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ESTÉTICA DE LA BONDAD EN BERTOLT BRECHT
―EL ALMA BUENA DE SE-CHUAN―
(Mayo de 2017)
Pilar Alberdi
«Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son imprescindibles».[i] Bertolt Brecht (Antología poética)
«Decir que los buenos fueron vencidos no porque fueron buenos sino porque eran débiles requiere cierto valor».[ii] Bertolt Brecht (Las cinco dificultades para decir la verdad)
Introducción
Si asumimos la Metafísica como una Ontología y una Teodicea, esta última con su teoría del mal y de la búsqueda del sentido de la vida, comprenderemos rápidamente que toda la obra (poesía, ensayos, artículos, teatro) de Bertolt Brecht puede explicarse por esas dos últimas categorías.
Brecht, no se pregunta qué es el mal, porque lo sabe, simplemente lo muestra, a través de los pesares que soportan los buenos; la lucha que mantiene la bondad en un mundo, que despliega la maldad cada día y que no la contempla como su bien más necesario.
Como es lógico, en un mundo así, los buenos, viven sin comprender tantas veces lo que les sucede e incluso cuando lo comprenden, a veces, ya es tarde para resolver la situación de otra manera. No es el caso de El alma buena de Se-Chuan. Lo que tampoco soluciona lo esencial, ese dualismo, esa maquinaria binaria, formada por dos palabras, dos realidades, las del bien y el mal en permanente lucha y presentes en el devenir.
Brecht considera que la realidad con sus fuegos de artificio y sus trampas, acostumbra a dejarnos indiferentes, tanto que cuando uno está frente a ella, los ojos dejan de percibirla o se niegan a hacerlo; que el dolor propio no atendido y el dolor ajeno, más lejano todavía, nos hace torpes y descuidados al desgarro emotivo; que el goce personal es egoísta, asumido como necesario y prioritario frente al de los demás; que la actitud excesivamente competitiva y el afán de salir vencedores nos hace soberbios frente a la desigualdad y la miseria. Por eso, precisamente, porque conoce bien el tema, intenta desentrañarlo en cada una de sus obras.
En Las cinco dificultades para decir la verdad lo deja claro, afirma: hay que tener «valor para escribir la verdad, aunque se la desfigure por doquier», «la inteligencia necesaria para describirla», «discernimiento indispensable para difundirla» y «el arte de hacerla manejable como un arma».
Él conoce que la verdad permanece escondida tras las mentiras. Tiene su atención puesta en los desheredados de la tierra, en los humillados, los héroes anónimos y los no tan anónimos (La vida de Galileo). Sabe que siempre ha habido oprimidos y que siempre los habrá, pero también conoce que no es una respuesta de hombres y mujeres dignos, el no presentar batalla. Quiere sacar a la luz el engaño en que pasamos nuestras vidas. Señalar las palabras que distraen, que disfrazan la verdad, que la ocultan y la entierran. Por eso, indica que quien «en la actualidad remplaza “pueblo” por “población” y “tierra” por “propiedad rural” se niega ya a acreditar algunas mentiras»[iii].
Brecht, que es marxista, ha conocido el fascismo, el nazismo, y también el macartismo, cuando en el exilio norteamericano en que transcurrió un periodo breve de su vida es acusado de comunista (¿lo había negado alguna vez?), y se le invita a marcharse, igual que se hizo con otros intelectuales y artistas como fue el caso de Charles Chaplin. Son años tristes, años de dependencia de otros, de amigos que le ofrecen apoyo, acogida. Años a la espera de que el bien (al menos ese bien básico y universal que todos deseamos) se abra paso. Años de desesperación ante una Europa destruida por su propia mano.
La realidad que no se quiere ver, la realidad que se observa impasible, como si no fuera con uno, esa es la que le más le incomodaba. Decidido a hacer algo, a evitar una tibia compasión que a nada conduce, porque lleva la consecuencia de ser efímera y circunstancial, además de acomodaticia, su «teatro épico» —como él lo denominó—, funcionó como un aviso, una llamada para percibir la gélida realidad siempre cambiante. No quería que el espectador se identificase con los personajes y la historia, sin más, tanto como para quedar hipnotizado por la ilusión, del mismo modo que sucedía en la vida. Quería otra cosa… «¿Bastará con que seamos buenos para que el infierno desaparezca? », se preguntaba[iv]. Él sabía que no, que hay infiernos que no desaparecen nunca, y menos siendo buenos, por eso en sus obras el bien aparece mancillado y la maldad triunfante.
La vida de la realidad y la de la escena se parecen. Son los dos platillos de una balanza. Para que los espectadores despertasen del sueño escenográfico, interrumpía, en muchas de sus obras la representación con carteles indicativos de lo que ocurriría en la siguiente escena o del tiempo transcurrido entre una y otra, o con otros detalles. Evidentemente, en el fondo de la cuestión y por más que Brecht lo pretendiese, aquello no era perfecto. La vida, también tiene, lo sabemos, muchas distracciones que apagan el horror, la tragedia de las guerras, los terribles intereses que se mueven en ellas a través de la venta de armas y la geopolítica, las hambrunas que podrían evitarse y no se evitan, toda esa «nuda vida» actual, encerrada en inmensos campos de desplazados en África y Oriente Próximo, atrapados durante años, en simples tiendas de campaña, sin poder prever un futuro; cientos de miles de permisos de acogida que no se brindan, la triste hipocresía de las palabras, la falta de derechos humanos, la indulgencia con los criminales, la falta de juicios internacionales.
«Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diferentes maneras, pero se trata de transformarlo», escribió Karl Marx.[v] Y, visto así, parece lógico y hasta necesario. Una labor a la que dedicarse inmediatamente. Y, ¿no es acaso lo mismo que intentaba Brecht, transformar el mundo desde su tarea como escritor, dramaturgo, director de sus propias obras de teatro? Por supuesto que sí. Y aquí cabe mostrar el análisis que por esta misma cuestión fundamental plantea Jean Francois Lyotard en su obra «¿Por qué filosofar?»[vi]. No corresponde, aclarémoslo, no es posible a los filósofos tan monumental tarea, tan colosal transformación. Entonces, ¿por qué filosofar? Pero, antes de contestar a esta pregunta, hagámonos otra: ¿era Brecht un filósofo? Sin duda, lo era, un hombre reflexivo en extremo. Una persona dispuesta a colaborar para que se haga la luz. Sin embargo, intenta disuadirnos Lyotard, no es posible que los filósofos tengan este poder. Los filósofos tienen otra clase de poder, pero no ese: no pueden trasformar el mundo, sin embargo, si pueden hacer algo: recoger en sus palabras «el deseo», el sentido de aquello que la sociedad desea, lo que en silencio o todavía con muy pocas palabras está pidiendo: ¿reducir el cambio climático, dar acogida a los refugiados, una renta universal, el control de las multinacionales y los fondos de inversión, una reforma de las instituciones democráticas para que sean más efectivas y realmente se evite la corrupción, una ética para temas claves como la genética, la biopolítica…? Lo que aún no ha salido a la superficie, aquello que necesita ser expresado con sentido, aquello que está latente y solo busca encauzarse, proyectarse. Sacar de la realidad, otra realidad posible, la de ese deseo básico, primordial y común, más allá de intereses, y mostrarla. Ahí, está la labor del filósofo, en ese punto; ahí, su máxima dedicación. Ahí, su lucha.
Si bien, la filosofía como indica Lyotard es ideología, nos quedaría por saber, qué fuerzas están en pugna, qué defienden, a quienes representan, cuál de esos deseos merece defenderse con ahínco. Y, hacerse la pregunta, reflexionar hasta dónde la filosofía es una ideología. ¿Lo es en todos los sentidos? ¿Una ideología dentro de otra? ¿Junto a otras? ¿Cercana a otras? ¿Responsable de otras? ¿Lo es dentro de las instituciones? ¿Fuera de ellas?
Brecht y su teatro
Pero volvamos a Brecht, intelectualmente estaba en una posición privilegiada y buscaba despertar conciencias, era creador, pero al mismo tiempo tenía «conocimiento» de por qué la realidad era cómo era y qué fuerzas actuaban en ella para que así resultase (lo económico, lo político, la tradición, las creencias). En consecuencia, actuaba desde dos frentes: el de la creación (capacidad de mostrar) y el del conocimiento (capacidad de saber).
Brecht tiene como todos los filósofos y todas las personas un deseo, el deseo que expresó Lyotard, un deseo de sentido y de expresión, de formulación de perspectivas, y este, es un deseo de cambio, de búsqueda de la unidad. El deseo de que los buenos sean respetados, el deseo de que la justicia sea igual para todos, el de la comunidad y la hermandad humanitaria, por una razón básica y primordial, porque sin justicia ningún orden es posible, porque cuando ella falla, todo cae, ya sea en un grupo de amigos, en la familia, en la empresa, en la sociedad. Y, lo sabe, porque lo ha vivido.
Los Brecht que hay en el mundo no escuchan los avisos de los Hegel que gritan a viva voz que los fuertes son los que ganan en la Historia.
El dramaturgo se opone a ese lenguaje triunfalista, el de los discursos oficiales, el de las instituciones o los grupos de poder, el de las «camarillas de amigos», esa clase de discurso, que «no está hecho para ser creído, sino para que se le obedezca».[vii]
Ahora bien, ¿qué clase de héroes son estos, los buenos, los eternos perdedores? Brecht se manifestará por ellos, ondeará su bandera sobre los escenarios, esgrimirá ante los duros la bondad de los débiles para recordarles que la felicidad debería ser un postulado para todos los seres de este mundo. Pero sobre las tablas, acabará aconteciendo lo mismo que sucede en la vida. Lamentablemente, los buenos tienen todas las de perder y poco por ganar.
Marx y Engels, escribieron: «¿es posible Aquiles con la pólvora y el plomo? ¿La Illiada es posible con la prensa gráfica y la rotativa?»[viii] ¿Tiene sentido la belleza como símbolo de la bondad, de lo que es bueno verdaderamente como pensaba Platón?, ¿del bien como aquello que hace feliz a la polis?, preguntamos, sin pretender obtener respuesta.
