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TEXTOS PARA PENSAR
Breve antología filosófica
Simón Royo Hernández
“Y de las cosas múltiples decimos que son vistas (horasthaí), más no pensadas (noeîsthai), mientras que, en cambio, las ideas (îdéas) son pensadas (noeîsthai), mas no vistas (horasthaí)”
(Platón República 507b).
Para qué sirve la filosofía
“Y ¿por qué habría de servir para algo la filosofía? Hay los que dicen que no sirve para nada y que como «el arte por el arte» hay que cultivarla sin pretender que tenga aplicación. Según Gilles Deleuze no sirve en el sentido de servidumbre, no es sierva de nadie, pero sirve -dice- para entristecer y odiar la estupidez y para construir conceptos creativamente. Según muchos su utilidad consiste en servir para respetar las ideas de los otros... Según la filosofía clásica y moderna para no dejarse llevar por las pasiones y supersticiones y hacer uso de la racionalidad... Según la postmodernidad para ver la complejidad de lo real, la pluralidad y la multiplicidad, la diferencia y su distinta repetición, aprendiendo a habitar en ellas... Según algunos resulta necesaria para poder hallar la verdad, prescribir los mejores modos de acción y procurar la justicia. Según otros parecidos sirve como fundamento y base de las ciencias, como búsqueda de la esencia de las cosas, como medio para acceder no ya a los discursos verdaderos sino a las condiciones de posibilidad de toda discusión... Según los cercanos a las humanidades sirve para articular los diferentes relatos político-sociales existentes e inaugurar a partir de ellos un nuevo discurso que abra el porvenir... Según Hegel para forjar un Sistema omnicomprensivo de la realidad y comprender el sentido de la Historia... Según Sócrates para lograr definiciones universales u adoptar una buena vida en que brille la justicia... Según Nietzsche para derribar y destruir los engaños hasta llegar al nihilismo, a la nada, para, después de atravesar ese desierto, que se nos permita empezar de nuevo... Según el sentir de los antiguos griegos sirve para ser mejor, excelentes si es que no seres excepcionales... Según nuestra sociedad actual sirve o bien para ser profesor o bien para perder el tiempo y no poder ganarse la vida... ¿Sirve entonces para llevar una buena vida? O bien… ¿sirve acaso para angustiarse, deprimirse, desesperarse, volverse loco y suicidarse?... ... Desde luego lo único que parece cierto es que hasta ahora la filosofía no sirve para determinar de una vez por todas para qué sirve la filosofía... ¿Estará al servicio como querían los Ilustrados de la Razón, la Justicia, la Igualdad, la Fraternidad y la Libertad? ¿Sirve para buscar lo bueno, bello y verdadero? ¿Sirve para adquirir cultura y forjarse unos criterios? ... Hay quien dice que no vale con preguntar para qué sirve la filosofía sino para qué sirves tú o, sino: que lo que tienes que preguntarte no es para qué sirve la filosofía sino si tú acaso sirves para la filosofía... Buah, qué rollo, ¿no?, debe servir entonces como somnífero para dormir al más espabilao ¿o quizá sea atractiva y hasta servirá para ligar?... Para pensar y meditar las cosas sí que parece que será de alguna utilidad. Pero, en fin, amigos, que no sé para qué demonios servirá la filosofía... pero a mí es lo que me gusta”.
(Simón Royo Hernández)
Libertad, competencia y trabajo: la democracia y las grandes empresas
“Muchos
obreros de la industria del acero preferían la semana de siete días y el trabajo
de doce horas, a la semana de seis días con ocho horas de trabajo diarias y
salarios más bajos, no porque los salarios bajos significasen más pobreza, sino
porque querían tener la oportunidad de ahorrar y de prosperar. El evangelio de
la competencia y de la suficiencia personal existía en todas las clases, no sólo
entre las que se beneficiaban más con él. Las
Trade Unions
eran débiles y el socialismo no existía en realidad (...). El radical que cree
en la competencia está condenado a la derrota en cualquier lucha con las
corporaciones modernas. El poder de estas corporaciones es análogo al de los
ejércitos, y dejar este poder en manos particulares es tan desastroso como dejar
los ejércitos en manos de particulares también. Las organizaciones económicas en
gran escala de los tiempos modernos son un resultado inevitable de la técnica
moderna, y la técnica tiende cada vez más a hacer inútil toda competencia. La
solución para quienes no quieran ser oprimidos está en que estas organizaciones
que otorgan el poder económico sean de propiedad pública. Porque mientras este
poder esté en manos particulares, la igualdad aparente que confiere la
democracia política no es más que un simulacro”.
(Bertrand Russell Libertad y Organización. Parte Tercera: La democracia y la plutocracia en América. Sección B: Competencia y monopolio en América. Capítulo XXVI: El capitalismo competidor. Editorial Espasa-Calpe. Madrid 1970, pág.321-322; y 322. 1ªedición española 1936. Traducción: León Felipe. Título original: Freedom and Organization. 1ªedición, original inglés, de 1934).
Capitalismo y vampirismo
“Llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban; se donaban, pero nunca se vendían; se adquirían, pero nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor”.
(Karl Marx Miseria de la filosofía. Ediciones Júcar, Madrid 1974. I. Un descubrimiento científico. 1. Oposición entre el valor de utilidad y el valor de cambio. p.73. [MEW4, p.69]; 1846-1847).
“El capital es trabajo muerto que sólo se [280] reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa. El tiempo durante el cual trabaja el obrero es el tiempo durante el cual el capitalista consume la fuerza de trabajo que ha adquirido. Si el obrero consume para sí mismo el tiempo a su disposición, roba al capitalista”.
(Karl Marx, El Capital, Libro I, Cap.8: la jornada laboral).
“La llamada penuria de la vivienda, que representa hoy un papel tan grande en la prensa, no consiste en que la clase obrera en general viva en malas viviendas, superpobladas e insalubres. Esta penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario, ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos. Para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante. Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue. Y esta penuria de la vivienda da tanto que hablar porque no afecta sólo a la clase obrera, sino igualmente a la pequeña burguesía”.
(Friedrich Engels Contribución al problema de la vivienda, 1873).
