todo experimento de la misma clase), algo que no está en la multiplicidad de fenómenos que captamos por los sentidos sino en la unidad relacional que los rige y que se capta mediante la inteligencia o razón teórica. Realmente ningún objeto ni fenómeno es visible con la inteligencia (contemplable teóricamente) si no se le despoja de todo aquello que le rodea pero que no le pertenece como propiedad esencial y constitutiva suya. Y esto no supone ningún idealismo ya que lo que el metafísico llama “el ser” no es más que la materia abstraída y considerada como concepto.

 

VOCABULARIO DE A. J. AYER

 

Principio de verificabilidad: Es el que permite saber si un enunciado o proposición tiene significado literal o no; esto es, cuando se conoce cómo verificar lo que la proposición expresa y las observaciones que inducirían a aceptar la proposición como verdadera o rechazarla como falsa. 

Hipótesis empíricas (=proposiciones sintéticas): Proposiciones que tienen un contenido fáctico (empírico) y la función de proporcionar una norma para participar en la experiencia. 

Metafísica: Disciplina filosófica que sostiene el conocimiento de una realidad que trasciende los límites del mundo fenoménico y del sentido común.

Para el Positivismo lógico los enunciados de la metafísica no son ni verdaderos ni falsos, puesto que no es posible decidir acerca de su verdad o falsedad; simplemente carecen de sentido. 

Proposición (= Enunciado = Declaración): La proposición se define como la forma lógica de expresar una frase cuyo significado es verdadero o falso.

En la “Introducción” a “Lenguaje, Verdad y Lógica” escrita en 1946, Ayer añade el término técnico “declaración” para definir los enunciados, significativos o no, y propone reservar el término “proposición” para consignar solamente las declaraciones significativas, es decir, verificables.   

Proposiciones analíticas (=tautologías) y sintéticas (=hipótesis empíricas): (No debe confundirse con la distinción kantiana entre juicios analíticos y sintéticos, que Ayer critica y modifica). “Una proposición es analítica cuando su validez depende solamente de las definiciones de los símbolos que contiene, y sintética cuando su validez es determinada por los hechos de la experiencia” (LVL,cap.4,pág.88). Una proposición del tipo: “O es de noche o no es de noche”, es una proposición analítica, porque no facilita información acerca de ninguna realidad, ya que carece de contenido factual, ninguna experiencia puede refutarla y resulta siempre verdadera. Los enunciados de la lógica y la matemática son todos proposiciones analíticas, son proposiciones formales que no ofrecen información alguna acerca de hechos del mundo, por tanto su verdad no depende en absoluto de los hechos, sino de los símbolos que contiene. Se trata de tautologías, con las que desvelamos las implicaciones de un determinado uso lingüístico. 

La proposición “hay hormigas que han establecido un sistema de esclavitud”, es sintética. Porque no podemos decir si es verdadera o falsa simplemente teniendo en cuenta las definiciones de los símbolos que las constituyen. Tendremos que acudir al recurso de la observación real del comportamiento de las hormigas para verificar la proposición. Por eso todas las proposiciones sintéticas son hipótesis empíricas. En cambio la proposición “o algunas hormigas son parásitos o ninguna lo es”, es una proposición analítica. Porque no se necesita recurrir a la observación para determinar que -hay o no hay hormigas que son parásitos-, esto es indudablemente cierto. Lo que nos llama la atención sobre la cuestión lógico-lingüística de que toda proposición de la forma “O 'p' es verdadera o 'p' no es verdadera” es analítica, es decir, válida independientemente de la experiencia. 

Proposiciones a priori: Son proposiciones analíticas y por eso son necesarias y verdaderas (tautologías). No pueden ser refutadas por la experiencia porque no dicen nada acerca del mundo empírico. El error de los racionalistas ha consistido, entre otras cosas, en considerar que de estas proposiciones podían deducir un sistema de explicación de la realidad, cuando no tienen conexión ninguna con el mundo de la realidad empírica y no nos pueden aportar ningún conocimiento de dicha realidad. 

Proposición experiencial: Una proposición que registra una observación real o posible. 

Significado (sentido) literal: Es el significado que tienen las proposiciones cuyo contenido está sujeto al principio de verificabilidad. Una proposición tiene sentido literal cuando es empíricamente verificable. 

Significado Emotivo: Es el significado que tienen las proposiciones éticas y estéticas, que no son objeto de ningún criterio de verdad o falsedad, sino que sirven para expresar y provocar sentimientos. 