Las obras responden a la época, reflexionan con ella, se debaten en el presente de su tiempo, y Brecht lo sabe y lo reconoce en sus escritos anticipando que «la conciencia puede imaginarse que es otra cosa que la conciencia de la práctica existente», recordándonos la ontología del ser social que cada época marca, algo que ya había develado Marx, y no en menor medida, Freud o Nietzsche.
Al fin, la indiferencia es un velo sutil que todo lo toca y lo envuelve. Una especie de nebulosa, el doble cristal de una férrea ventana, para separarnos de la vida. El resultado: ¿Todos espectadores? Unos más y otros menos, es decir, unos más inocentes que otros. ¿Algunos ocultando su dolor? Telaraña cruel, abusiva, intempestiva.
¿Qué busca Brecht con ese teatro? Quiere que el espectador que participa de una de sus obras no se sienta indiferente ante la realidad que está viendo, ni tome asiento cómodamente ante la escena; desea que pierda ese equilibrio, esa costumbre, la de oír las noticias de la radio, la de ver las de la prensa y la televisión sin inmutarse. Desea que las muertes reales no parezcan muertes de película. Quiere, que el público despierte. Quiere, contrariando las tesis de Aristóteles en la Poética, evitar en la medida de lo posible, la catarsis, la identificación momentáneamente salvadora.
Personalmente, pienso que eso es imposible, que no lo consigue, que la catarsis en sus obras siempre es real por más carteles, canciones y otras alternativas que se le ofrecen al espectador para disuadirle. Para esa identificación alcanza una mirada, un gesto, una frase, un recuerdo, una emoción. Esos que están ahí, en una obra de teatro, somos nosotros.
El Brecht, que quiere transformar el mundo, exige un autor responsable pero también un público responsable frente al arte y, muy especialmente, ante la vida[ix]. Sabiendo que el beneficio del arte es que «enseña a observar las cosas», no sólo con respecto a este, sino en general, dirá: «La obra de arte explica la realidad que representa»[x]. Teniendo en cuenta ese antecedente, observamos una coincidencia en la apreciación, que también hace su contemporáneo, el filósofo Theodor Adorno: «Las obras de arte se salen del mundo empírico y crean otro mundo con esencia propia, contrapuesto al primero, como si este mundo tuviera consistencia ontológica».[xi] Como si tuvieran vida, y esa es la verdad, a su manera la tienen, el teatro especialmente. En cierta medida, es lo que decía Lyotard sobre la filosofía, la verdadera filosofía mira hacia la vida y busca sacar a la luz esa nueva realidad que aún no existe plenamente, para ello pugna por encontrar el hilo de la madeja, «el sentido», para enhebrarlo, para dar cauce a las palabras, para decir: esto es lo que está por llegar, aunque no podáis verlo está entre vosotros, y si no lo habéis escuchado todavía, pronto lo haréis.
Es así, lo reconocemos y, además, podremos apreciarlo claramente cuando analicemos a continuación el texto teatral y la puesta en escena de la obra El alma buena de Se-Chuan. Sencillamente, podríamos decir que como en un espejo, en la obra de arte alcanzamos a ver una imagen de la sociedad con una estética que puede o no gustarnos, pero que en pleno siglo XXI, al contrario de lo que opinaban los clásicos, acepta que la obra sea algo más que la belleza.
John Dewey en el s. XX, dijo: «la pobreza» (…) «nunca ha sido la mejor escuela para saborear las cosas en sí mismas, es profundamente antiéstetica».[xii] Y sobre el teatro de Brecht, la opinión que sostiene Dewey es la siguiente: «era una mezcla de circo, laboratorio, ring». Antes esas palabras, surge inmediatamente la pregunta: ¿cómo la vida misma? ¿A eso se refería? Seguramente.
Pero la lectura de este texto de Dewey, nos permite realizar un hallazgo importante que le une en cierta medida a las opiniones de Jean Francois Lyotard y a las de Theodor Adorno al considerar que «lo estético» es «esa humilde prótesis de la razón», precisamente en una época en que ya todo aparece «estetizado», pensemos en la «cirugía estética», en la «estética de la moda»… Sinceramente, hemos tenido la tentación de escribir, en lugar de «estetizado», la palabra «anestesiado», porque algo de eso nos parece que sucede cuando se aplica a todo o casi todo, la palabra «estética», la cual, la mayoría de las personas ignora que deviene del griego «aestheticus», o que la utilizó por primera vez en el siglo XVIII, en un sentido similar al que hoy se usa, como aquello relacionado con la belleza, un discípulo de Leibniz y Woolf: Alexander Baumgarten.[xiii]
Frente a esta realidad, que en buena medida también fue la de Brecht, este se rebelaba, y así se lo confiesa a quienes tuvieron oportunidad de entrevistarle, como fue el caso de Walter Benjamín, entre otros. Y, del mismo modo, lo repite en sus textos, por ejemplo, en el artículo titulado El hombre sabe demasiado poco de su propia naturaleza. El hombre, al igual que en la vida, acude al teatro y se deja arrastrar por el espectáculo.[xiv]
Cabe entonces, formular esta pregunta: ¿Se puede gozar del arte sobre una base que no sea la de la identificación? En parte y como bien quería Brecht, sí, alejando al personaje, también la época, y recordándole al espectador que eso que tiene frente a sus ojos, no es la realidad, esa realidad que le embarga, le adormece, le separa de los otros, sino aquella que le invita a hacer algo, a escuchar realmente el dolor de otros. Ese espacio donde las almas buenas sufren.