“La transmutación de todos los valores bajo los cuales habían sido educados los jóvenes franceses causó un desconcierto total. De un día para el otro se proclamaron el valor negativo de la libertad y el valor positivo de la servidumbre, el valor negativo de la igualdad y el valor positivo de una jerarquía de razas superiores e inferiores, de amos y esclavos. Se proclamaba el valor negativo de la idea de una hermandad de naciones y el valor positivo de la traición a una nación aliada y a la propia nación. Proclamábase además el valor negativo de la inteligencia y el valor positivo del instinto, el valor negativo de la ley y el positivo de la violencia, el valor negativo de la democracia y el positivo de la dictadura, la cual se presentaba con la voz trémula de un bondadoso abuelo que desea proteger a sus pobres nietos inmaturos. Los que la víspera habían sido estigmatizados como traidores eran elogiados ahora como héroes, en tanto que los héroes de ayer eran estigmatizados como traidores. Lo “bueno” de ayer se transformó en lo “malo” de hoy, lo “malo” de ayer en lo “bueno” de hoy. Yo viví durante este período en Francia, como soldado del ejército francés, y fui testigo del total desconcierto axiológico de mis camaradas más jóvenes, que ya no sabían en qué debían creer. En tan trágica situación sólo les quedaba esta alternativa: o no creer más en ningún valor y volverse nihilistas, o elegir un sistema propio de valores, usando de su libertad de elección, en completo aislamiento, sin el respaldo de ninguna ética oficial reconocida, y asumiendo la entera responsabilidad de su elección. Los nihilistas se transformaron en epicúreos, proveedores del mercado negro y agentes del enemigo. Los que hicieron uso de su libertad axiológica para instaurar nuevos valores y normas en que creer se unieron al movimiento clandestino, pasando a militar en la Resistencia”.
(Alfred Stern La filosofía de Sartre y el psicoanálisis existencialista. [Título del original inglés: SARTRE. His philosophy and psychoanalysis [1953]. Traducción de Julio Cortázar. Buenos Aires. Fabril Editora, 1962, p.115).
Derrotar al capitalismo no se consigue siguiendo a Hitler
“Con
una energía inaudita y una gran habilidad han entusiasmado efectivamente a las
masas y conquistado al poder. El nacional-socialismo es nuestro mortal enemigo,
pero no podremos combatirlo si no apreciamos sus puntos fuertes en su justo
valor y si no tenemos el coraje de proclamarlo. Podemos olvidarnos de métodos
mezquinos; la demagogia grosera es siempre un signo de debilidad teórica y
práctica y, al no conducir a nada, es objetivamente contrarrevolucionaria. Lo
que tenemos
que decir y demostrar a los millones de desanimados así como a los millones de
nazis aún entusiastas que tienen sentimientos socialistas es que la fuerza de
los nacional-socialistas reside en su convicción de una misión divina, pero que
ésta no existe y que la única cosa en juego es el imperialismo bélico; que sus
organizaciones
militares son magníficas, pero que significan la aproximación del fin de la
Humanidad y que deben perseguir otros objetivos, aquellos a los que aspira
arduamente el simple S. A.: el derrocamiento del capital; que Hitler cree
liberar al pueblo, pero que tiene frente a él un destino inexorable: el
desmoronamiento del capitalismo que nosotros deseamos y que él jamás podrá
conjurar”.
(Wilhelm Reich Psicología de masas del fascismo, prólogo a la primera edición, septiembre de 1933).
La bondad de la Biblia
“Y los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el mismísimo otro extremo de la tierra. No serán plañidos, ni serán recogidos ni enterrados. Quedarán como estiércol”.
(Biblia Jeremías 25:33).
Contra todo nacionalismo
“A los judíos su inteligencia les impide volverse locos a nuestra manera: por ejemplo, nacionalistas. Parece que se hubieran vacunado demasiado bien en otro tiempo, incluso de manera un poco sangrienta, y esto, entre todas las naciones: ellos ya no se entregan fácilmente a nuestra rabies, la rabies nationalis. Hoy son incluso un antídoto contra esta última enfermedad de la razón europea”.
(Friedrich Nietzsche Fragmentos Póstumos. Técnos Vol.IV, 1885-1889).
“Nosotros, los apátridas. Entre los europeos de hoy no faltan esos hombres que tienen derecho a llamarse apátridas en un sentido que les distingue y les honra; ¡que a ellos en especial les sean confiados expresamente mi sabiduría y mi gaya ciencia! Pues su suerte es dura, su esperanza incierta, cuesta muchísimo idear algo que les consuele, pero ¿para qué? Nosotros, hijos del futuro, ¿cómo íbamos a sentirnos en nuestro hogar en un presente como éste? Nos desagrada todo ideal en virtud del cual uno de nosotros pudiera no sentirse demasiado fuera de su tierra, incluso en este período transitorio, frágil y quebradizo; pero en cuanto a las “realidades” de dicho período, no creemos que sean duraderas. La capa de hielo que hoy se mantiene aún se ha hecho ya muy delgada, sopla el viento del deshielo, y nosotros, los apátridas, somos algo que rompe el hielo y otras “realidades” demasiado endebles… Nosotros no “conservamos” nada, tampoco queremos volver a cualquier época del pasado, no somos “liberales” en modo alguno, no trabajamos por el “progreso” ni necesitamos taparnos los oídos para no oír las sirenas de la plaza pública que hablan del futuro en sus cantos; ¡no nos seducen cuando cantan: “igualdad de derechos”, “sociedad libre”, “ni amos ni esclavos”! Sencillamente no consideramos deseable que se asiente en este mundo el reino de la justicia y de la concordia (porque sería en todos los sentidos el reino de la mediocridad más profunda y algo similar a la sociedad china), nos regocijamos con todos los que, como nosotros, aman el peligro, la guerra, la aventura, que no se dejan acomodar, captar, reconciliar ni avasallar, nos incluimos entre los conquistadores, reflexionamos sobre la necesidad de una nueva jerarquía y también de una nueva esclavitud, ya que siempre que se fortalece y se eleva el tipo “hombre” se requiere asimismo una nueva forma de esclavitud, ¿no es así? Por todo