Comentarios sobre la obra Lo Santo, de Rudolf Otto.
(Mayo de 2017)
Dr. Miguel Ahumada Cristi – UNILA/Brasil
PRESENTACIÓN
Rudolf Otto es un importante referente para quienes estudian la “Idea de Dios”. En una de sus obras más importantes separa los aspectos racionales e irracionales de las experiencias religiosas, en las que se encuentra el sentimiento numinoso. En efecto, su texto Lo Santo, contiene aspectos relevantes que explican cómo el ser humano, muy distinto a alguna divinidad, es capaz de sentir (no de aprehender o conocer) en el fondo de su alma, el infinito continente divino.
Otto hace un análisis fenomenológico de la experiencia religiosa, en tanto explica los hechos, desde la percepción o el sentir hasta las impresiones que ellos producen en la conciencia. En efecto, en Lo Santo, el filósofo se detiene en las emociones que lo numinoso causa en el hombre, tales como el asombro, el estupor o el sentimiento de criatura ante lo sagrado. Todos estos fenómenos nacen de un algo que “misteriosamente” está fuera de sí; es un sentimiento que da presencia a lo numinoso, pues trae a la conciencia la emoción religiosa, antes de explicarla con todas sus características. Por ello es que en el análisis fenomenológico de Otto, se explica la emoción por medio del fenómeno, pero se plantea, a modo de restricción, la noción que si no hay sentimiento hacia lo sagrado no se puede explicar lo que se tiene enfrente.
Este análisis también es de carácter histórico, puesto que muestra la evolución de la experiencia numinosa a través de los siglos, a modo de develar lo común que ha tenido el fenómeno religioso a lo largo de la historia. En otras palabras, Otto hace suya la tarea de analizar las categorías de lo santo y de lo numinoso que resultan de nuestras experiencias de tipo religiosas. De ahí que en nuestro ensayo trataremos de dar cuenta de los aspectos que, según Otto, caracterizan lo numinoso y lo sagrado, y cómo estas categorías provocan en el hombre y sus sentimientos algo que lo lleva más allá de la razón, por lo menos en su sentido práctico. Trataremos de dar cuenta del Misterio Tremendo, incluyendo críticas personales sobre aquello que según el teólogo alemán es lo que funda y compromete a todas las religiones, incluyendo aquellas sin Cristo, o sin un dios, como el caso de la concepción nihilista del budismo. Lo que no hay, nos dirá Otto tajantemente, es una religión donde no haya Misterio, algo trascendente, que esté fuera del mundo natural que nos rodea.
I. LO NUMINOSO
Otto cree que una particularidad de la experiencia religiosa es algo sobre lo que el racionalismo tanto ha especulado como ignorado, porque la religión no se reduce a enunciados de conceptos. Por lo racional, diría Otto, es que conozco un objeto por experiencia; sin embargo a Dios lo puedo sentir sólo mediante el espíritu. Veremos más adelante que Otto cree que lo numinoso se presenta bajo la imagen de lo algo absolutamente distinto a mí, por lo tanto inaccesible e inaprehensible.
Otto analiza la experiencia religiosa de lo numinoso y lo irracional de lo santo, y es aquello que habita en todas las religiones lo que se convierte en su fundamento. En esta experiencia surgen sentimientos que vienen desde dentro del alma humana, sentimiento éste de carácter religioso, al que llamó numinoso. Esta experiencia religiosa es, en cierto modo, una parte de la esencia de lo sagrado, que rigurosamente excluye cualquier interpretación racional hacia la religión. En otros términos, Otto señala que lo irracional de la experiencia y vida religiosas se manifiestan en presencia de lo numinoso. Entonces, lo numinoso es aquello que el hombre es capaz de sentir sólo en la medida que abra su espíritu para acceder a lo divino. Por lo tanto, el objeto numinoso es lo sagrado, el Misterium Tremendum, lo absolutamente heterogéneo, el numen o lo divino, y lo que en la fe cristiana sería lo que Dios nos entrega para estremecernos, pero que no es Dios, por cuanto surge de nuestros espíritus cuando elevamos nuestros sentimientos hacia él mediante la experiencia religiosa. Indica, además, que aquel que tenga esta experiencia religiosa será un buen intérprete de Lo Santo; mas, por el contrario, dice Otto: “Quién no logre representárselo o no experimente momentos de esta especie [sentimientos numinosos], debe renunciar a la lectura de este libro”.[1]
Lo numinoso en Otto es de naturaleza absolutamente inaccesible; es lo Absolutamente Otro, y que, por lo mismo, es indefinible mediante conceptos racionales. Por éstos y otros motivos, más adelante veremos que Otto cree que la religión es el desarrollo histórico del espíritu humano, que nace precisamente de la experiencia numinosa, en todos estos aspectos: Mysterium, Tremendum, Fascinans.