El alma buena de Se-Chuan: argumento.
La obra tiene un total de más de veintiséis personajes. Aunque por la descripción que sugiere el título lleguemos a pensar que Se-Chuan, es el nombre del personaje principal, en realidad es el nombre de la ciudad donde vive esa «alma buena», mujer para más señas, y de nombre Shen-Te.
La historia comienza con la presentación en el espacio escénico de un joven aguador de nombre Wang, quien da noticia de lo que está ocurriendo. Indica que un tratante de ganado que pasa a menudo por la comarca le ha comunicado, y se lo asegurado, que varios dioses, de los más importantes, se acercan a esas tierras y que pronto estarán en Se-Chuan.
Al aguador, la idea le entusiasma. Decide esperarles fuera de la ciudad, porque considera que en cuanto lo sepan los poderosos, acapararán su presencia. Y él, quiere ser el primero en encontrarse con ellos.
En esa espera, pasan tres hombres vestidos de obreros y deduce que no pueden ser ellos, pues van encorvados. Pasan más personas. Al fin, ve venir tres que le parece que sí pueden ser los dioses. Lo deduce porque, y estas son las razones principales: «Están bien alimentados, no parece que hayan trabajado jamás y tienen el calzado cubierto de polvo, como si vinieran de muy lejos». En efecto, son ellos.
Tras el encuentro, los dioses le piden que les consiga habitación para pasar la noche porque están muy cansados del viaje.
A Wang, el encargo le parece fácil de cumplir. Piensa que en cuanto los habitantes de la ciudad sepan que han llegado los dioses de visita se pelearán entre ellos para ofrecerles hospedaje. Sin embargo, no tardará mucho en comprobar que los poderosos no tienen interés en recibir a los dioses.
Igual, continúa llamando a las puertas. Todas se cierran. Desesperado, llama a la puerta de la casa de una prostituta. Precisamente se trata de la protagonista de este drama, Shen-Te, quien no se siente la persona más adecuada para recibirlos, pero sí muestra su disposición para ello, en el caso de que pueda cancelar una cita con un cliente. Como su disponibilidad depende de ese hecho, y sin esperar el resultado, Wang se siente derrotado por las circunstancias y decide no regresar al lugar en el que le esperan los dioses. ¿Cómo podría explicarles que nadie en la ciudad quiere recibirlos?
Como hemos podido apreciar, la estética de esos dioses es la que se espera. Brecht aprovecha para hacer ver que como dioses están bien alimentados y nunca han trabajado, nada que ver con el común de los mortales.
¿Qué buscan los dioses? Un alma buena. Han pasado por otras ciudades y nada encontraron. «¿Mala suerte en Chun, mala suerte en Kuan, mala suerte en Se-chuan? No, ya no queda gente que tema a los dioses».
En la conversación de los dioses aparece una queja que tiene que ver con la religión judía, y Brecht, como la mayoría sabe, es judío. En estas circunstancias, el tercero de los dioses recuerda que el convenio era que el mundo podía seguir siendo como es, siempre que existan unas cuantas almas buenas. Nos recuerda así, el dramaturgo, la promesa que hizo Yahvé a los judíos. Pero si no encuentran almas buenas, y ellos las están buscando, el contrato amenaza con romperse, aunque es evidente, en el caso de los tres dioses, que ese no es su deseo. Ellos desean mantener la promesa. Oímos su dilema, mientras entre ellos se dan esperanzas e intentan convencerse de que: alguna alma buena encontrarán en Se-Chuan.
Mientras el joven aguador está ausente, descubren que su jarro para la venta del agua, tiene doble fondo, por tanto, descubren que engaña a sus clientes.
Es el momento en que comienzan a dudar de la posibilidad de que exista un alma buena en esas tierras, y también de que el aguador les consiga hospedaje.
Mientras tanto, Shen-Te ha evitado la cita con su cliente fingiendo que estaba ausente. Más tarde se presenta ante los dioses para ofrecerles una habitación.
Ellos aceptan y la siguen muy agradecidos de los servicios prestados por Wang, que, por cierto, no ha vuelto a aparecer.
Al día siguiente, antes de marcharse de la casa de Shen-Te, los dioses le dicen que es «un alma buena». Ella no se considera de ese modo, les explica que es prostituta y pregunta: «¿Cómo se puede ser un alma buena, cuando todo está tan caro?»
Los dioses se alejan agradecidos. De regreso, conversan entre ellos. Finalmente, deciden pagarle la habitación que han utilizado.