ello, es preciso que nos sintamos a disgusto en el seno de una época que reivindica el honor de ser la más humana, la más dulce y más equitativa que haya existido nunca bajo la faz del sol. ¡Lo peor es que esas bellas palabras despierten en nosotros segundas intenciones tan feas!, ¡que no veamos en ellas más que la expresión —y también la mascarada— del profundo debilitamiento, del cansancio, de la vejez, de la decrepitud! ¿Qué nos importan los oropeles con los que un enfermo adorna su debilidad? Allá él si la exhibe como una virtud suya, pues es indudable que la debilidad vuelve dulce, ¡y tan dulce!, tan equitativo, tan inofensivo, tan “humano”; ¡demasiado bien conocemos a esos hombrecillos y mujercillas histéricos que hoy necesitan ponerse el velo y las vestimentas ridículas de esa “religión del amor” que pretenden hacernos adoptar! Nosotros no somos humanitarios; nunca nos atreveríamos a hablar de nuestro “amor a la humanidad”; ¡ninguno de nosotros es lo bastante cómico para eso!, ¡ni lo bastante saintsimoniano, ni lo bastante francés! Verdaderamente hay que estar afectado de esa excitabilidad erótica desmesurada y de esa impaciencia característicamente francesa para acercarse con ardor y buena fe a la humanidad… ¡a la humanidad! ¿Hubo nunca una vieja más odiosa entre las viejas? (a no ser que estemos hablando de “la verdad”, que es una cuestión reservada a los filósofos). No, no amamos a la humanidad; pero, por otro lado, distamos mucho de ser lo bastante alemanes, en el sentido ordinario en que se utiliza hoy esta palabra, para convertirnos en portavoces del nacionalismo y del odio racial, para regocijarnos con esa infección nacionalista por la que hoy los pueblos de Europa se atrincheran unos contra otros y se ponen recíprocamente en cuarentena. Somos demasiado desenvueltos para eso, demasiado maliciosos, demasiado mimados, pero también demasiado prevenidos, hemos “viajado” demasiado: preferimos mucho más vivir en los montes, apartados, “inactuales”, en los siglos pasados o futuros, aunque no fuera más que por ahorrarnos la cólera silenciosa a la que nos condenaría el ser testigos de una política que esteriliza al espíritu alemán al hacerlo vanidoso, y que es además una política pequeña. ¿No ha de colocar su creación entre dos odios mortales para evitar que se descomponga el punto? ¿No es preciso que se encamine a eternizar la división de Europa en pequeños Estados?... Nosotros, los apátridas, somos demasiado variados y mezclados, en cuanto a la raza y al origen, para ser “hombres modernos”, y, por consiguiente, nos sentimos poco inclinados a tomar parte en ese exceso y en ese engaño que es la autoidolatría racial que hoy se exhibe en Alemania como distintivo de las virtudes alemanas y que tratándose de un pueblo con “sentido histórico” resulta doblemente falsa e inconveniente. En suma, somos —y éste sería nuestro título más honroso— buenos europeos, los herederos de Europa, herederos ricos y satisfechos, pero herederos también infinitamente deudores de varios milenios de espíritu europeo; como tales, procedemos del cristianismo y somos a la vez anticristianos, precisamente porque procedemos de él y porque nuestros antepasados fueron cristianos radicalmente honrados, que sacrificaron voluntariamente a su fe sus bienes, su sangre, su posición social y su patria. Nosotros… hacemos igual. ¿A favor de qué? ¿De nuestra incredulidad? ¿De toda clase de incredulidad? ¡No, vosotros lo sabéis muy bien, amigos míos! El sí que lleváis escondido es mucho más fuerte que cualquier clase de no y de tal vez, que sufrís en solidaridad con vuestra época: y si debierais haceros a la mar, emigrantes, lo que os impulsaría a hacerlo, ¡sería también… una fe!”.
(Friedrich Nietzsche La gaya ciencia (Die fröhliche Wissenschaft), § 377).
Los indios norteamericanos en la era del capital
“En las plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de exportación, como en las Indias Occidentales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al pillaje y a la matanza, como México y las Indias Orientales, era, naturalmente, donde el trato dado a los indígenas revestía las formas más crueles. Pero tampoco en las verdaderas colonias se desmentía el carácter cristiano de la acumulación originaria. Aquellos hombres, virtuosos intachables del protestantismo, los puritanos de la Nueva Inglaterra, otorgaron en 1703, por acuerdo de su Assembly [Asamblea Legislativa], un premio de 40 libras esterlinas por cada escalpo de indio y por cada piel roja apresado; en 1720, el premio era de 100 libras por escalpo; en 1744, después de declarar en rebeldía a una tribu de Massachusetts-Bay, los premios eran los siguientes: por los escalpos de varón, desde doce años para arriba, 100 libras esterlinas de nuevo cuño; por cada hombre apresado, 105 libras; por cada mujer y cada niño, 55 libras; ¡por cada escalpo de mujer o niño, 50 libras! Algunos decenios más tarde, el sistema colonial inglés había de vengarse en los descendientes rebeldes de los devotos piligrim fathers [padres peregrinos], que cayeron tomahawkeados bajo la dirección y a sueldo de Inglaterra. El parlamento británico declaró que la caza de hombres y el escalpar eran «recursos que Dios y la naturaleza habían puesto en sus manos»”.
(Karl Marx El Capital. Capítulo 24).
“La lenta colonización de las praderas del oeste del Missisippi por parte de los granjeros implicó el traslado (forzado) de los indios, entre los que se encontraban aquellos que ya habían sido llevados allí por una anterior legislación y por el casi exterminio de los búfalos, animales de que vivían principalmente los indios de las llanuras. La aniquilación de los indios empezó en 1868, el mismo año en que el congreso estableció las grandes reservas indias. Hacia 1883 habían sido asesinados casi 13 millones de ellos”.
(Eric Hobsbawm La era del capital 1848-1875. Barcelona. Crítica 1998, pág.149).
Por qué los anarquistas no votan
“Compañeros:
Pedís un a hombre de buena voluntad que no es ni votante ni candidato, que os exponga cuáles son sus ideas sobre el ejercicio del derecho de voto.