Trascendente: Uno de los significados de trascender es el espacial, o fundado en una imagen de carácter espacial. Según ello, “trascender” significa -ir de un lugar a otro, atravesando o traspasando cierto límite-. La realidad que se encuentra al otro lado del límite es llamada “trascendente” y el hecho de estar más allá de un límite dado, es la “trascendencia”. Trascendente alude a algo más allá del mundo y su antónimo lo conforma la palabra “inmanente”, como lo que permanece dentro del mundo. Por ejemplo: Dios y el cielo son trascendentes al hombre y la tierra, o el mundo de las ideas de Platón es trascendente al mundo de las cosas. 

El empirismo de Ayer que le hace fundar su filosofía en los datos que provienen de la experiencia sensorial, es una filosofía de la inmanencia y no admite realidades trascendentes, que traspasen la experiencia sensorial. De ahí que afirme que la metafísica, al pretender hablar de cosas trascendentes, incurra en enunciados sin sentido, carentes de verificación real o posible y por tanto sin significación alguna. Tiene sentido decir 'el Koala es perezoso', porque hay un objeto material (Koala) con el que podemos verificar nuestro enunciado; pero no tiene sentido decir 'lo Absoluto es eterno', al no ser posible ningún tipo de verificación. 

Tautología: En lógica son tautologías las proposiciones que cuando son probadas resultan siempre verdaderas. Ayer considera que mientras una proposición verificable experimentalmente nos comunica algo acerca del mundo real y no puede ser concluyentemente verdadera sino tan solo probable; las tautologías no dicen nada de la experiencia, aunque lógicamente sean verdaderas, por carecer de un contenido factual (empírico). 

La tautología carece de sentido, pero no es absurda. Para el Positivismo Lógico de Ayer todas las proposiciones de la lógica y de la matemática son tautologías, y las proposiciones analíticas y a priori, también lo son, verdaderas y necesarias, es decir, que no pueden ser de otro modo, pero que no dicen nada acerca de la realidad, aunque son útiles al ilustrarnos acerca de como usamos el lenguaje y precavernos para no incurrir en contradicciones. Por ejemplo las proposiciones “2+2=4”, y “o llueve o no llueve”, son siempre verdaderas, son tautologías. Pero no nos aportan nada relativo a los hechos de la realidad empírica. 

Verificación: Se dice comúnmente que verificar una cosa es comprobar que es verdadera. Lo que se comprueba, sin embargo, no es una cosa, sino algo que se dice acerca de ella, esto es, un enunciado o proposición. La verificación es la acción y efecto de comprobar si un enunciado es verdadero o falso. Más especialmente se entiende por verificación el procedimiento adoptado mediante el cual se comprueba la verdad o falsedad de algún enunciado. 

Verificación fuerte: Se dice que una proposición es verificable en el sentido fuerte del término, cuando su verdad puede ser concluyentemente establecida por la experiencia. 

Verificación débil: Se dice de una proposición que es verificable en el sentido débil del término, si es posible para la experiencia hacerla probable. 

Verificabilidad práctica: Aquella que se puede llevar a cabo porque se dispone de medios y se conocen las observaciones pertinentes. 

Verificabilidad en principio: Aquella que no se puede llevar a cabo porque si bien se sabe cuales son las observaciones que podrían decidir la verdad o falsedad de una afirmación no se dispone de medios para realizarla. Las propias leyes de la ciencia son sólo verificables en principio, es decir, susceptibles de ser confirmadas por la observación desde el momento en el que se disponga de los medios para ello. 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

OBRAS DE A. J. AYER

 

(LVL) Lenguaje, Verdad y Lógica. (1ª edición inglesa, 1936). Traducción española en: Editorial Planeta-Agostini. Barcelona 1986.

 (PM) Parte de mi vida. (1ª edición, 1977). Alianza editorial. Madrid 1982.

 (EF) Ensayos Filosóficos. (1ª ed.1954). Ed.Planeta-Agostini. Barcelona 1986.

 (EP) El Positivismo Lógico. A. J. Ayer: Introducción y Cap.XI: Verificación y experiencia. (1ª ed.1959). Ed. F.C.E. México 1981.

 (PC) El problema del conocimiento. (1ª ed.1956). Editorial Universitaria de Buenos Aires. Argentina 1985.

 (CAF) Javier Muguerza compilador: La concepción analítica de la Filosofía. Ed.Alianza Universidad Textos. Madrid 1986. Pág.336: A. J. Ayer La función de la filosofía y la naturaleza del análisis filosófico: Capítulos 2 y 3 de Lenguaje, Verdad y Lógica, en traducción de Alfredo Deaño.

 

 

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