Cuando ella recibe el dinero comprueba sorprendida que es más que el correspondiente para el pago de la habitación. Se alegra. Hace planes. Puede cambiar su vida. Toma una decisión. Compra una cigarrería, lo que entendemos hoy como un «fondo de comercio». Lo que implica también un alquiler mensual. En el local hay estanterías con tabaco. Shen-Finalmente, se te traslada a vivir a la cigarrería.
La anterior inquilina, la señora Shin, que ahora vive frente a la cigarrería, comienza a aprovecharse de la joven, le recrimina haberse quedado en la calle por su culpa, y que sus hijos pasen hambre. Shen-Te que conoce bien la miseria y como se ha dicho antes, ha sido prostituta, tiene que oír que ella no conoce la desgracia y que tiene mucha suerte, no como la señora Shin, sus hijos y otros desgraciados. Esto de que tiene «suerte» lo oirá más veces, casi tantas veces como encuentros tenga con otros más pobres que ella y a los que brinde su ayuda.
Entran a la tienda una pareja de ancianos con un sobrino, y le comentan que ellos, en un pasado reciente, también tuvieron una cigarrería, pero que ahora están en la calle.
Ante su desgracia, Shen-Te, les permite quedarse. Dice al público:
«Son pobres
No tienen casa
No tienen amigos
Necesitan ayuda
¿Cómo puedo negárselo?»
Les ofrece ocupar un cuarto en la trastienda.
Poco después, entra un hombre en harapos y le pide algún cigarrillo. La mujer del grupo anterior recrimina que no pida pan, pero el hombre contesta que el pan es caro y que con un par de cigarrillos se sentirá mejor.
Shen-Te no duda en darle algunos cigarrillos, mientras dice a los presentes: «Convertirse en otro hombre es muy importante. Voy a inaugurar mi negocio con usted. Me dará suerte».
Mientras tanto, Shen-Te dice al público que esas personas a las que les ha dado cobijo son malas, está claro que no regalarían ni un grano de arroz, pero «¿quién podría hacerles reproche si necesitan de todo?»
Entra un hombre buscando a la anterior inquilina, la señora Shin, porque le debe la mercadería que hay en la cigarrería. Shen-Te se sorprende. Ella creía, que el precio que pagó por el fondo de comercio incluía ese tabaco.
Llega un carpintero. Le muestra una cuenta por la fabricación de una estantería. Shen-Te también creía que las estanterías estaban pagadas. El hombre le pregunta quién solucionará el problema.
Shen-Te no sabe qué contestar. La mujer que ha protegido, del grupo a los que ha ofrecido el cuarto trasero, le sugiere la palabra «primo», por lo que la joven dice que la tienda es de su «primo» y que él se ocupará.
La anterior inquilina, la señora Shin, le indica que no pague al carpintero, que espere a que la lleve a juicio, eso le dará tiempo para obtener alguna ganancia con la venta del tabaco.
Entran un hombre cojo y una mujer embarazada. La mujer está en el quinto mes de gestación. También los recibe.
Ahora, la que llega con porte autoritario y soberbio, es la propietaria del local. Le exige referencias y un adelanto de las cuotas de alquiler. Shen-Te no tiene las referencias ni el dinero para ese adelanto. Aparece nuevamente la palabra «primo», ella la repite, y los demás le hacen el juego. El «primo» lo arreglará todo.
Se acercan tres parientes del grupo que ha protegido Shen-Te, cuentan que su situación es desesperada; también los acoge. Como ya son muchos y algunos se conocen, deciden que los jóvenes pasarán el día en la calle y los mayores en la cigarrería. De todos modos, los jóvenes regresarán a la casa, dos veces al día para comer, y a la noche para refugiarse para dormir.
En este momento se canta una de las primeras canciones de la obra, titulada: La canción del humo.
Da comienzo la canción, un anciano:
«Antes de que los años blanquearan mi cabeza/
Creí que al hombre honrado todo le era propicio/
Hoy sé que la honradez jamás conseguirá/
Llenar el estómago hambriento de los pobres»
Cuando Shen-Te comprende su situación, se percibe sobrepasada por las circunstancias. Todo ha ocurrido demasiado rápidamente. El dueño del tabaco y el carpintero le piden que salde sus cuentas. La propietaria le exige referencias y un anticipo de varios meses por el alquiler. Hay muchas bocas para dar de comer. Ella misma les ha dado hospedaje. El dinero que le dieron los dioses está a punto de desaparecer y la situación se torna trágica para todos.
Dice, Shen-Te:
«El frágil barquichuelo/
Se hundirá en el océano/
¡Tantos náufragos ávidos/
Se aferran a los bordes!»
En un Intermedio entre el acto I y II, los dioses encuentran al aguador bajo un puente. Este se disculpa por no haberles podido encontrar habitación. Ellos le dicen que sí les encontró habitación en la humilde casa de Shen-Te. Le piden que vaya a informarse qué ha sido de esa «alma buena». Están convencidos de que con su dinero habrá podido hacer algunos cambios en su vida. Además, le comentan al aguador que Shen-Te recibió algún dinero (sin explicarle que ellos se lo dieron) y le indican que aproveche y le pida que sea benevolente con él.