El plazo que me concedéis es muy corto pero, al tener convicciones bien claras sobre el tema del voto electoral, lo que os voy a decir puede expresarse en pocas palabras.
Votar es abdicar; nombrar uno o varios amos para un periodo corto o largo es renunciar a la propia soberanía. Ya se trate de un monarca absoluto, de un príncipe constitucional o simplemente de un mandatario provisto de una pequeña parte de realeza, el candidato al que llevéis al trono o al sillón será vuestro superior. Estaréis nombrando a hombres que están por encima de las leyes porque se encargan de redactarlas y su misión es haceros obedecerlas.
Votar es ser un ingenuo; es creer que hombres como vosotros adquirirán de repente, al tocar un timbre, la virtud de saberlo todo y de comprenderlo todo. Vuestros mandatarios se encargarán de legislar sobre todas las cosas, desde las cerillas hasta los barcos de guerra, desde el podado de los árboles hasta la exterminación de poblados rojos o negros, pareciéndoos que su inteligencia aumenta en proporción a la inmensidad de su tarea. La Historia nos enseña que ocurre todo lo contrario. El poder siempre ha trastornado, la palabrería siempre ha embrutecido. En las asambleas soberanas, la mediocridad prevalece fatalmente.
Votar es evocar la traición. Sin duda, los votantes creen en la honestidad de aquellos a los que entregan su voto, y quizá tengan razón el primer día, cuando los candidatos están todavía con el fervor de su primer amor. Pero cada día tiene su día siguiente. En cuanto cambia el medio, cambia el hombre con él. Hoy el candidato se inclina ante vosotros, y puede que se agache aún más; mañana, se enderezará y puede que más alto. Mendigaba los votos, os dará órdenes. El obrero, convertido en contramaestre, ¿podrá seguir siendo como era antes de haber obtenido el favor del patrón? El apasionado demócrata ¿no aprende a doblar el lomo cuando el banquero se digna a invitarlo a su despacho, o cuando los lacayos del rey le hacen el honor de darle conversación en la antecámara? La atmósfera de esos cuerpos legislativos es malsana, enviáis a vuestros mandatarios a un medio corrupto; no os extrañe si salen corrompidos.
No abdiquéis, no impliquéis en vuestro destino a hombres incapaces por fuerza o a futuros traidores. ¡No votéis! En lugar de confiar a otros vuestros intereses, defendedlos vosotros mismos; en lugar de buscar abogados para proponer un mundo futuro de acción, actuad. No faltan las ocasiones para los hombres de buena voluntad. Arrojar sobre los otros la responsabilidad de su conducta es falta de valentía.
Os envío un saludo muy cordial, compañeros”.
(Élisée Reclus Por qué los anarquistas no votan. Clarens, Vaud, 26 de septiembre de 1885).
Respuesta de los cosacos zaporogos al Sultán
“Sultán Mehmed IV a los Cosacos de Zaporozhia.
Como sultán; hijo del profeta Mahoma, hermano del sol y de la luna, nieto y virrey de Dios, regente de los reinos de Macedonia, Babilonia, Jerusalén y Alto y Bajo Egipto, emperador de emperadores, soberano de soberanos, caballero extraordinario jamás vencido, firme guardián de la tumba de Jesucristo, fideicomisario y elegido del mismísimo Dios, esperanza y confort del pueblo musulmán, cofundador y gran defensor del cristianismo... Os ordeno, cosacos zapórogos, que os subyuguéis a mí de manera voluntaria y sin resistencia alguna. Os mando, además, desistir de seguir incomodándome con vuestros ataques.
—Sultán Mehmed IV del Imperio Otomano
Respuesta de los cosacos zaporogos al sultán turco:
¡Cosacos zaporogos al sultán turco!
Oh sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo? El demonio caga y tu ejército lo traga. Jamás podrás, hijo de perra, hacer súbditos a hijos de cristianos; no tememos a tu ejército, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete.
¡Sollastre babilónico, loco macedónico, cantinero de Jerusalén, follador de cabras de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, catamita tártaro, verdugo de Kamyanéts, tonto de todo el mundo y el inframundo, idiota ante nuestro Dios, nieto de la serpiente y calambre en nuestros penes. Morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, folla a tu propia madre!
¡Por esto los zaporogos declaran, basura de bajo fondo, que nunca podrás apacentar ni a los cerdos de cristianos. Concluimos, como no sabemos la fecha ni poseemos calendario; la luna está en el cielo, es el año del Señor, el mismo día es aquí que allá, así que bésanos el culo!
Firmado: Koshovýi Otamán Iván Sirkó y toda la hueste zaporoga”.
Barbarie y civilización
“Cuando el rey Pirro pasó a Italia, luego que hubo reconocido la organización del ejército romano que iba a batallar contra el suyo, dijo: «No sé qué clase de bárbaros sean éstos (sabido es que los griegos llamaban así a todos los pueblos extranjeros), pero la disposición de sus soldados nada bárbara es”.
(Michel de Montaigne Ensayos. Capítulo XXX. De los caníbales).
“Todas las masas palpitantes tienen —precisamente gracias a este ritmo que predomina en ellas— algo parecido. La documentación que sólo sirve para ilustrar una de tales danzas, proviene del primer tercio del siglo pasado. Se trata del haka de los maoríes en Nueva Zelanda, que originalmente era una danza de guerra.
«Los maoríes se disponen en una hilera alargada, cuatro hombres en fondo. La danza, llamada haka, debía llenar de espanto y miedo a todo aquel que la presenciara por primera vez. Toda la sociedad, hombres y mujeres, libres y esclavos, estaba entremezclada, sin consideración del rango que ocupaba en la comunidad. Los hombres iban todos completamente desnudos, a excepción de una cartuchera que les pendía de la cintura. Todos armados de fusiles o de bayonetas que habían fijado al extremo de lanzas y palos. Las 28 mujeres jóvenes, también las esposas del jefe, participaban en la danza con el busto descubierto. El compás del canto que acompañaba a la danza era observado muy estrictamente. La movilidad de ellos era asombrosa. De súbito saltaban verticales desde el suelo hacia lo alto, todos a un tiempo, como si los bailarines estuvieran animados todos juntos por una voluntad. En el mismo instante blandían sus armas y deformaban la cara y, con las largas cabelleras que tanto hombres como mujeres suelen tener, semejaban un ejército de gorgonas. Al caer golpeaban a la vez con ambos pies sonoramente sobre el piso. Este salto hacia lo alto lo repetían con frecuencia y cada vez más rápido.
