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Reacción, catástrofe, acontecimiento

 

Alejandro Escudero Pérez (UNED)



 

Acontecimiento

Un mundo se define en las líneas de cruce de una serie de procesos y estructuras; cristaliza en la red y el laberinto que, así, resulta dibujado1. La plural dinámica de esos procesos y estructuras es compleja. El conjunto manifiesta la estabilidad de un orden en el que se articula el statu quo del mundo. Un mundo, a su vez, incardinado e implantado en los ecosistemas de la biosfera.

Ocasionalmente irrumpe aquí un acontecimiento2. Con ello el orden, su curso regular y estable, es interrumpido, se desbarata. El acontecimiento es súbito, repentino, una erupción. Por uno de sus costados el acontecimiento es contingente: tiene una vertiente imprevisible; pero su contingencia no es absoluta: según su otro costado hay en él un cierto grado de necesidad. Los acontecimientos, por lo tanto, se gestan, se incuban antes de estallar.

El acontecimiento al que aludimos en el aquí y el ahora del mundo es una pandemia global, desplegada a escala planetaria. En su núcleo expansivo posee una índole sanitaria; por lo tanto, concierne, en primer lugar, a la salud y la enfermedad de los cuerpos, es decir, de los que somos nosotros como peculiares integrantes de las estructuras y procesos del orden del mundo.

En la incubación de este singular acontecimiento pueden señalarse varios factores detonantes. Mencionaremos tres de ellos: el deterioro de los ecosistemas por el impacto de la economía industrial3; el veloz transporte aéreo de la aldea global4; la ingesta de un animal salvaje en condiciones insalubres. Estos elementos han concurrido en un preciso lugar geográfico y geopolítico: una ciudad industrial del centro de China (una superpotencia entregada desde los resortes de un Estado omnipresente y autoritario al vértigo del turbocapitalismo y la tecnociencia)5.

La punta de lanza del acontecimiento es una zoonosis: el salto de un virus de una especie a otra. Desde aquí se desata una explosiva cadena de contagios. La infección ocurre cuerpo a cuerpo: por cercanía y contacto; por ello, y mientras falte alguna cura, el principal freno a su transmisión es la separación y el aislamiento. Su resultado es la enfermedad y, en un porcentaje importante de las afecciones, la muerte.

La crisis sanitaria inherente a este acontecimiento recae directamente sobre crisis anteriores. Es, para el orden del mundo, sus procesos y estructuras, un golpe seco en su línea de flotación, una dura prueba de carga. Un acontecimiento se instala en las grietas y las fisuras del mundo en marcha: ahí penetra y, cuando es adverso, hace estragos (en tanto no irrumpe un acontecimiento esas grietas y fisuras está ahí, pero implícitas y latentes, invisibles por el tráfago ordinario).

El primer impacto de este acontecimiento es un drástico parón en un mundo acelerado6. Se asienta con ello un impasse, un compás de espera. Con las calles y las estaciones vacías, las avenidas y los parques desiertos, se respira una atmósfera de irrealidad, todo parece envuelto por el halo imaginario forjado en el cine y la literatura distópica. Sin embargo, el acontecimiento es, siempre, hiperreal7.

Por su irradiación múltiple el acontecimiento es inabarcable, desmesurado, poliédrico. Y, también, su impacto, a medio plazo, es ambivalente: ¿su huella será superficial o será profunda? ¿Marcará un antes y un después o se desvanecerá como una corriente de aire? ¿En qué aspectos de lo real incidirá? ¿A qué escala y con qué ritmo? ¿En qué dirección? Todo esto es una genuina incógnita. Nada de eso está unívocamente prescrito. El futuro, sin ser enteramente indeterminado, está abierto. En la actualidad de un mundo el dibujo de lo que vendrá es siempre tenue y borroso. Lo que es cierto es esto: un acontecimiento es un catalizador de cambios, un atractor de alteraciones en las estructuras y procesos en las que un mundo cuaja y cristaliza, emerge y se sumerge.