Plantea que el misterio, separado de lo tremendo, es clarificado más notoriamente por el término mirum o mirabile, sinónimo de “admirable.” Que el misterio sea algo que deba admirarse, depende del carácter augusto del numen, aun cuando todavía el mirum no es equivalente a admirar, sino más bien como un estado de asombro ante lo numinoso. Este asombrarse, como un estado natural ante lo numinoso, al que llamará stupor, que significa “ asombro intenso, un quedarse con la boca abierta”[2], que sólo puede entenderse como un sentir natural del hombre.
El misterio religioso, i.e., mirum, es lo heterogéneo en absoluto[3], y no puede reducirse a lo consuetudinario, porque es en sí un sentimiento de intenso asombro. Por ello es que, evidentemente, aleja este aspecto de lo espiritual animista, puesto que en este último fenómeno, mirum se explica mediante objetos que pueden ser percibidos sensorialmente, básicamente vistos, (almas o espíritus), lo que reduce la religión a una racionalización de la misma, y aquello, en efecto, elimina el misterio. Señala que este espiritismo no tiene valor para el estudio de la religión.[4]
En este sentido, los mitos sistematizados, que se sitúan en el grado inferior del numen, consisten en su peculiaridad sentimental; es el estupor ante lo absolutamente heterogéneo, sea espíritu o demonio.
II. SENTIMIENTOS E IMPRESIONES ANTE LO NUMINOSO.
Otto plantea que el sentimiento de lo heterogéneo en absoluto también puede adherirse a objetos naturales, cosas sorprendentes, impresionantes, “procesos y cosas chocantes de la naturaleza, animal y humana.” En efecto, el sentimiento hacia estos fenómenos también es peculiar, pues son sentimientos hacia lo numinoso como un acto natural del hombre y sus impresiones.
El misterium es aquello inexplicable e inaprehensible, es Lo Otro. En consecuencia, ante aquello inexplicable surge el aspecto Tremendum, que es el sentirse “espantado” ante lo numinoso, “un quedar boquiabierto.” Como diría Otto, es un sentimiento de estupor máximo que nos hace retroceder espantados ante la presencia del Misterium, entendido como lo absolutamente heterogéneo, y que, por esencia, es inexplicable. Pero aun así se da la antinomia que a pesar de que nos causa pavor, nos fascina y resulta atrayente; es una paradoja fascinante, i.e., Fascinans.
En consecuencia, en lo misterioso el sentimiento no se elimina. Por esa razón es que lo sobrenatural y lo supracósmico son, en efecto, absolutamente heterogéneos. Por ello es que nuestro sentir hacia ellos involucra sentimientos peculiares, que no se pueden expresar en conceptos claros. Es precisamente este aspecto de lo numinoso lo que Otto llama misterio.[5]
El mirum (el misterio, lo absolutamente heterogéneo), es por cierto, incomprensible, porque “trasciende de todas las categorías de nuestro pensamiento”[6], haciendo nuestras comprensiones ineficaces, puesto que en ocasiones las deroga. En este caso, el numen se convierte en paradoja, porque además de situarse por encima de nuestra comprensión, “parece ir contra la razón”. Esta antinomia hace del mirum un actuar contra la razón, v.g., un actuar en contra del ser en su interés por comprender lo absolutamente heterogéneo; vale decir, el mirum. En este caso, tanto la paradoja como la antinomia nos hacen situarnos en una búsqueda afanosa de comprender lo incomprensible, intentando razonar sobre lo que es inaprehensible y que va, además, contra la razón.