»Los rasgos eran distorsionados de todas las maneras que son posibles a los músculos de un rostro humano, cada mueca nueva era adoptada puntualmente por todos los participantes. Cuando uno contraía la cara tan severamente como si lo hiciese con un tornillo, los demás le imitaban de inmediato. Giraban los ojos de tal manera que a menudo sólo era visible la blanca córnea, era como si en el instante siguiente fuesen a caérseles de las cuencas. La boca la estiraban hasta las orejas. Todos sacaban la lengua a la vez, lo más larga que podían; un europeo no hubiese sido nunca capaz de igualarles en eso; un precoz y prolongado ejercicio les había capacitado para ello. Sus caras ofrecían un espantoso aspecto y era un alivio apartar la vista de ellas.
»Cada miembro de su cuerpo estaba en acción por separado, los dedos de los pies, los de las manos, los ojos, las lenguas lo mismo que los brazos y piernas. Con la mano plana se golpeaban sonoramente bien sobre el pecho izquierdo, bien sobre los muslos.
Era ensordecedor el clamor del canto de las 350 personas aproximadamente que participaban en la danza. Puede imaginarse qué efecto tenía esta danza en época de guerra, cuánto aumentaba el coraje y cómo llevaba al punto más alto la aversión recíproca de ambos bandos.». (29).El girar de los ojos y el sacar la lengua son signos de porfía y desafío. Pero aunque la guerra en general es cosa de los hombres y, aún más, de los hombres libres, todos se entregan a la excitación del haka. Aquí la masa no conoce ni sexo, ni edad, ni rango: todos actúan como iguales. Lo que sin embargo distingue esta danza de otras de intención semejante es una ramificación particularmente extrema de la igualdad. Es como si cada cuerpo se descompusiera en todas sus partes singulares, no sólo en piernas y brazos, pues eso es un caso frecuente, sino también en dedos de pies y manos, lenguas y ojos, y entonces todas las lenguas se unen y realizan en el mismo momento exactamente lo mismo. Bien se igualan todos los dedos del pie, bien todos los ojos en una y la misma operación. Los hombres en cada una de sus menores partes son presa de esta igualdad, y siempre es representada en una acción que se acrecienta con violencia. La visión de 350 hombres que saltan a lo alto a la vez, que sacan la lengua a la vez, que giran los ojos a la vez, debe dar una impresión de unidad que es insuperable. La densidad no es tan sólo una densidad de la gente, es asimismo la de sus miembros por separado. Podría pensarse que los dedos y las lenguas, aunque no perteneciesen a los hombres, aún se reunirían y lucharían por sí mismos. El ritmo del haka destaca cada una de estas igualdades por separado. En su incremento y juntas, son irresistibles.
Porque todo sucede bajo la condición de que sea visto: el enemigo mira. La intensidad de la amenaza común constituye el haka. Pero, ya nacida, la danza se convirtió en algo más. Se la ensaya desde la infancia, tiene muchas formas diferentes y es representada en toda clase de ocasiones. A muchos viajeros se les dio la bienvenida con un haka. El informe citado se debe a una ocasión de este tipo. Cuando una tropa amiga se reúne con otra, ambas se saludan con un haka; y ello se hace con tanta seriedad que un espectador desprevenido teme que en cualquier momento estalle el combate. Durante las exequias por un gran jefe, después de los (30) momentos de más intensa lamentación y automutilación, que son costumbre entre los maoríes, tras una festiva y muy abundante cena, de pronto, todos se incorporan de un salto, echan mano a sus fusiles y se forman para un haka.
En esta danza, en la que todos pueden participar, la tribu se percibe como masa. Se valen de ella cuando sienten necesidad de ser masa y de aparecer ante otros como tal. En la perfección rítmica que ha alcanzado cumple con seguridad su fin. Gracias al haka su unidad nunca está seriamente amenazada desde el interior”.
(Elías Canetti Masa y poder. <El haka maorí>).
William Morris y la educación se la sensibilidad
“Era en 1883 y desde entonces esa guerra no ha hecho más que empeorar. Lo cierto es que, por tomar en consideración lo que la mayoría sigue creyendo insignificante, William Morris vio con ciento cincuenta años de adelanto lo que estamos viviendo. Ya sea al deplorar que sus contemporáneos hayan «dejado de utilizar sus ojos para recoger impresiones sensibles, mientras que en otro tiempo ellos eran la principal fuente de la fantasía y de la imaginación»; ya sea al afirmar que hay «objetos que causan tantos perjuicios como las mantas portadoras de gérmenes de viruela o escarlatina»; ya sea, finalmente, al deducir que «un hombre sensible al aspecto exterior de las cosas [...] se ve presa de la violencia y la ira, y debe, para no volverse loco o asesinar a un ser nocivo y que le ahorquen por ello, intentar aplacar su sensibilidad», William Morris no habrá desaprovechado ninguna ocasión de decir una y otra vez que «la fealdad no es neutra; actúa sobre el hombre y deteriora su sensibilidad, hasta el punto de que ni siquiera nota su degradación, lo que le prepara para descender un nivel más». Para él, no cabe la menor duda de que si el orden reinante nos fuerza a vivir en un mundo que «agrede permanentemente nuestros sentidos y nos fuerza a mitigar inconscientemente su acuidad, es por “elección ética y política”». ¿El hecho de que hoy la fealdad de las páginas de presentación de Internet, renovada constantemente, no choque a nadie, no supone la triste confirmación?”.
(Annie Le Brun Lo que no tiene precio, 2018).
Devenir animal
“(¿habría animales edípicos, con los que se puede ―hacer Edipo, hacer familia, mi perrito, mi gatito, y luego otros animales que, por el contrario, nos arrastrarían a un devenir irresistible? O bien, otra hipótesis: ¿el mismo animal podría estar incluido en dos funciones, dos movimientos opuestos, según el caso?”.
(Deleuze & Guattari Mil Mesetas 10, p.240).