Catástrofe

Un acontecimiento adverso, aciago, destructor, es una catástrofe. En este caso reúne dos vertientes en un mismo punto: una vertiente natural y otra vertiente cultural (no se trata de indicar aquí una dicotomía, pues lo que denominamos “natural” y “cultural” está tan imbricado que no cabe, entre ambos componentes del acontecimiento, trazar una nítida y definitiva separación)8.

Es importante destacar que esta catástrofe específica no es una guerra (más allá, claro, de que pueda presentar, de modo secundario, una tenue analogía con ella). Acudir, en el contexto de este preciso acontecimiento, a la metáfora de la guerra es incurrir en una equivocación y un error9. Pero no se trata, solo, aunque también, de apuntar que hay aquí una confusión lingüística. Sucede que la metáfora de la guerra estimula un conjunto de estrategias de cuño reaccionario. Simplificando el asunto puede afirmarse que en la comparación de este acontecimiento con una guerra se alienta, en el fondo, un autoritarismo de la seguridad; en éste, bajo el señuelo de la eficacia por cualquier medio concebible, se estipula, por ejemplo, que para garantizar la seguridad poco o nada importa, entre otras cosas, la suspensión de los derechos ciudadanos constitucionalmente garantizados en un Estado de Derecho. De todos modos, el vocabulario de la guerra es interesante porque delata algo enteramente real en el entorno de lo que se está poniendo en juego a partir del despliegue de este acontecimiento: es cierto que hay en marcha, por todos lados, y desde varios frentes, intentos constantes de convertir esta catástrofe en una guerra (contando, además, con que en cualquier guerra siempre hay, por un lado, unos pocos ganadores y, por otro lado, una mayoría de perdedores)10.

Decíamos anteriormente que un acontecimiento penetra por las brechas e incide en las fisuras del statu quo. Delata, por ello, los desajustes de un orden del mundo. Es decir: con el impacto de un acontecimiento –y dadas sus múltiples irradiaciones- surgen una serie enrevesada de dilemas, paradojas, interrogantes, y, por lo tanto, un conjunto de procesos oscuros y confusos en lo que respecta a su contenido y dirección futura. A continuación, con brevedad, señalaremos algunos de los más resaltables.

El fenómeno de la “información” está atravesado, en una escala de grados, por la desinformación. Pero cuando el centro de la estrategia comunicativa se sitúa en la conversión de una catástrofe en una guerra la información se reduce al mínimo -para dotar de un índice de verosimilitud al conjunto del mensaje- y la desinformación se amplía al máximo. Este marco general conduce a preguntarse, por un lado, por el lugar y el papel de los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión) y, por otro lado, por el tráfico de mensajes en las redes sociales (facebook, youtube, twitter, whatsapp). La incidencia de este acontecimiento ha desatado auténticas campañas, en su acepción bélica, de intoxicación informativa, destinadas a inocular inseguridad, odio, crispación 11.

En las democracias occidentales hay, de un modo más o menos acentuado y con distintas variantes, un contrapeso de poderes y una concurrencia de fuerzas que atraviesan y articulan el espacio de la política. Por ejemplo, y se trata de uno de ellos, el que ocurre entre el gobierno de un Estado y la oposición política (ejercida en el Parlamento y, en la sociedad de la comunicación de masas, a través de distintos tipos de mensajes dirigidos a la sociedad). Este fenómeno, si lo limitamos a Europa, se ha concretado desde que estalló el acontecimiento de modos distintos, según la idiosincrasia y la coyuntura específica de cada uno de los países que consideremos. La peculiaridad de España consiste en que el propósito explícito, más o menos acentuado según los casos, de la oposición política -y siempre desde claves nacionalistas- es derrocar al gobierno legal y legítimamente constituido. Y, cuando esto se antoja como irrealizable, el objetivo se modula hacia el desgaste máximo de cualquier tipo de decisión y acción gubernamental. Se sigue así, pues, la estrategia general que hemos subrayado: convertir en una “guerra” -metafóricamente, pero con un sentido real- una catástrofe12.