Estos elementos son irracionales en la Idea de Dios; el misterio, el numen o lo absolutamente heterogéneo no se reducen a conceptos mediante la razón. El objeto realmente misterioso es inaccesible e incomprensible no sólo porque nuestras facultades tienen respecto a él límites infranqueables, sino además porque tropiezo con algo absolutamente distinto, que por su género y esencia son inconmensurables en relación a la esencia humana. Debido a esto aquel estupor hace que el hombre retroceda espantado, lo que, a su vez, provoca que el Misterio no sea comprendido.
En relación al aspecto fascinante, lo numinoso, presentado como misterio, es también tremendum. Esto nos hace distanciarnos de su majestad, aunque al mismo tiempo fascina y seduce. Estos dos caracteres que se unen, v. g., el tomar distancia sintiéndose atraído, forman parte de toda la historia religiosa y su evolución. Dice Otto que, por lo menos, se lo puede explicar a partir del pavor demoníaco. Lo divino demoníaco nos distancia por el temor, por el horror, pero su naturaleza resulta atrayente. La criatura se siente desmayada, sobrepasada infinitamente, y aun así siente el impulso de ser parte de él.
Sostiene Otto, que existen conceptos racionales en este elemento irracional fascinante que pueden ser útiles para esquematizarlo. Se trata del amor, la misericordia y la piedad, expresiones de la vida espiritual corriente, aunque pensados en su perfección suma (beatitud). No obstante, la cólera causada por la infelicidad religiosa, comprendida de manera racional, no alcanza a comprender aquel horror que presenta en ocasiones el misterio de la divinidad. Tampoco lo hace la clemencia, porque ésta queda corta al intentar razonar este misterio, aunque se le haya asignado la beatitud, i. e., la “gracia”, que Otto la significa como clemencia, pero que al mismo tiempo es “algo más” que eso, porque proviene del fondo del alma humana.
Hasta aquí nuestra simpatía con Otto. Sin embargo, creemos que se ve entrampado al hacer una analogía de la música. Si bien Otto no niega el carácter numinoso del arte (especialmente la Arquitectura, como veremos más adelante), parece no dar ese carácter a la música[7]. Para el filósofo ella, al igual que la literatura, no posee carácter religioso. Según nosotros, la música y la Literatura, como cualesquiera grandes obras de arte, pueden alcanzar cualitativamente a producir en nosotros el gran sentimiento de asombro capaz de remecer el alma, tanto como la experiencia extática religiosa. Por ejemplo, pensemos aquellos cuentos de Oscar Wilde como El Príncipe Feliz o El ruiseñor y la rosa, la visión de los frescos de Sequeiros o Diego Rivera, o la música de Mozart, que inspiró la película Amadeus, en la que, precisamente, se nos presenta a la música como una obra divina, y no humana. En el caso de los dos cuentos de Wilde que citamos, nace aquel sentimiento de pequeñez frente a la pregunta ¿Quién soy yo comparado con el ruiseñor que, cargado de amor, dio su vida por el otro? ¿Quién soy yo ante aquel amor tan profundo, como el que presenta Wilde en El Príncipe Feliz? El príncipe feliz “llora”, ya que no puede ser feliz si los demás no lo son. La golondrina representa el valor de la amistad. Este valor puede, como ocurre en ambos cuentos, llevar a un ser humano hasta dar la vida por los demás. Lo que permanece es la capacidad de la persona de llegar al sacrificio por la especie humana, aunque por ello no haya nada a cambio, ni reconocimiento alguno. ¿No es acaso esto lo más numinoso que puede engendrar el alma humana? ¿No es acaso éste un acto similar a la bondad del Dios de los Evangelios? Otto podría pensar, que la profanidad, aunque sea casi nula en algunos seres humanos, impide que el sentimiento sea cualitativamente similar. No compartimos ese juicio, pues el hombre en su naturaleza de ser que siente hasta un grado inconmensurablemente superior, puede alcanzar en su sentir de lo superior, como es el arte, la misma sensación de lo infinitamente absoluto, hasta el “éxtasis”, que hay en lo religioso.
Otto señala que dentro de algunas manifestaciones religiosas (como la expiación, el rezoª, el sacrificio, por ejemplo), existen también fenómenos de raíz mística, de intervenciones fantásticas que también pueden alcanzar lo numinoso. En ocasiones, aquello causa exaltación y éxtasis, cuyo punto de partida “mágico” intenta aplicar el numen a formas naturales. Sin embargo, declara Otto, la “vita religiosa” verdadera sólo comienza cuando la posesión del numen “por él se convierte en un fin que se busca por sí mismo” pues aquí el ser adopta una “gracia” alejada de lo mágico, porque sus sentimientos son más puros y madura su emoción, y se convierte en un “estar en el espíritu”[8].