“El riesgo de estar siempre ―haciendo el animal, el animal doméstico edípico, Miller haciendo guau guau y reclamando un hueso”.
(Deleuze & Guattari Mil Mesetas 10, p.264).
“Lo importante es tener una relación animal con el animal, y ¿qué es tener una relación animal con el animal? Ésta no consiste en hablarle, y en todo caso lo que no soporto es la relación humana con el animal (...) lo que oigo desde mi ventana es verdaderamente espantoso, es espantoso el modo en que la gente habla a sus animales, mientras que hasta el psicoanálisis se da cuenta –el psicoanálisis está tan obsesionado con animales familiares o de familia, a los animales de la familia, que todo... que todo tema animal en un sueño, por ejemplo en los sueños, es interpretado por el psicoanálisis como una imagen de padre, de madre o de hijo, es decir, el animal como... miembro de la familia: eso me resulta odioso, no lo soporto (...) por regla general, una vez más, la gente que ama a los animales no tiene una relación humana con el animal, tienen una relación animal con el animal, y eso es muy hermoso”.
(Gilles Deleuze Abecedario. Animal).
La garrapata
“La garrapata espera en las ramas de cualquier arbusto para caer sobre cualquier animal de sangre caliente. Careciendo de ojos, posee en la piel un sentido general lumínico, al parecer, para orientarse en el camino hacia arriba cuando trepa hacia su punto de espera. La proximidad de la presa se la indica a ese animal ciego y mudo el sentido del olfato, que está determinado sólo al único olor que exhalan todos los mamíferos: el ácido butírico. Ante esa señal se deja caer, y cuando cae sobre algo caliente y ha alcanzado su presa, prosigue por su sentido del tacto y de la temperatura hasta el lugar más caliente, es decir, el que no tiene pelos, donde perfora el tejido de la piel y chupa la sangre. Así pues, el “mundo” de la garrapata consta solamente de percepciones de luz y de calor y de una sola cualidad odorífera. Está probado que no tiene sentido del gusto. Una vez que ha llegado a su fin su primera y única comida, se deja caer al suelo, pone sus huevos y muere”.
(Arnold Gehlen, El hombre: Su naturaleza y su lugar en el mundo. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1980, pp. 84-85).
“Gilles Deleuze: sí, esta historia de... el primer rasgo del animal es realmente la existencia de mundos animales específicos, particulares, y... tal vez sea a veces la pobreza de esos mundos, la reducción, el carácter reducido de esos mundos, lo que me impresiona mucho. Por ejemplo, hablábamos antes de animales como la garrapata. la garrapata responde o reacciona a tres cosas, tres excitantes y nada más, es decir, se encamina hacia la extremidad de una rama de árbol, atraída por la luz; puede esperar en la punta de la rama, en lo alto de esa rama –puede esperar años sin comer, sin nada; allí, completamente amorfa, espera que un rumiante, un herbívoro, un animal pase por debajo de su rama, y ella se deja caer –y ahí tenemos un especie de excitante olfativo: ella huele, la garrapata huele el... el animal que pasa por debajo de su rama, y éste constituye el segundo excitante: luz y luego olor, y luego, cuando ha caído sobre la espalda del pobre animal, se pone a buscar la región menos poblada de pelo –y ahí tenemos un excitante táctil– y se hunde bajo la piel; el resto... si podemos decirlo así, le tiene completamente sin cuidado, es decir, en una naturaleza bulliciosa, extrae, selecciona tres cosas”.
(Gilles Deleuze Abecedario. Animal. El Abecedario de Gilles Deleuze (L'Abécédaire de Gilles Deleuze) es un programa de la televisión francesa producido por Pierre-André Boutang en 1988-1989, emitido en el año 1996. Consiste en una serie de tres entrevistas que Claire Parnet le realizara al filósofo).
Los necios y la prensa responsable
“Me he divertido mucho con el tema de los necios de la Web. Para quienes no lo hayan seguido, salió online y en algunos periódicos que en el curso de una denominada lectio magistralis en Turín, yo habría dicho que la Web está llena de necios. Es falso. La lectio trataba de un argumento completamente distinto, pero eso nos dice cómo entre periódicos e internet las noticias circulan y se deforman. El asunto de los necios salió en una rueda de prensa sucesiva durante la cual, respondiendo ya no sé a qué pregunta, hice una observación de puro sentido común. Admitiendo que entre los siete mil millones de habitantes del planeta haya una dosis inevitable de necios, muchísimos de ellos antaño comunicaban sus desvaríos a sus íntimos o a sus amigos del bar, y de este modo sus opiniones quedaban limitadas a un círculo restringido. Ahora una consistente cantidad de estas personas tienen la posibilidad de expresar las propias opiniones en las redes sociales. Por lo tanto, esas opiniones alcanzan audiencias altísimas, y se confunden con muchas otras expresadas por personas razonables. Nótese que en mi noción de necio no había connotaciones racistas. Nadie es necio de profesión (salvo excepciones), pero una persona que es un excelente tendero, un excelente cirujano, un excelente empleado de banco puede decir estupideces sobre argumentos de los cuales no es competente, o sobre los que no ha razonado bastante. Entre otras cosas porque las reacciones en internet se hacen en caliente, sin que dé tiempo de reflexionar. Es justo que la red permita expresarse también a los que no dicen cosas sensatas, pero el exceso de tonterías atasca las líneas. Y algunas reacciones desmedidas que he visto en la red confirman mi más que razonable tesis. Incluso alguien había referido que yo opinaba que en la red tienen la misma evidencia las opiniones de un tonto y las de un premio Nobel, e inmediatamente se difundió viralmente una inútil discusión sobre si yo había recibido el premio Nobel o no. Sin que nadie fuera a consultar la Wikipedia. Esto para decir lo inclinados que estamos a hablar al tuntún. En cualquier caso, ahora se puede cuantificar el número de los necios: son 300 millones como mínimo. En efecto, parece ser que en los últimos tiempos la Wikipedia ha perdido 300 millones de usuarios. Todos ellos