Un acontecimiento como una pandemia requiere el concurso de comités de expertos orientados a la asesoría de las decisiones gubernamentales13. Esto da pie a una compleja y relevante problemática. Planteado del modo más simple el dilema se expone en estos términos: “¿Democracia y/o tecnocracia?” Se trata, en el fondo, de una antigua cuestión ya planteada en el mundo grecolatino (por ejemplo, en la contraposición entre la sofística democrática y el esencialismo tecnocrático platónico). En un contexto moderno este marco se altera en un punto significativo: con el auge de la tecnociencia despunta como criterio universal la eficacia y la eficiencia (como apuntó Jean-François Lyotard en su libro La condición postmoderna). Es significativo que China haya emitido su propaganda siempre en esta dirección: afirmando que un Estado autoritario -con un implacable y centralizado poder vertical- es más eficaz en la solución de una pandemia que cualquier otra forma de gobierno. Tenemos, pues, aquí varias dificultades o problemáticas enlazadas: el papel y el lugar del conocimiento experto en relación con el gobierno del Estado y la acción política; el alcance del criterio de la eficacia a la hora de evaluar las decisiones políticas y dotarlas de legitimidad; la afirmación de que la tecnociencia es capaz, por sí sola, de eliminar todos y cada uno de los problemas que tienen que encarar los sistemas sociales y las estructuras políticas ante cualquier género de acontecimiento que los afecte14.

Una de las vías desde las que combatir la epidemia, dicho, de nuevo, en el socorrido y recurrente lenguaje bélico, pasa por la implantación general de aplicaciones en los teléfonos que permiten el rastreo de los movimientos de los ciudadanos. En la parte oriental del mundo esto es, en general, aceptado sin grandes reparos pues es mucho mayor la sumisión tradicional a la autoridad política; allí el poder político -con o sin coartada sanitaria- abusa no sólo de las aplicaciones telefónicas sino también de las cámaras de video y los drones. En todo caso, en el mundo globalizado, o sea, por doquier, los nuevos aparatos de la tecnología digital permiten un específico control de las poblaciones; es la versión futurista de la vigilancia y el eventual castigo. Es un problema recurrente en las sociedades hipertecnificadas y este acontecimiento pandémico suscita renovadas controversias sobre esta importante cuestión15.

El capitalismo es un modo de producción y distribución de mercancías que atraviesa sucesivamente dos estados: o está en expansión o en recesión (y esto sucede por una compleja serie de constricciones sistémicas)16. Ahora, por el impacto del acontecimiento que estamos considerando, comienza un profundo periodo de recesión. ¿Conducirá esta situación a una reforma significativa de este sistema económico (productivo, laboral)? ¿en qué aspectos suyos? ¿hacia dónde? ¿hay en el horizonte alternativas al capitalismo? ¿cuáles son?17

En los primeros compases del acontecimiento de la pandemia, en sus distintas vertientes, cuaja un significativo incremento del poder del Estado respecto a muchos sectores privados o particulares de la sociedad civil. Con ello se contraviene la doctrina neoliberal del Estado mínimo propugnada por Robert Nozick en su libro Anarquía, Estado y utopía (1974). ¿Será un episodio esporádico? ¿Se atisba acaso aquí un cambio duradero en el lugar y el papel del Estado?

La expansión repentina, bajo la presión de la urgencia, del radio de acción del Estado incrementa su poder centralizado, acentuado en su dimensión vertical. Estas intervenciones implican una movilización enorme de recursos y, con ello, un imprevisto gasto económico. Cerradas las vías de la recaudación por el cese temporal de muchas actividades el resultado será un enorme endeudamiento; según un cálculo provisional del FMI la deuda pública de un país como España será, en el año 2021, del 115% del PIB. Esto exigirá, entre otras muchas medidas, una reforma de la política fiscal y, además, requiere de un especial apoyo de la Unión Europea. Pero, ¿en qué dirección tendrá todo esto lugar? 18

Una consecuencia inmediata de la crisis pandémica es el aumento del desempleo por el parón empresarial. Con ello los sistemas de protección social son sometidos a una severa prueba de estrés. Además del subsidio de paro hay ensayos de renta mínima, por ejemplo, destinados a corregir dramáticas situaciones de pobreza y exclusión. Pero ¿se trata de la introducción de mecanismos duraderos de corrección de la injusticia social? ¿serán únicamente parches provisionales?