Mientras tanto, ellos proseguirán su viaje en busca de «otras almas buenas como nuestra buena alma de Se-Chuan. Y así haremos callar a los maledicentes que pretenden que en este mundo no hay lugar para la bondad».
A partir de este momento, con tantas personas a las que dar cobijo y alimentación más los acreedores, hace su aparición el «primo», que es quien pone las cosas en su sitio. Casualmente, siempre que el primo aparece no está Shen-Te. El «primo», promete, engaña, retarda los pagos, convence, acepta un préstamo que no sabe si podrá pagar, echa a los protegidos de Shen-Te.
Ante los actos del «primo», los demás extrañan a «la buena alma de Shen-Te».
Intervienen otros personajes, por un lado los que dan el préstamo; por otro, el barbero que tiene su tienda cerca de la cigarrería, él admira a Shen-Te y aspira a casarse con ella, pero esta ha conocido a un hombre, que antes vivía en Pekin, un ex aviador que sueña con volver a volar, y le presta un dinero, que a su vez le han prestado a ella para hacer el pago del alquiler. Como la situación se agrava, igual que sucediera en anteriores ocasiones, interviene el «primo», que vuelve a poner todo en su sitio, al menos, provisionalmente.
El aviador es un hombre sin escrúpulos decidido a conseguir lo que desea. Por eso, el romance con el aviador se rompe, se iban a casar, pero ya no hay boda.
Shen-Te ya no tiene dinero. El barbero le ofrece unas barracas que hay detrás de su tienda y que son de su propiedad para que albergue a la gente que protegía en la cigarrería.
Alguien le deja en la tienda tabaco robado. Y le indican que si alguien pregunta de quién es, diga que es de ella.
Poco después, aparecerá «el primo», quien se quedará ese tabaco robado y pondrá una fábrica de cigarros, miserable, pero en la que pueden trabajar los antiguos protegidos de Shen-Te. Ya no tienen que pedir, ahora cobran un dinero por su trabajo, y pueden dormir allí.
El negocio progresa. Todos critican que Shen-Te haya desaparecido, al hacerlo los ha abandonado. El «primo» contrata al aviador que había amado la joven. Le da un puesto de trabajo, con la intención de que se vuelva mejor persona y reconduzca su vida. Poco después lo asciende a capataz. Los demás lo consideran despótico.
El «primo» comienza a engordar. Solo la señora Shing sabe lo que realmente ocurre, el «primo» es Shen-Te disfrazada y está embarazada del aviador.
Mientras tanto, Wang, sospecha que el «primo» ha hecho desaparecer a Shen-Te para quedarse con el negocio, teme que la haya asesinado y decide poner una denuncia.
Pocos después, llega un policía y se lleva arrestado al «primo», al que todos acusan de la desaparición de Shen-Te.
En sueños del aguador, se verá qué ha ocurrido en la sala de juicios. Quienes hacen de jueces son los tres dioses. Estos le preguntan al «primo» qué ha sido de Shen-Te y este desvela su identidad ante la sorpresa general.
Ella explica que la razón de lo que ha sucedido es que «no pudo ser al mismo tiempo buena con los demás y consigo misma».
Finalmente, les recrimina a los dioses:
«Algo debe andar mal en vuestro mundo porque/
Es recompensada la maldad, por qué tan duras penas/
Imponen a quien practica la bondad»
Y estas son las palabras finales del epílogo, dirigidas al público:
«Buscad vosotros mismos algún medio/
Para que un alma buena pueda hallar/
La solución feliz que exige su bondad./
Amado público, busca tú un buen final./
Tiene que existir alguno, tiene que existir./
¡Tiene que existir!»
Características de esta estética de la bondad
En el transcurso de la obra, Brecht ha llevado adelante su teatro épico y para ello también se ha servido del verso. Ha situado la escena en un lugar lejano. Según su propio testimonio, en gran medida, sus obras se basan en el teatro antiguo japonés.
Hay canciones como en muchas otras obras suyas; estas, igual que los versos, intentan acentuar la distancia con el espectador. El mismo efecto consiguen unas escenas cortas que se superponen y que remiten al montaje propio de las películas de cine[xv].
En el siglo XX el tiempo de la estética como representación exclusiva de lo bello ha pasado, pero no así la pregunta sobre qué es arte y qué papel debe jugar el creador con sus propuestas[xvi]. Los actores, como saliéndose de la escena que ellos mismos están personificando, hablan a los espectadores como lo harían a un confesor; al público no le queda otra opción que permanecer en silencio y escuchar. Al mismo tiempo que los personajes le hablan, le están diciendo directamente, «sabemos que estás ahí», tras «la cuarta pared» invisible del escenario, y quizá también están haciendo posible aquello que Brecht quería, despertar al público, hacer que no se sienta hipnotizado, que vaya más allá de eso que se parece tanto a la realidad y no es la realidad, aunque tal vez sea esa otra realidad empírica de la que hablaba Adorno.