navegantes que ya no usan la Web para encontrar informaciones, sino que prefieren estar en línea para charlar (tal vez al buen tuntún) con sus pares. Un usuario normal de la red debería ser capaz de distinguir ideas inconexas de ideas bien articuladas, pero no siempre es así, y aquí surge el problema del filtro, que no concierne solo a las opiniones expresadas en los diversos blogs o vía Twitter, sino que es una cuestión dramáticamente urgente para todos los sitios Web, donde (quisiera ver quién protesta ahora negándolo) se pueden encontrar tanto cosas fidedignas e utilísimas, como vaniloquios de todo tipo, denuncias de conspiraciones inexistentes, negacionismos, racismos, o también noticias culturalmente falsas, imprecisas, embarulladas. ¿Cómo filtrar? Cada uno de nosotros es capaz de filtrar cuando consulta sitios que conciernen a temas de su competencia, pero yo, por ejemplo, me vería en un aprieto a la hora de establecer si un sitio sobre la teoría de cuerdas me dice cosas correctas o no. Ni siquiera la escuela puede educar al filtro porque también los profesores se hallan en mis mismas condiciones, y un profesor de griego se puede encontrar indefenso ante un sitio que habla de la teoría de las catástrofes, o incluso tan solo de la guerra de los Treinta Años. Queda una sola solución. Los periódicos a menudo son víctimas de la red, porque de ella sacan noticias, algunas veces leyendas, dando voz por lo tanto a su mayor competidor, y al hacerlo siempre llevan dos días retraso sobre internet. En cambio, deberían dedicar por lo menos dos páginas al día al análisis de sitios Web (tal y como se hacen reseñas de libros o de películas) indicando los sitios virtuosos y señalando los que transmiten bulos o imprecisiones. Sería un inmenso servicio al público y quizá también un motivo para que muchos navegantes de la red, que han empezado a dejar de lado los periódicos, vuelvan a hojearlos a diario. Por supuesto, para acometer esta empresa un periódico necesitará un equipo de analistas, muchos de los cuales habrá que ir a buscarlos fuera de la redacción. Se trata de una empresa sin duda cara, pero sería culturalmente preciosa, y marcaría el principio de una nueva función de la prensa”.
(Umberto Eco De la estupidez a la locura. Editorial Lumen, Barcelona [2015]).
El que manda es el que pone nombre a las cosas
“-No sé qué es lo que quiere decir con eso de “gloria” –observó Alicia.
Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
-Pues claro que no, y no lo sabrás hasta que te lo diga. Quiere decir “ahí te he dado con un argumento que te ha dejado fuera de combate”.
-Pero “gloria” no significa “un argumento que deja fuera de combate” –objetó Alicia.
-Cuando YO uso una palabra –dijo Humpty Dumpty con un tono más bien desdeñoso- ésta significa lo que yo elijo que signifique, ni más ni menos.
-La cuestión es -dijo Alicia- si tu PUEDES hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
-La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es cuál manda -eso es todo.
Alicia estaba demasiado desconcertada para decir nada; luego, tras un minuto, Humpty Dumpty comenzó de nuevo:
-Algunas de ellas tienen mucho temperamento- sobre todo los verbos: ellos son los más orgullosos- con los adjetivos puedes hacer cualquier cosa, pero no con los verbos- sin embargo, ¡YO puedo manejarlos a todos ellos! ¡Impenetrabilidad!, ¡es lo que YO digo!”.
(Lewis Carroll Alicia a través del espejo. Cap.VI. Traducción del párrafo: Simón Royo Hernández).
Mistificaciones del culto al genio
“¿Afila la inventiva la ausencia de libertades? ¿Estimula la capacidad creadora vivir en un régimen de dictadura? Así se ha sugerido, con frecuencia, a modo de ironía o paradoja. Y ejemplos no faltan. El más próximo, para nosotros, es el que nos ofrece el franquismo. En el curso de los años sesenta y setenta hubo en España un despliegue literario sólo comparable -con ventaja- al de los años veinte y treinta, especialmente en el terreno de la novela. Distinto es el caso de la Rusia soviética, donde la creación literaria fue aplastada pero nunca anulada del todo, y el de la Alemania nazi, que generó una gran literatura en el exilio, obra tanto de escritores alemanes como de judíos que escribían en diversos idiomas. Sin embargo, no tendría sentido afirmar que Franco, Stalin o Hitler favorecieron una creación literaria que si se desarrollaba era pese a la situación de tiranía existente, no gracias a ella”.
(Luis Goytisolo Mercado y creación literaria. El País, sábado 7 de julio de 2001).
“La idea del culto al genio está ligada al Romanticismo y al antiguo Régimen, cuando se consideraba a los hombres definidos por su nacimiento noble (darwinisticamente recogido por Galton y la genética del talento hereditario) o plebeyo. Posteriormente la Revolución francesa rehabilitó el concepto de trabajo y con éste sucumbió la idea del genio. Pero quedaría una distinción que hacer dadas las connotaciones que adquiriría el trabajo en cuanto trabajo asalariado, en la mentalidad burguesa, la distinción entre el trabajo libre y el trabajo esclavo. Buena parte de lo que se considera como lo más excelso de la cultura ha sido fruto del trabajo libre, conseguido mediante el ocio que proporcionaba en el nuevo régimen rechazar la esclavización asalariada para, aún a costa de la pobreza, trabajar en libertad en la realización de la propia obra.
Al mito hegeliano del rendimiento de lo negativo pertenecen no pocas mistificaciones y creencias erróneas entorno al genio o individuo de talento excepcional. Resulta frecuente el decir que gracias a la pobreza material, a la enfermedad, a la locura, al alcoholismo o a la drogadicción, semejantes seres fueron capaces de ir más allá que los demás. Sorprende que una banalización de Hegel, de quien insistió en que todo se adquiere con trabajo y en que no hay saltos en el desarrollo mediato de cualquier cualidad (negando la capacidad de alcanzar lo absoluto a todo procedimiento que lo intentase de inmediato); sorprende que una banalización semejante, resumida por el adagio popular en el no hay mal que por bien no venga, haya cobrado tan gran difusión.