Riesgo y seguridad van siempre entrelazados19. Según dónde, cuándo y respecto a qué pesa más o menos uno de los factores del binomio. En estados críticos, cuando el orden se tambalea por el impacto de un acontecimiento adverso, se acaricia la utopía de la seguridad total y del riesgo cero. Aquí la promesa de la eficacia inmediata, directa, sin titubeos, es decir, la promesa de una autoridad social y política firme y certera, en los países occidentales del mundo globalizado, se topa con una serie de derechos ciudadanos hasta el momento garantizados, pero que, si esa promesa insensata se expande, podrían ser legislativamente recortados (con lo que las prolongadas y sacrificadas luchas sociales en medio de las cuales esos derechos fueron adquiridos serían repentinamente tiradas por la borda)20.

Este acontecimiento marcará una serie de reajustes en la geopolítica mundial. Se redefinirá, al menos de modo momentáneo, el papel de agentes como China, Estados Unidos, Europa y Rusia. Además, en un horizonte cercano, se apuntan guerras comerciales como la desatada por la implantación de la tecnología 5G21.

Un recurso de contención de la pandemia -en tanto el virus se transmite cuerpo a cuerpo- es el cierre de fronteras entre países, regiones, etc. Este cierre provisional ¿conducirá a un repliegue nacionalista más profundo? ¿y cómo afectará esto a los complejos procesos migratorios propios de la globalización?22

Un foco clave en la solución a la pandemia está en la obtención de medicamentos antivirales y también, de modo señalado, de vacunas. En abril de 2020 se han notificado ciento quince proyectos en marcha para lograr una vacuna; de ellos, el 72% corresponden a empresas privadas; es decir: la investigación privada lleva claramente la delantera. Un fabuloso negocio para la industria farmacéutica. Por otro lado, el desabastecimiento de material sanitario de protección alerta de una de las consecuencias de la deslocalización empresarial.

Hemos recorrido, hasta aquí, algunos de los dilemas y las paradojas destapadas por ese acontecimiento singular. En cada uno de ellos se dibujan distintas alternativas. El desafío de entender el fondo de los problemas y de precisar las alternativas es, sencillamente, abrumador.

Reacción

El impacto del acontecimiento, por su expansión radial, y su interferencia en variados procesos y múltiples estructuras, extiende sobre todo un manto de incertidumbre. Y ante la inseguridad una reacción elemental y certera es el miedo23. En general es importante no denostar de antemano -desde un estrecho y ciego “racionalismo”- las emociones y los sentimientos. El miedo que nos asalta en momentos de zozobra y perplejidad, por ejemplo, puede ser, perfectamente, un factor desencadenante de una respuesta inteligente.

Sin embargo, el miedo es una materia delicada. Dentro de la estrategia general consistente en convertir la catástrofe en una guerra -aunque sea una guerra blanda o débil, sin armas sobre la mesa, pero no por ello menos letal o perniciosa a largo plazo- es clave amasar el miedo hasta convertirlo en pánico24. El pánico es un tóxico poderoso que baja las defensas y nos conduce a correr como pollos sin cabeza. Sobre él se catapulta una reacción a los estragos del acontecimiento de carácter reaccionario. La tentación autoritaria -agazapada en la profunda crisis del mundo moderno- localiza aquí una ventana de oportunidad. Se trata de un autoritarismo poliédrico que, una vez esparcido el virus del pánico y la crispación por el cuerpo social, puede apoyarse, por ejemplo, en ofrecer el señuelo de la seguridad y la eficacia para, a cambio, lograr una drástica restricción de derechos laborales, sociales, cívicos, políticos. La combinación de un Estado autoritario -con un control de la población desde la vigilancia digital, etc.- en un marco económico neoliberal es una respuesta verosímil al statu quo zaherido por la pandemia en curso (en realidad ya se está ensayando este tipo de reacción, en pequeñas dosis, aquí y allí, en Europa y América, en Hungría, Polonia, Brasil o EEUU).