En ambos casos (raíz mística y vita religiosa) dice Otto, se presenta algo en común, que se percibe en el misterio, se siente íntimo y esto proporciona beatitud que no se expresa, sino que solamente se puede experimentar, y la paz que este estado proporciona está por encima de toda razón. Para explicitar esto, Otto cita de San Pablo: “Lo que ningunos ojos han visto, lo que ningún oído ha escuchado, lo que no ha sentido ningún corazón humano…”[9] Aquí nuevamente lo percibido queda anulado por carácter negativo.
Luego ejemplifica con algunos himnos profundos pero sin contenidos positivos. Citamos algunos versos:
“Mi corazón está vacío de verdadero saber, acógele en tus brazos” Este es un verdadero sentimiento, el que según Otto, posee algo más. Ese algo más es lo que Otto describe como fascinante, y que según él, está en todas las religiones que implican la salvación del hombre. Este aspecto fascinante, irracional en su forma, trata de decirnos que es algo que no es capaz de penetrar en la mente del “hombre natural”, puesto que le parece como algo contra natura, como algo tedioso. Lo real dice Otto, es que este sentimiento el hombre natural no lo entiende porque al entender como natural este aspecto fascinante, el hombre no acude a la emoción numinosa y no tiene la ayuda de una voz interior, lo que lo aleja de lo absolutamente heterogéneo.
Otto discute con Scheleiermacher, quien afirma que el sentimiento solemne, que tiene “algo más,” capaz de saciar el espíritu, necesita asociarse con elementos racionales, ya que no puede por sí mismo. En cuanto a esto, Otto piensa que si Scheleiermacher tuviera razón, sería por razones distintas. Estos estados solemnes llenan por sí sólo el alma, pues “si te tengo, ya nada me importan cielo y tierra”. Esto, si te tengo ya nada me importan cielo y tierra, es lo que algunos místicos llaman “Fondo del alma”, un más allá que es elemento irracional, que repite el carácter fascinante del numen, un fascinante excesivo de estos elementos sería:
“¡Oh, quién pudiese deciros lo que el corazón siente y cómo se consume y arde interiormente! Pero no encuentro palabras para expresarlo. Sólo me es dado decir que si una gota de lo que siento cayera en el infierno, el propio infierno se convertiría en Paraíso”[10]
Otto afirma que en esta emoción, se siente el elemento irracional y peculiar de la beatitud. Aspecto fascinante del numen que es inexplicable por las criaturas, que sólo pueden sentir y decir que sienten, pero que no lo explican ni aprehenden[11].
Lo racional, según Otto, sería intentar reconocer los símbolos de expresión que están ocultos en nuestra naturaleza, a saber: impulsos y deseos sensibles, espirituales e intelectuales.
El Nirvana del Budismo, también puede enardecer a sus adoradores de sentimiento positivo, a pesar del nihilismo como elemento numinoso. Por ello es que Otto afirma que lo fascinante está en todas las religiones, porque por más que analicemos el mundo y lo razonemos, siempre habrá algo que nos deje profundamente conmovidos, Dios. Sin embargo, cada religión es distinta en contenido. Para ejemplificar lo numinoso, veremos algunos medios de expresión que Otto presenta:
a) Los medios directos
El sentimiento numinoso no se aprende de manera sistemática, sino que “únicamente puede despertarse sacándose del espíritu.”[12]
La naturaleza de lo numinoso que ya explicamos anteriormente no se enseña de manera sistemática, de manera, digamos, pedagógica, puesto que el numen, puede sólo tener origen en lo irracional. Creemos, como Otto, que el sentir humano no es algo que se transmite; sin embargo, se pueden presentar instancias para que se comprenda y llegue al alma humana. Es otra paradoja, intransferible de mente en mente, pero que se presenta a la mente y el alma, para sentir lo Absolutamente Otro. En las oraciones, dice Otto, es posible transferir, o por lo menos, creemos hacerlo, abrir las puertas para sentir lo divino. Esto, porque las lecturas bíblicas están empapadas de numen. De todas formas, Otto parece poner nuevamente su muralla, y es que sólo un espíritu abierto a sentir Lo Otro, puede oír a Dios en su interior. Señala Otto: “Quien lee estando en el espíritu la Escritura, siente y ‘vive’ lo numinoso, aun cuando no tenga idea de ello…”[13]
b) Los medios indirectos
Comienza señalando que la estimulación indirecta pertenece a la vida natural del ánimo, cuyo sentimiento más primitivo es lo terrible, que ha sido cuestionado por su profanidad o su calidad de indigno. En efecto, aquellas representaciones de lo terrible o espantoso se pueden presentar en las imágenes antiguas de dioses. Según Otto, esas representaciones materiales pueden causar a cualquiera, más en los salvajes[14], aspectos numinosos.