Hay, además, escenas en las que se aprecia un claro maltrato hacia la mujer, como es el caso de las palabras que vierte el aviador sobre Shen-Te, así como las verdaderas intenciones que tiene hacia ella. La engaña diciéndole que la llevará con él a Pekín, pero solo ha comprado un pasaje con el dinero que le ha prestado Shen-Te. Sabe que esta ha tenido una pésima infancia, y habiendo sido maltratada, dato que conoce, le parece ver claro que la joven aceptará como normal su maltrato. Además, sabe que ella antes de conocerlo fue prostituta. Está seguro de que si a la hora de partir, él le dice «tú te quedas aquí», ella aceptará. Evidentemente, no conoce bien a Shen-Te, porque tampoco se conoce bien a sí mismo.
Además, hemos podido apreciar claramente cómo, en esa ciudad, el varón vale más que la mujer. Ser varón ostenta un privilegio de credibilidad; un varón puede prometer, e incluso engañar con más facilidad. Allí donde los acreedores esperan cobrar lo que se les debe, el «primo» alarga el tiempo de los pagos, negocia, pide nuevos préstamos que no está seguro de poder pagar, engaña, y consigue su propósito.
El maltrato que Shen-Te puede sufrir por parte del aviador que está dispuesto a llevarse su dinero y abandonarla en Se-Chuan, es solo en un grado mayor, similar al maltrato recibido por parte de aquellos a quienes ha ayudado, y que siempre le reprocharon su buena suerte. Tanta, que hasta tenía un «primo» que la ayudaba. Mientras la tuvieron cerca, se mostraron desagradecidos, la criticaban sin cesar. Pero cuando faltó comenzaron a endiosarla, llamándola «el alma buena de Se-Chuan», igual que hicieran los dioses e imaginando cuán diferentes serían las cosas si ella estuviese allí.
Sin embargo, y pese a que el amor recorre toda la obra de una punta a la otra, una escena imaginaria con el hijo que espera y que está por llegar resume también su amor de futura madre, sin pareja. Por ese niño, al que en el futuro criará sola, también está luchando, y por salvar a unos y otros e incluso a sí misma.
Como se puede apreciar, bondad y maldad se tocan por los filos. Como dice Shen-Te en el juicio: «es imposible ser bueno con los demás y con uno mismo, al mismo tiempo».
Conclusión
«Lo que el arte nos hace ver o nos da en forma de «ver», «percibir», «sentir» (que no es la forma de «conocer») es la ideología de la que nace, en la que se sumerge, de la que se destaca en cuanto arte y a la que hace alusión»[xvii]. Así lo manifiesta Louis Althusser, y de manera parecida Benjamín.[xviii] El arte nos permite ver la realidad, tomarla tal cual es; el conocimiento indaga en las causas de que las cosas sean como son y apela a lo científico.
Brecht ha querido salvar a los buenos. Mostrar lo que ocurría; lo que sucede a diario. Algunas de sus obras tratan directamente del horror nazi.
Salvar a los buenos frente al fascismo y el nazismo era tener la mirada puesta en la izquierda. Brecht era comunista. Y en ese momento de su historia personal, aún le quedaba esa esperanza.
Huyendo del nazismo, sale de Alemania y se refugia en varios países. También en los Estados Unidos, pero de allí tiene que marcharse porque el «macartismo» , con su «caza de brujas» le acusa de ser, precisamente, lo que es, comunista.[xix]
Según Walter Benjamín, Brecht viajó a las Repúblicas Soviéticas, regresó desilusionado, y en una conversación que mantuvo con él, le dijo: «En Rusia rige una dictadura sobre el proletariado. Hay que evitar renegar de ella». Porque evitar renegar de ella, en ese momento, quizá, era la única esperanza que le quedaba en un mundo que se deshacía y dividía lentamente.
Si horrorosa fue la Primera Guerra Mundial, la Segunda fue devastadora, terrorífica, inhumana y asesina de 70 millones de personas, contando la «nuda vida» en que las personas fueron convertidas en los campos de exterminio y muerte.[xx] ¿Puede haber mayor dolor?[xxi]
Adorno dijo que era imposible escribir después de Auschwitz. Brecht parece corroborar lo mismo. Le confirma a Benjamín, que escribe sólo «por encargo», sino no sabría cómo empezar.
Walter Benjamín describe lo que ve cuando está entrevistando al escritor en su despacho: «En una viga longitudinal que sostiene el techo del cuarto de trabajo de Brecht están pintadas las siguientes palabras: “La verdad es concreta”. Observa que en el alfeizar de una ventana hay un pequeño asno de madera que puede asentir con la cabeza. Brecht le ha colgado un cartelito que dice: “Yo también necesito aprender».
Es el mismo Benjamín, que escapando del horror nazi, se suicidará poco después en Portbou, en la frontera francoespañola. Es el mismo también, que siempre tuvo claro que «la distinción decisiva entre el mero abastecimiento del aparato de producción y su modificación» la marca el autor. Es el autor el primer responsable de su obra, de que esta produzca una transformación en la sociedad.
Ese siglo ha muerto, pero en el siglo XXI el horror continúa, hoy tiene otros nombres, otros territorios, otras víctimas.