Contrarrestar esta reacción reaccionaria no será nada fácil pues aglutina una serie de fuerzas que empujan en esa dirección (poderes económicos, sociales, religiosos, mediáticos). Tampoco es imposible. Todo pasa, aquí, en este contexto, por reunir una suficiente masa crítica que contrarreste esta línea de reacción y frene su implantación25.

Otros modos de reacción están emergiendo. Su reto básico se concentra en aprender de la catástrofe, evitando, primer lugar, que sea una guerra en la que la mayoría pierda lo poco que tiene y se aproveche de ello, en el casino de la economía global, una minoría privilegiada.

Este texto está redactado desde la óptica y los recursos de la filosofía. Por ello, en relación con los modos de reacción que intentan no ser reaccionarios, comenzaremos por indicar unas pocas de las premisas filosóficas en las que se dibuja un marco desde el que afrontar el statu quo y sus derroteros.

Creyéndose el sujeto o el fundamento del mundo el hombre moderno está embebido de sí mismo, empapado de soberbia. Por eso -pretendiendo sustituir al Dios cristiano- se postula como un sujeto descorporeizado, omnisciente en su entendimiento y omnipotente en su voluntad26. Además, cuando afirma que el fin de la Historia Universal consiste en el logro de su emancipación, la concibe como su liberación definitiva de todo vínculo con el mundo, identificando, así, autonomía con independencia y autarquía27. La arrogancia tecnocientífica es sólo una de las vertientes de este principio general situado en las entrañas del mundo moderno. Uno de los aprendizajes que puede espolear este aciago acontecimiento es el de una imprescindible cura de humildad, cuya traducción filosófica es la de continuar, en el siglo XXI, la crítica del sujeto que ha emprendido una parte significativa de la filosofía del siglo XX28.

Un punto clave en la crítica de la metafísica del sujeto pasa por cuestionar el dualismo antropológico (es decir, la tesis de que estamos compuestos por una parte mental -interior, temporal e inmaterial- y otra corporal -externa, espacial y material). ¿Cómo? Principalmente insistiendo en poner de relieve el existir corpóreo, es decir, la intrínseca corporalidad del existir29. Con ello se destacan, a la vez, dos fenómenos imbricados entre sí: el ser-en-el-mundo y el estar-en-la-naturaleza30. El principio de interioridad del idealismo moderno cede así el paso a un principio de exterioridad.

Un colofón de esta secuencia es el reconocimiento de la finitud y de la vulnerabilidad del existir corpóreo. Destacan, así, la interdependencia y la relevancia de la cooperación, dos elementos sobre los que pivota una ética y una política del cuidado. Se dibuja, desde aquí, una comunidad de ciudadanos que interactúan en la esfera pública en una búsqueda conjunta del bien común (una comunidad situada más acá del atomismo del individuo y del holismo del pueblo, dos figuras señeras de la idea moderna de sujeto)31.

Este acontecimiento adverso está vinculado a la salud, es decir, a la vida, la enfermedad y la muerte. Aceptando que no hay riesgo cero ni, por lo tanto, seguridad total, es importante insistir en que este riesgo específico sí se puede minimizar32. Cabe intentar prevenir este tipo de zoonosis con una serie de medidas. La más general tiene que ver con el cambio climático33. La más concreta con modificar el trato a los animales con los que compartimos la biosfera34. Pero, por sus intereses particulares, la industria farmacéutica preferirá siempre curar a posteriori que prevenir a priori: es su fabuloso negocio lo que está en juego. Hoy está en marcha, por ejemplo, una soterrada guerra comercial por conseguir una vacuna cuyos beneficios se emplearán en cualquier cosa menos en la prevención de pandemias futuras35. Somos, pues, los ciudadanos, no las empresas biotecnológicas, a quienes corresponde presionar para que se vaya en la dirección de prevenir el desencadenamiento de este tipo de peculiares acontecimientos.

