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NUESTRO MUNDO
Manuel Rojo Pérez
Lo que sigue exige tener algunos conocimientos fundamentales sobre física clásica y también de la moderna (física cuántica). No es pretensión ni mucho menos; es un intento de hacer un resumen de lo leído en algunos artículos actuales. Es muy difícil. Lo ideal sería poder comentar y aclarar lo que significan algunas frases. Hacerlo con tranquilidad y con la mejor intención de “soñar” con estas ideas que a veces parecen fantasías. Trasladar las ideas al terreno de las palabras es más difícil de lo que nos imaginamos. Esta pretensión mía se queda muchas veces en una ilusión. No espero recibir la respuesta que me gustaría. Solo aspiro a recibir al menos un ACUSE DE RECIBO ya que un comentario es demasiado. ¿Robar unos minutos a la “sacrosanta” televisión? Dedicárselos a la pobre mente es casi una herejía en el mundo de hoy.
Millones y millones de electrones de mi mano han sido rechazados por millones de millones de electrones de tu hombro. Ese es el tacto.
Millones de millones de electrones hacen lo mismo cuando yo hablo y ellos llegan a tu oído a través del aire. Ellos penetran en tu cerebro y él los convierte en descargas eléctricas que son interpretadas por la memoria que está almacenada en él a través de los años de experiencia. Ése es el sonido, esa es la palabra que se convierte en pensamientos o en comunicaciones.
De la misma manera todos los sentidos nos transmiten el mundo y con él las personas que nos rodean.
Nuestros sentidos pueden interpretar las cosas que hemos aprendido o que hemos vivido, pero no las que están más allá de nuestros conocimientos o de nuestras facultades.
¿Cuál es nuestro mundo, el que nos rodea o el que captamos?
¿Hay más de un mundo?
La Física moderna nos dice que existen muchos mundos y que nosotros estamos dentro de uno de ellos, pero que podríamos estar en cualquiera de ellos.
Mientras más conocemos más ignorantes nos sentimos.
La Ciencia nos descubre cada día algo que ayer creíamos firme y que cada vez es más desconcertante. De las estrellas pasamos a los átomos y de ellos a la materia que es siempre la misma. Muchos mundos desconocidos.
La materia nos formó con átomos que siempre son los mismos; ellos nunca se pierden; solamente se combinan de diferentes maneras para dar lugar a una piedra a una flor o a parte de una estrella, lo mismo que a un organismo vivo, sea planta o animal.
Según dice la Ciencia, la materia es energía o lo contrario.
El mundo entero está compuesto por espacios vacíos a los que llamamos materia si están organizados de forma que los podamos captar.
Alguien me dijo un día: “a lo mejor no existimos”.
No le respondí y casi no le di importancia, a la frase anterior.
Con esta frase me quedé después casi sin entrar en ella. No es la primera vez que se expresa esa idea; (no era suya y al mismo tiempo, sí lo era). No es una contradicción, puedo afirmar que con los conocimientos que creemos tener de nuestro ser, es decir, de nuestra parte física y también del mundo que nos rodea, su frase se ha repetido y lo hará hasta que logremos, si es que es posible, alcanzar unos conocimientos que creo que no están al alcance del ser humano tal como está constituido.
Esta afirmación no es mía y la he “escuchado” en más de un libro de los que tratan hoy acerca de la física moderna.
Fui aficionado “practicante” de la Astronomía. También de la “filosofía” y “hoy”, un hoy que ahora me resulta cada vez más apasionante, soy diletante de la Física moderna; esa que llaman Física Cuántica. Y también de todo saber en general.
Es muy difícil hacer un resumen de las ideas modernas acerca de lo que son nuestros sentidos y al mismo tiempo de lo que es el mundo subatómico. Entre el mundo llamado cuántico y el mundo “real” en el que “viven nuestros sentidos” existe un abismo que creo que nunca podremos salvar. No soy capaz de definirlo, aunque en mis ratos de soledad he creído poder hacerlo mentalmente, pero la mente es mucho más poderosa que su trasmisión al mundo de las palabras. Las palabras son muy pobres, no les es permitido a ellas convertir una noche de pesadilla en pensamientos que puedan llegar a la mente de otro. Cada uno encerramos en nuestro cerebro un mundo que concebimos con los conocimientos que nos llegan de los científicos y de los pensadores y, a veces con más poder aún, de los poetas. Pero un mundo que vemos con suficiente claridad para calmar nuestras inquietudes sin que consigamos casi nunca hacerlo pasar a esa materia que encierra nuestra cabeza y que se formó a lo largo de millones de años y que se realiza con los enlaces que hacen nuestras neuronas (esas que cuando se destruyen se llevan con ellas lo que, de verdad, es nuestra vida). ¡Qué pena!
Torpemente pues, trataré de “resumir” lo que no se puede resumir.
Nuestros sentidos transmiten al cerebro unas señales que no son nada más que impulsos eléctricos. El cerebro los interpreta comparándolos con nuestras experiencias. Con esas interpretaciones concebimos ideas que hemos ido adquiriendo durante las diferentes etapas de nuestra vida. Esas ideas están “deformadas” por prejuicios (sociales, religiosos, o culturales).