El alma buena de Se-Chuan siempre tendrá algo que decirnos desde las páginas de un libro o desde el escenario de un teatro. Mientras tanto, las guerras no se detienen, el número de desplazados tampoco, y siempre habrá «buenas» razones para ayudarles o para negarles ayuda, quizá los dioses lo saben, al menos aquellos de esta historia, los que conocieron «el alma buena de Shen-Te»; pero ellos tampoco pueden hacer nada. Pena de mundo, pena de hambrunas, pena de muros.
[i] BRECHT, BERTOLT. Poemas y canciones.
[ii] BRECHT, BERTOLT. Las cinco dificultades para decir la verdad.
[iii] Íbid.
[iv] Íbid.
[v] MARX, KARL. Tesis sobre Fuerbach.
[vi] LYOTARD, JEAN FRANCOIS. ¿Por qué filosofar? «Y mientras la corriente sea oprimida en la realidad, mientras un deseo real no pueda manifestarse, no pueda, es decir, no tenga el poder, el poder de organizar los hombres y las cosas según él mismo, ese deseo, esa corriente se expresa de otra forma, se disfraza, juega al poder en otro ámbito de la realidad. Ahí tenemos la ideología, la filosofía»
[vi] CAMUS, ALBERT. El hombre rebelde.
[viii] MARX, KARL; ENGELS E. Sobre el arte y la literatur.a
[ix] BRECHT, BERTOLT. Observación del arte y arte de la observación. En Antología textos de estética y teoría del arte: «Si se quiere alcanzar la fruición del arte, no es nunca suficiente el querer consumir cómodamente y a buen precio sólo el resultado de la creación artística; es necesario participar de la creación misma, ser en cierta medida creadores nosotros mismos, ejercitar una cierta dosis de fantasía, acompasar o bien contraponer nuestra propia experiencia a la del artista, etcétera».
[x] Íbid
[xi] ADORNO, THEODOR. Teoría estética.
[xii] DEWEY, JOHN. El arte como experiencia.
[xiii] TATARKIEWICZ, WLADISLAW. Historia de seis ideas -Arte, belleza, creatividad, mimesis, experiencia estética-.
[xiv] BRECHT, BERTOLT. El hombre sabe demasiado poco acerca de su propia naturaleza. En Antología de estética y teoría del arte: «La gente va al teatro para ser arrastrada por el espectáculo, envuelta en su hechizo, impresionada, alimentada de ilusiones. Todo esto es algo tan sobreentendido que prácticamente constituye la definición misma del arte. En efecto, el arte se define como algo que libera, arrastra, eleva, atrae. Incluso se considera que un arte que no logra esos efectos no es arte».
[xv] BENJAMÍN, WALTER. El autor como productor.
[xvi]HEGEL, GEORG WILHELM FRIEDRICH. Lecciones de estética.
[xvii] ALTHOUSSER, LOUIS. Dos cartas sobre el conocimiento del arte.Althusser/Darspe.
[xviii] BENJAMÍN, WALTER. El autor como productor.
[xix] Machartismo https://es.wikipedia.org/wiki/Macarthismo
[xx] AGAMBEN, GIORGIO. Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida.
[xxi] LEVI, PRIMO. Si esto es un hombre.
Bibliografía:
ADORNO, THEODOR. Teoría estética. CEME, 2006. Centro de estudios Miguel Enríquez. Chile.
AGAMBEN, GIORGIO. Nuda vida. El poder soberano y la nuda vida. Pretextos, 2013.Valencia.
ALTHUSSER, LOUIS. Dos cartas sobre el conocimiento del arte. Althusser/Daspre
https://es.scribd.com/doc/140609852/Althusser-Dos-cartas-sobre-arte-Pensamiento-critico
BENJAMÍN, WALTER. El autor como productor. CEME, 2006. Centro de estudios Miguel Enríquez. Chile.
BRECHT, BERTOLT. Las cinco dificultades para decir la verdad.
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/233247.pdf
BRECHT, BERTOLT. El alma buena de Se-Chuan. Nueva Visión, 1964. Buenos Aires.
BRECHT, BERTOLT. Poemas y canciones. Alianza, 1999. Madrid.
CAMUS, ALBERT. El hombre rebelde. Losada, 1978. Buenos Aires.
CLARAMONTE ARRUFAT, JORDI. La república de los fines. Contribución a una crítica de la autonomía del arte y la sensibilidad. Cendeac, 2010. Murcia.
HEGEL, GEORG WILHELM FRIEDRICH. Lecciones de estética. Ediciones 62, 1989. Barcelona.
MARCHÁN FIZ, SIMÓN. Introducción a la estética y la teoría del arte. UNED, 2009. Madrid.
MARX, K.; ENGELS E. Sobre el arte y la literatura. MIA, 1965. Cuba.
SÁNCHEZ VÁZQUEZ, ADOLFO. Antología textos de estética y teoría del arte. Universidad autónoma de México, 1978. México.
TATARKIEWICZ, WLADISLAW. Historia de seis ideas -Arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética.Tecnos, 2001. Madrid.
TERRY, EAGLETON. La estética como ideología. Trotta, 2006. Madrid.