Como superación a lo terrible, propone lo sublime, porque según él, ha de abrir paso a una conexión entre lo santo con lo sublime, en relación al sentimiento numinoso. Se refiere a aquel “milagro” que el hombre natural no comprende.
c) Los medios de expresión artística.
Su tesis es que el arte es también un medio sublime de lo numinoso. En eso estamos de acuerdo. Sólo fijémonos en la obra de Gaudí, quién construyó toda su obra pensando en Dios, lo más sublime de la expresión de lo numinoso. Según Otto, esto se da en la arquitectura. Según ello, entonces, lo sublime está en las magnas construcciones arquitectónicas, por lo que el arte tendría un aspecto sentimental peculiar, algo mágico, como dice Otto. En este punto, a nuestro juicio hay una contradicción, pues lo mágico según Otto encubre lo numinoso, pero ¿no es acaso lo numinoso algo mágico e inexplicable por medio de la razón?
Nacen estas interrogantes porque Otto previene que igualmente lo sublime y lo mágico[15], por muy intensos que sean, son tan sólo representaciones indirectas de lo numinoso a través del arte. Otto, en su libro, cayó en el euro-centrismo de presentar el arte gótico como arte que dejó de ser mágica para transformarse en numinosa, a diferencia, por ejemplo, de la Esfinge de Gizeh. A nuestro modo de pensar, ambas edificaciones, roca y tierra, son de la misma naturaleza, y presentan lo grandioso del hombre en su innata capacidad de construir. En efecto, creemos que no hay diferencias cualitativas más que lo que se ve y puede estremecernos de igual forma o dejarnos con la “boca abierta”. Claramente, a nuestro entender, Otto cae en juicios típicos etnocentristas de hombre europeo que ve lo máximo de lo numinoso en lo que se refiere a la cristiandad. Podría resultar, para su contra, que un hombre que no conozca las pirámides de Egipto y no conozca la catedral de Ulm, pueda, al llegar a conocerlas, experimentar el mismo sentimiento en ambos casos, un estado de completo asombro que lo reduce a pequeño.
IV. LO SANTO Y SUS CATEGORÍAS.
Ya dijimos que según Otto, en todas las religiones aparece el “sentimiento de criatura” como algo universal, y este elemento a priori constituye uno de los orígenes de toda religión, También lo profano es otro sentimiento que causa estupor, pues el ser se mira mínimo y “sucio de alma” ante Dios o lo numinoso.[16]
Tratamos, antes de seguir, de señalar que para Otto la religión es emoción numinosa racionalizada, esquematizada. Y su evolución máxima se encuentra en lo santo, “Evolución de lo numinoso en sí.- Su transformación en lo santo.”[17]
En lo santo hay elementos racionales e irracionales, pero en ambos aspectos lo santo es una categoría pura y a priori. Si bien lo santo surge de la experiencia sensible, es distinta porque encuentra lo otro. En efecto, dice Otto “tenemos que prescindir aquí de toda experiencia sensible”, puesto que sólo lo irracional conduce al fondo del alma.
Recoge de Kant que el acto perceptivo se da por experiencia. Todo conocimiento llega por experiencia, pero no por eso se origina todo en la experiencia. De ahí proviene lo numinoso en Otto, que la experiencia religiosa no nace de las experiencias sensibles comunes, sino que se da entre ellas, porque “...las impresiones sensibles son estímulos, instigaciones para que lo numinoso despierte por sí mismo…” [18] Creemos que lo numinoso, visto de esta forma, no llega por la percepción sensible, porque al sentir la presencia de lo numinoso me encuentro con una experiencia que es inalcanzable mediante la razón.