Volviendo a nuestros sentidos, sabemos que ellos están limitados, que son imperfectos, que se puede malinterpretar todo en algunas circunstancias. No vemos los colores infrarrojos ni ultravioletas; no oímos infrasonidos ni ultrasonidos; “palpamos” objetos sólidos que no son nada más que “espacios vacíos” rodeados por electrones; estamos formados por átomos que no tienen vida, pero que la forman, de acuerdo con los enlaces que hacen con otros átomos que tampoco la tienen, etc. etc.
¿Describir algo de lo que estoy diciendo? Esto me obligaría a describir cientos de libros que existen acerca del mundo subatómico y del alma de las estrellas. ¿No es de locos pretender esto?
Por ejemplo: eso que he dicho de “palpar espacios vacíos”.
Si aumentáramos una pelota de golf hasta el tamaño de nuestro planeta, comenzaríamos a ver algunas pequeñas esferitas a las que llamamos átomos. Si volviéramos a aumentar estas bolitas a una esfera de unos 50 metros de diámetro, “veríamos” un granito de sal en su centro y en su periferia una mota de polvo casi invisible. Toda la materia está compuesta de unos espacios vacíos inmensos. Tenemos que imaginar una esfera de esas dimensiones “totalmente vacía”. Ocurre así realmente.
Cuando “palpamos” un cuerpo sólido con nuestros dedos lo que se realiza es el “rechazo” de los electrones de unos átomos con los electrones de otros átomos. A unos de esos átomos pertenecen nuestros sentidos (que ya estaban deformados por nuestras limitaciones). O sea, átomos con vida y átomos sin ella que se rechazan y que nos trasladan una sensación; la del sentido del tacto.
Igualmente ocurre con el oído, con la vista, con el olfato ...
También podríamos “deformar” nuestra mente con los prejuicios, con los sentimientos, con las ideas, con las creencias; con todo lo que nos transmiten aquellos que creen que saben más. ¿Quién sabe más y de qué?
Nosotros hemos avanzado algo, y ya sabemos que sabemos aún poco en el terreno de las ideas y de la materia. El conocimiento es alcanzar la idea de nuestra ignorancia.
Veamos el terreno del mundo subatómico:
Dicen los más sabios que en el átomo no se sabe qué es lo que va a realizar un electrón; que no se puede medir el comportamiento del “baile” de ese mundo, que se desconoce qué es lo que va a crear ese comportamiento aleatorio y que por lo tanto podrían dar lugar a un mundo como el nuestro o a otro totalmente diferente. Sin embargo en nuestro mundo “real” sabemos que existen unas leyes físicas que se cumplen. No se conoce en qué punto del paso del mundo subatómico al mundo nuestro dejan de funcionar las leyes de la estadística y comienzan a funcionar las leyes de la física que rigen en nuestro mundo. Dice la Física Cuántica que pueden existir más de un Universo; le llaman universos paralelos (casi se entra en el mundo de la ciencia ficción), Pero esto lo han afirmado mentes como las de Einstein y otros. En los aceleradores de partículas se han logrado “ver” algunos de los fenómenos “soñados” por los físicos teóricos.
Los científicos de hoy son más filósofos que los filósofos de ayer.
En varios libros sobre la vida de Einstein y en uno titulado La Mente de Dios (y en otros muchos libros de ciencia de hoy), se pueden captar frases que son más de místicos que de científicos.
La frontera entre la religión y la ciencia casi no existe.
La religión está en la mente, no en las rodillas, ni en las palabras. Menos aún en los hábitos. (Nunca el hábito hizo al monje)
Es una osadía por mi parte tratar de resumir en pocas palabras una ciencia que avanza a la velocidad de la luz.
En el “alma” de las estrellas se forma una materia compuesta de átomos que son similares a los que componen nuestro cuerpo. Luego pueden dar lugar en explosiones increíbles a mundos de los cuales puede surgir vida como la que nosotros entendemos por tal. Los átomos son “eternos”. ¿Cuáles de los nuestros pasaron por diferentes formas de materia? ¿Crearon pensamientos también eternos?
Esto quizás diera respuesta a la pregunta que me hicieron sobre si existimos o no Una respuesta aproximada sería: Existimos sólo para nosotros, es decir para nuestros sentidos. Algunas veces alcanzamos a “existir” en la mente de seres que nos comprenden, o que nos quieren, pero no del todo.
El mundo de la mente “del otro” (cualquiera que sea ese otro) está encerrado en su cabeza, deformado por sus circunstancias. Esto no son sueños de un viejo, son conclusiones más o menos acertadas de lo leído en los muchos libros que existen sobre la Ciencia Moderna. La Ciencia destruye dragones y mitos, pero descubre nuestra ignorancia. No sé cómo decir que creemos que existimos, pero insisto, sólo para nuestros sentidos. Para nuestros sentidos somos lo que creemos que somos y nada más.