Las dificultades que tenemos por delante son enormes, formidables. Los sectores del mundo afectados por la ola del acontecimiento son muchos. Y las respuestas y reacciones tendrán que ser parciales y, a la vez, coordinadas, pero ¿cómo?

El rastro de tristeza y dolor por todos los fallecidos es desolador. Toca sobreponerse a este inmenso trauma colectivo. Pero a pesar de todo la vida volverá a resurgir y se abrirá camino de nuevo. El panorama inmediato es sombrío: estará lastrado, para amplias capas de la población, por el paro, la precariedad, la marginación, la pobreza36. Pese a todo es importante no sucumbir al pesimismo y resistir al pánico empujando hacia lo mejor de lo posible. No será fácil lograrlo, pero el esfuerzo merecerá la pena; no sucumbir sin luchar, en definitiva.

El encierro o confinamiento en las casas nos aísla y separa37. Pero, tarde o temprano, de nuevo, las calles y las plazas nos reunirán en el espacio público, en el que se irán trazando series concéntricas de vínculos de interacción trenzados en torno a logros específicos. Estaremos, en definitiva, juntos, en un esfuerzo común. ¿Seremos capaces de aprender algo significativo de este acontecimiento adverso de repercusiones tan hondas y ramificadas?

Hay, también, un reto que nos interpela a lo lejos: profundizar en la democracia. Es la señal principal del camino, la orientación más firme en las tareas políticas que nos reclaman. Es la luz tan tenue como nítida de un futuro mejor.



 

NOTAS

 

1 Anthony Wilden, Sistema y estructura, editorial Alianza, 1979; René Thom, Estabilidad estructural y morfogénesis, editorial Gedisa, 2015.

2 Claude Romano, Lo posible y el acontecimiento, ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2008 (autores significativos que han indagado en esta cuestión son Martin Heidegger, Walter Benjamin, Hannah Arendt, Gilles Deleuze, Reiner Schürmann, Alain Badiou, Slavoj Zizek, etc.).

3 Manuel Peinado Lorca, “Murciélagos y pangolines: el coronavirus es una zoonosis, no un producto de laboratorio”, El Periódico, 13/04/2020.

4 Este específico acontecimiento llegó a Europa en avión, es decir, aterrizó en algún aeropuerto de una gran ciudad después un viaje, fuese turístico o, lo más probable, un viaje de negocios. Albino Prada, “Contaminación por coronavirus y capitalismo global”, Infolibre, 16/04/2020

5 Montserrat Vila, “La pandemia, una invasión biológica global”, El País, 14/04/2020. Steven Tsang, “El nuevo maoísmo de Xi Jinping”, Nueva sociedad, febrero, 2019.Vicente Verdú, China superstar, editorial Aguilar, 1998.

6 Hartmut Rosa, Alienación y aceleración, editorial Katz, 2016; Remedio a la aceleración (ensayos sobre la resonancia), editorial Ned, 2019.

7 Santiago Alba Rico, “¿Esto nos está pasando realmente?”, El Diario.es, 17/03/2020.

8 Philippe Descola, Más allá de naturaleza y cultura, editorial Amorrortu, 2012.

9 Ruth Toledano, “El coronavirus y la militarización de la vida social”, El Diario.es, 9/04/2020. Javier Franzé, “Pandemia y metáfora bélica”, Infolibre, 10/04/2020.