Lo santo y su categoría “a priori”
Otto señala que hay un instinto religioso en el alma humana. Estos son los elementos a priori, universales y existentes en el espíritu humano[19], que tienen su origen en el fondo del alma. Compartimos con Otto que el ser humano contiene sentimientos en su alma, y que estos son elementos a priori. Pero si la experiencia religiosa es experiencia de lo santo ¿estos elementos tendrán que estar presentes en toda experiencia religiosa donde quiera que esta se presente?
Otto señala que los conocimientos a priori no son ideas externas, porque las ideas externas las tenemos en los conocimientos innatos racionales. En cambio, los conocimientos a priori están en la potencialidad que se realiza en el desarrollo histórico, pero no son innatos, sólo se pueden tener, puesto que son despertados por los estímulos externos, como la oración.
Los conceptos racionales son como esquemas de la experiencia irracional del sentimiento numinoso que nunca aprehende del todo el sentimiento que nazca de lo religioso. E s aquí donde Otto, toma de Kant, peligrosamente, de la Crítica a la Razón Pura, que a nivel de la sensibilidad, se percibe un caos material entre espacio y tiempo, lo que sería como un ahí y ahora en el fenómeno, aunque el entendimiento capta el fenómeno con elementos a priori, tornándose así el fenómeno en algo sensible. Entonces ¿cómo es posible que lo a priori sea otorgado al fenómeno? Y si es heterogéneo ¿cómo es posible la determinación de un fenómeno por conceptos racionales?
Otto, creemos, nos respondería:
De lo numinoso no salen conceptos racionales, no se siguen por la argumentaciones lógicas. De lo numinoso hacia afuera no hay explicación racional porque “…los altos conocimientos a priori son aquellos que todos podemos tener, mas en la experiencia no se despiertan pos sí mismos, sino que son despertados por otros mejor dotados para ellos.”[20] Por lo tanto, los conocimientos a priori no son innatos, porque no son aquellos que posee todo ser racional.
El paso de sentimiento a la razón no tiene argumentación lógica, sintetiza lo racional en el fondo del alma humana. Este es un apriorismo de la síntesis entre elementos racionales e irracionales que permiten que se sienta la condición de de criatura. Por ello es que la unidad que tiene la base en la experiencia religiosa, es la unidad de estos elementos.
Otto piensa que la experiencia religiosa no sólo es una experiencia reveladora de Dios, sino que contiene elementos a priori en el espíritu humano, y que por lo mismo integra lo racional. Por ello llega a pensar que la experiencia religiosa cristiana no es sólo una revelación que culmina en el espíritu humano. Estos elementos no son innatos; se trata de un apriorismo y no de un innatismo. Señala, además, que lo santo y su categoría a priori constituyen el elemento histórico de toda la religión. Es como un llamado a la conciencia religiosa en todo hombre. Este apriorismo religioso constituye tanto lo racional como lo irracional en la idea de Dios o de la experiencia religiosa.
El cómo establecer leyes morales es a priori en el hombre, y no es que la religión se reduzca a la moral, como en Kant, sino que plantea que la moral es un aspecto irracional de lo religioso, que a priori pone leyes a la voluntad moral. En efecto, la moral permite abrir una puerta racional a lo religioso, como algo que se puede comunicar porque es conceptual. Es algo parecido a un aspecto público de lo numinoso.
Lo santo tiene en sí la forma de lo absoluto, porque su contenido es lo Absolutamente Otro, aunque pensamos que sí podemos conocer su forma como absoluto. Aunque esto es racional, a su contenido no se tiene acceso por medio de la razón.
Otto pone a la mano un criterio para establecer superioridades entre religiones. Cree que las religiones se pueden medir según presenten una armonía entre lo racional e irracional, porque eso permite no caer en el misticismo. Como resultado de esto, como cristiano, Otto afirma que el cristianismo ha logrado mejor aquella armonía.