10 La “Fundación Internacional para la Libertad” (presidida por Mario Vargas Llosa) ha emitido un manifiesto en el que denuncia el “autoritarismo” desde la peor demagogia de la extrema derecha neoliberal (una mezcla inconsistente de darwinismo social y eugenesia bajo el principio del individualismo posesivo); su defensa instrumental de la “democracia liberal” y de la “economía de mercado” únicamente pretende apuntalar a una clase privilegiada de corte feudal (la clase codiciosa que pretende enriquecerse ahora también con esta “guerra”). Xavier Ruiz Collantes, “Defender la democracia no es defender el liberalismo”, Contexto, 25/04/2020.

11 Antonio Maestre, “Necroperiodismo”, El Diario.es, 11/04/2020; Javier Valenzuela, “Carroñeros”, Infolibre, 8/04/2020. Miguel Pascual Liaño, “A propósito de los bulos”, Contexto, 10/04/2020. Joaquim Bosch, “Desenmascaremos a calumniadores, mentirosos y acosadores”, El Diario.es, 17/04/2020. Daniel J. Levitin, La mentira como arma, editorial Alianza, 2019; Matthew D’Ancona, Posverdad, editorial Alianza, 2019.

12 Ángel Viviente Core, “La oposición: mucho más allá de lo esperado”, Infolibre, 12/04/2020.

13 José Luís Moreno Pestaña y otros, “Expertos: sólo los míos son buenos”, Sin Permiso, 12/04/2020; María Unceta Satrústegui, “¿Hemos sacralizado a los comités científicos?”, Infolibre, 18/04/2020. Javier Sampedro, “Ciencia autocrítica”, El País, 24/04/2020. Josep María Colomer, El gobierno mundial de los expertos, editorial Anagrama, 2014.

14 Evgeny Morozov, La locura del solucionismo tecnológico, editorial Katz, 2015.

15 Byung-Chul Han, “La pandemia y el regreso de la sociedad disciplinaria”, La Vanguardia, 3/04/2020; Luís Fajardo López, “¿Gran Hermano o democracia?”, Contexto, 8/04/2020. Zygmunt Bauman y David Lyon, Vigilancia líquida, editorial Planeta, 2015. Clara Giménez Lorenzo, “Sensores de movimiento en la puerta de casa para controlar el confinamiento en China”, El Diario.es, 22/04/2020.

16 Carlos Fernández Liria, “El coronacapitalismo”, Cuarto poder, 27/02/2020. Juan Carlos Escudier, “El neoliberalismo resucitará”, Público, 17/04/2020. David Harvey, El enigma del capital y las crisis del capitalismo, editorial Akal, 2012.

17 David Schweickart, Más allá del capitalismo, editorial Sal Terrae, 1993; Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, editorial FCE, 2014; Paul Mason, Postcapitalismo, editorial Paidós, 2016;

18 Luís Díez, “Crisis cornonavírica: cuánto cuesta y quién la paga”, Cuarto Poder, 16/04/2020. Emilio de La Peña, “Cómo se paga la pandemia”, Contexto, 21/04/2020.

19 Ulrich Beck, La sociedad del riesgo, editorial Paidós, 2006.

20 Álvaro García Linera, Íñigo Errejón, Qué horizonte (hegemonía, Estado y revolución democrática), editorial Lengua de Trapo, 2019.

21 John Gray, “Adiós globalización, empieza un mundo nuevo”, El País, 12/04/2020; Patrick Wintour, “El nuevo orden mundial tras el coronavirus: el debate soterrado de la geopolítica ya ha comenzado”, El Diario.es, 13/04/2020. Pedro Baños, El dominio mundial (elementos de poder y claves geopolíticas), editorial Ariel, 2018.

22 Wendy Brown, Estados amurallados, soberanía en declive, editorial Herder, 2015; Donatella Di Cesare, Extranjeros residentes (una filosofía de la migración), editorial Amorrortu, 2019.

23 Las emociones, tal y como expone Heidegger en los parágrafos 29-30 de Ser y tiempo, son una reacción originaria a lo que acaece; se trata de una específica e irreductible apertura al mundo de la existencia humana. Fréderic Lordon, Los afectos de la política, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2017.