Pensamos que acá el criterio se ve claramente dentro del terreno de lo racional. Nos parece que a nivel de lo irracional Otto se ve incapaz de argumentar de manera infalible a favor del cristianismo como religión superior que afloró de manera histórica. En verdad, su tesis le juega en contra, porque mediante lo racional no se puede acceder a lo absolutamente distinto. Por lo tanto, está cualificando a la religión en racionalismos, y en su texto saca más a flote lo irracional que lo racional de cualquier experiencia religiosa o religión. De todos modos, lo importante, creemos, es que nuestra armonía viene directamente del Verbo, Verbo y Palabra; Verbo Dios, Palabra Dios y Hombre.
CONCLUSIONES Y CRÍTICAS GENERALES
El pensamiento de Otto es una aportación relevante en la comprensión de las experiencias religiosas. La experiencia religiosa, si bien se puede entender por conceptos, no se puede acceder en plenitud al hecho mismo mediante la razón. Otto afirma que la experiencia religiosa tiene una entrada prerracional. Creemos que esta afirmación es, sin duda, una crítica a la concepción racionalista de la religión que intenta acceder al sentimiento humano mediante conceptos racionales que son incapaces de llenar el alma. Otto logró eso, sacar la idea racional de la experiencia numinosa como acceso al numen.
Le creemos a Otto que lo numinoso puede ser lo que generó la construcción de las religiones, y que es universal porque existe aquel sentimiento en todas las experiencias religiosas del planeta. En efecto, la religión en Otto vendría siendo el desarrollo histórico del espíritu humano en la experiencia numinosa.
Otto, al dejar a un lado todo alcance moral en su texto, ha cometido un grave error, pues analiza profundamente la Biblia en sus aspectos numinosos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y aquel texto sagrado, está lleno de implicancias éticas. Dejar a un lado la ética en cualquier texto religioso cristiano es dejar a un lado parte del espíritu de Dios, quien nos reveló también el camino ético para obtener la salvación. Sostenemos que la oración y la fe no son lo único para acceder a lo sagrado en el ámbito cristiano, pues el hombre es también capaz de actuar hacia el prójimo de manera numinosa.
Existen acciones humanas que llenan el espíritu de intenso asombro, como por ejemplo el sacrificio por el otro sin pago alguno. Otras acciones naturales, como el amor indescriptible de una madre a un hijo, tienen en sí caracteres que a nuestro juicio son numinosos, lo que Otto, evidentemente no valora. Si Otto hubiese considerado estos aspectos, su libro sería más completo en relación a lo que alma humana, hecha por Dios, es capaz de sentir.
El alma humana es un misterio. Compartimos ese juicio de Otto. Sin embargo, cuando se cree que lo numinoso es lo divino, se ignora toda interpretación racional del fenómeno, pues si Dios es inaccesible, eso limita al hombre en su capacidad de interpretar la realidad, porque fuera de él hay una verdad absoluta que no se deja aprehender. Así, sólo se conoce lo que Él permite sentir.
Creemos que Otto dio un gran paso para superar la modernidad, pues se puede pensar que el hombre tiene conciencia de sí mismo, de su autonomía, de su libertad. Pero creemos que aun así Otto se equivoca al dejar a un lado lo racional para acceder a lo numinoso, porque este dualismo antagónico y necesario en Otto es causa de la insatisfacción humana de creer que lo supranatural está fuera de su alcance, lo que limita y cierra el paso a acceder al “más allá” como acto intelectivo.
Lo peculiar de la experiencia numinosa, es lo que nos conmueve, por ello es que pensamos que Otto estudió al hombre en sus sentimientos, sus experiencias, sus emociones. Eso, mirado desde un punto de vista neutral, es destacable en tanto explica al ser humano en su condición emocional ante lo divino, en sus condiciones de ser que siente, por sobre todo, lo que le es ajeno y distinto. Finalizamos diciendo que el ser humano, en su condición sentimental, hace presencia ante lo que le es ajeno y diferente, y que no tiene entrada ni salida mediante la razón, sino más bien dentro de lo más importante que posee, y que sólo él, dentro de lo terrenal, es dueño, su espíritu.
[1] Otto, Rudolf. Lo Santo. Lo racional e irracional en la idea de Dios. Selecta Revista de Occidente, Madrid. Pág. 19.
[2] Ibíd. pág. 41
[3] Es algo heterogéneo absolutamente, i.e., algo que es distinto a mí en toda perspectiva, es lo absolutamente Otro. El sentimiento a lo absolutamente heterogéneo al que Otto se refiere es cualitativamente muy distinto a los sentimientos naturales del hombre, como por ejemplo, el sentimiento que pueda generar en mí un bello árbol cargado de flores.
[4] ¿No es acaso un espíritu algo que va más allá de toda racionalidad, y que además es muy distinto a nosotros? Este es el primer reflejo del protestantismo de Otto en su intento de alejar (juicio compartido por nosotros), del cristianismo todo aspecto, que por más pequeño que sea, tenga algo de chamanista.
[5] Si lo misterioso es inexplicable mediante conceptos racionales, entonces la Fe se trasformará en un muro que no se deja sobrepasar, es decir, que no deja ver más allá de él. Otto intenta, peligrosamente, aclarar que aquello que se siente ante el misterio es inalcanzable, no obstante, hay ciertos estados mentales que pueden hacer que el hombre sienta algo que no es más que éxtasis, muy lejos del numen, como por ejemplo lo que se puede sentir después de una alucinación, que se origina más por estado mental extasiado, caso que, además, está siendo estudiado por muchos católicos y protestantes en el mundo.
[6] Ibíd. pág. 47
[7] Sólo diremos esto: “Quien canta reza dos veces” y eso lo hacen todos los cristianos del mundo. A Otto le faltó lo que se llama “un poco de sentido común”.
[8] ¿Dónde podrían estar los sentimientos más que en el alma humana? Pensamos que por más pequeño que sea el sentir este siempre se ubica en el espíritu, por ello es que el hombre tiende a asumir lo mágico como algo que viene desde el fondo del alma.
[9] Ibíd. pág. 57
[10] Ibíd. pág. 64
Le damos, en parte, algo de razón a Scheleiermacher, puesto que acá se ve claramente un sentimiento de absoluta dependencia, sentimiento que por más que Otto quiera sacarlo del numen, se le hacen inconsistentes sus argumentaciones, dando cierta cabida a la tesis de Scheleiermacher. “Mi corazón está vacío de verdadero saber, acógele en tus brazos”, “si te tengo, ya nada me importan cielo y tierra” reflejan, en cierto modo, entrega y dependencia absoluta de lo divino para alcanzar la plenitud.
[11] El poema claramente explica el sentimiento: Infierno es el lugar de la maldad, entonces el hombre al sentir a Dios es capaz de anular todo “lo malo” para transformarlo, supuestamente, en “algo bueno”. Si lo absolutamente heterogéneo es completamente inaccesible ¿por qué en la poesía el hombre tiene “algo dado” para decir? Otto al parecer, no queriendo hacerlo, “deja la puerta muy junta” pero no cerrada en su totalidad.
[12] Ibíd. pág. 93
[13] Ibíd. pág. 95
[14] Creemos que Otto cae en descalificaciones innecesarias propias del hombre europeo, quien no sólo se focaliza dentro una cultura “superior” porque cultivó el espíritu religioso tanto racional como irracionalmente, sino que además es poseedor de la razón divina y universal que todo cristiano cree encontrar en El Nuevo Testamento.
[15] Otto toma un camino, a nuestro juicio, peligroso, puesto que lo numinoso no es controlable ni manipulable.
[16] Con esto Otto da a conocer todo su luteranismo, pues lo profano, en cierto modo, no nace con nosotros. Eso a nuestro juicio también es a priori y universal, porque todo ser humano, por más remoto que sea, tiene algo de numinoso en su interior, y es su alma, pues es ella quien siente lo absolutamente Otro en todos sus aspectos, positivos o negativos ¿o es acaso lo profano lo que me conduce como herramienta primera a lo numinoso? Lo profano nos parece que es consecuencia de los actos del hombre, que se compara con Dios, visto dios en su absoluta pureza y bondad no tiene punto de comparación con el hombre, pero no se puede enjuiciar al hombre como un ser lleno de profanidades, el pecado o la impureza es producto de su desarrollo en la sociedad.
[17] Ibíd. pág. 154
[18] Ibíd. pág. 158
[19] Este instinto, instalado en el alma, sólo halla sosiego cuando se aclara y encuentra su meta.
[20] Ibíd. pág. 229