24 Naomi Klein, La doctrina del shock, editorial Planeta, 2012.

25 Philipe Ball, Masa crítica (cambio, caos, complejidad), editorial Turner, 2008; Rosi Braidotti, Metamorfosis (hacia una teoría materialista del devenir), editorial Akal, 2005. Farid Kahhat, El eterno retorno (la derecha radical en el mundo contemporáneo), editorial Crítica, 2019.

26 Antonio Campillo lo explica así: «La Europa moderna inventó la gran dicotomía cartesiana entre la res extensa y la res cogitans, el reino de la necesidad natural y el reino de la libertad humana. Y sobre esta dicotomía se construyó el mito del progreso, según el cual la humanidad iría dominando los procesos naturales y emancipándose cada vez más de ellos por medio de los saberes tecno-científicos y los poderes económico-políticos. Esta es la religión tecnológica sobre la que se sustenta el delirio capitalista del crecimiento ilimitado» (en el artículo “Pensar la pandemia”, The Conversation, 31/03/2020). El dualismo antropológico moderno es, por cierto, una prolongación del cristianismo.

27 Jerome Schneewind, La invención la autonomía, ed. FCE, 2009.

28 Jean-Luc Nancy, ¿Un sujeto?, Ediciones La Cebra, 2014.

29 Jean-Luc Nancy, Corpus, editorial Arena, 2010; Alva Noë, Fuera de la cabeza, editorial Kairós, 2010; Santiago Alba Rico, Ser o no ser (un cuerpo), editorial Seix Barral, 2017; Michel Serres, Variaciones sobre el cuerpo, editorial FCE, 2011.

30 Martin Heidegger, Ser y tiempo, editorial Trotta, 2003; Timothy Morton, El pensamiento ecológico, editorial Paidós, 2018.

31 Patricia Manrique, “Hospitalidad e inmunidad virtuosa”, Lavorágine.net, 27/03/2020.

32 Jared Diamond, Nathan Wolfe, “El próximo virus”, El País, 22/03/2020. Juan Fueyo, “La pandemia que vendrá”, El País, 21/04/2020.

33 Raúl Rejón, “La destrucción de la naturaleza que provoca la actividad humana multiplica las enfermedades como la Covid-19”, El Diario.es, 13/04/2020.

34 Dice Jane Goodall al respecto: “A medida que destruimos los bosques, por ejemplo, las diferentes especies de animales que viven en ellos se ven obligados a desplazarse y las enfermedades pasan de un animal a otro. Y este otro animal, obligado a estar más cerca de los seres humanos, puede probablemente infectarlos. También son los animales salvajes cazados, vendidos en los mercados en África y Asia, especialmente en China, y nuestros criaderos intensivos, donde se hacinan cruelmente miles de millones de animales en todo el mundo. Estas condiciones brindan la ocasión a los virus de pasar entre las especies y llegar a los seres humanos. Tenemos que entender que formamos parte del mundo natural, que dependemos de él, y que, destruyéndolo, robamos el futuro a nuestros hijos. Espero que, a raíz de esta respuesta sin precedentes, estos confinamientos impuestos en todo el mundo, cada vez más gente abra los ojos y comience a pensar en otras maneras de vivir” (Econoticias.com, 16/04/2020).

35 Ara Darzi, “Las grandes farmacéuticas son el principal escollo para encontrar un tratamiento contra el coronavirus”, El Diario.es, 6/04/2020; Fernando Lamata y otros, “¿De quién será la vacuna?”, Público, 19/04/2020.

36 Juan Benach, “La pandemia mata a los pobres; la desigualdad todavía matará más”, Contexto, 16/04/2020; Judith Butler, “La enfermedad de la desigualdad”, Contexto, 25/03/2020.

37 Carolina Meloni, “La comunidad intocable”, Lavoragine.net, 29/03/2020.

 

 

 

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