La mayoría de las sociedades han rendido culto, venerado y respetado, más a los sacerdotes y a los políticos o guerreros, que a los grandes científicos, poetas y artistas. Cuando los miembros más preclaros de las generaciones siguientes se dan cuenta de que Dante, el Marqués de Sade, Galileo o Fray Luis de León, pasaron por la cárcel, que Sócrates, Savonarola o Giordano Bruno fueron condenados a muerte, que Modigliani, Cervantes o Marx, vivieron en la mayor penuria y con la mayor escasez, que Billie Holliday vivió entre el hambre y el racismo, que Rousseau tuvo que ganarse la vida como copista de música y Spinoza como pulidor de lentes; sufren un complejo de culpabilidad que, en lugar de llevarlos a ensalzar, cuidar, proteger y venerar, a los genios de su época, esto es, en lugar de evitar que José Agustín Goytisolo (presuntamente) se arroje por la ventana, les lleva hacia la convicción de que las calamidades tuvieron algún sentido, de que gracias a la penuria y a la incomprensión un hombre es capaz de crear. Los burgueses de la actualidad llegan a pensar que la tortura es inspiradora de las musas, que la ignorancia y la indiferencia ante la obra es lo que hace grande a un artista, de ese modo justifican su mediocridad al pensar que su vida llena de comodidades les ha impedido llegar a tener talento creativo. No se dan cuenta de que son ellos y su sociedad los que hacen que quien no se someta pague un alto precio por su libertad.
Genio sólo puede ser el que sobrevive a su tiempo, se dice, como para justificar el abandono y el crimen que cometen las comunidades con sus mejores ejemplares. Lo que no se puede ser sin haber muerto es un clásico, pero Verdi y Wagner ya fueron reconocidos genios en su tiempo, llegando a ser clásicos después.
El ideal de la Paideia (educación) griega contemplaba tanto el cultivo del cuerpo como el del alma. Por eso se llegó a pensar que un cuerpo deforme o enfermo encerraba un alma perversa. Así lo afirmará también Shakespeare en su Ricardo III, al retratar al horrible duque de Gloucester. Y puede que haya cierta relación entre el cuerpo y el alma pues, frecuentemente, vemos en rostros macilentos las marcas de la penuria, de la brutalidad, de la ignorancia, si bien es cierto que, precisamente, la suavidad, la dulzura y la inteligencia, no llegan a dejar marcas tan profundas en el rostro como sus contrarios.
Habrá que esperar hasta el siglo XIX para ver reivindicada la posibilidad de que en un cuerpo enfermo o deforme habite un alma bella. En este sentido la tuberculosis ensalzaba y ponía de manifiesto la belleza del romántico (Chopin, Keats), también la deformidad (Kierkegaard, Toulousse Lautrec). Y visto desde el siglo XX, se llegaría a reivindicar igualmente la locura (Nietzsche, Hölderlin, Schumann). El espíritu bohemio también tiene que ver con esto y sostiene el encumbramiento al que se puede llegar a través de las drogas y el alcohol. En tal sentido se expresan incluso las enciclopedias de arte, por ejemplo, refiriéndose al alcoholismo y la adicción al opio de Modigliani, se nos dice: "Su genio plástico parece exaltarse bajo el efecto de estupefacientes" (Jean Louis-Ferrier L’aventure de l’art au XX siecle. Chêne-Hachette, 1988).
La valoración de la precariedad psicofísica y sus posibilidades, debe hacerse desde la perspectiva adecuada y con las debidas matizaciones. Es decir, Mondrian no era un borracho que pintaba, sino un pintor que bebía. Modigliani y Van Gogh también bebían, pero no para alcanzar el talento con el que ya contaban, sino porque nunca vendieron un cuadro, porque pasaron hambre y abandono llevando adelante su arte a pesar de la miseria, a pesar del alcohol, a pesar del deterioro físico y mental al que les abandonaron sus contemporáneos. Y si Hemingway conseguía escribir literatura a pesar de ser un bebedor o Stephen Hawking divulgar la física teórica incluso postrado en una silla de ruedas o Vicent Van Gogh pintar desde un sanatorio mental, eso era algo que denotaba un espíritu fuerte y una inquebrantable vocación, capaz de superar lo que a otros, la mayoría, destruye totalmente: El abandono, la incomprensión, la estupidez, etc. Talento, espíritu fuerte o inquebrantable vocación son cualidades semejantes y adquiridas, no sabemos a ciencia cierta cuáles son los ingredientes de su adquisición, ya que influyen en ello una gran multiplicidad de factores, de azares, que no son sino causas desconocidas; pero lo que sí está claro es que las cualidades no podrán surgir de sus contrarios, de modo que no será posible que por medio de la estupidez se alcance la inteligencia o que mediante la maldad se llegue a la bondad.
Por eso es tan mezquino el pensar que el talento se puede adquirir o potenciar mediante la enfermedad, las drogas o la bebida. Eso es absolutamente falso. Una idea que proviene del chamanismo indio y la brujería de la Edad Media, recuperando por los Beatles en la psicodelia de los 70 (Lucy in the Sky with Diamonds = LSD) y retornado en los 80 bajo la moda del tercermundismo y los enteógenos.
El hechicero de una tribu conoce, mediante la experiencia milenaria de ensayo y error transmitida de padres a hijos, las propiedades curativas de las plantas y las emplea con sus pacientes. Eso es lo fundamentalmente importante. A la par el brujo baila, ejecutando una serie de danzas y ritos que pueden reforzar (psicológicamente) la acción del medicamento. Esto último tiene una importancia secundaria y se reduce al efecto placebo, a un empleo positivo y activo de la sugestión. Si no administra una sustancia contra la mordedura de una serpiente, a un miembro de la tribu atacado por una, este último morirá sin remedio, por mucho que el hechicero baile y se emborrache, entrando en comunión con la divinidad. El que semejantes prácticas puedan llegar a tener entre 80 y cien mil años de antigüedad nada dice en su favor pues también el canibalismo ritual se nos muestra tan longevo.
Volviendo al tema del que hemos derivado, no caben medios artificiales por muy esotéricos que sean, para hacer que un individuo mediocre inmediatamente se convierta en un genio. A la naturaleza, al crecimiento de una semilla que marca sus límites y tiene en potencia el desarrollo mediato que le corresponderá en acto, los medios artificiales como el abono, la poda y el riego, la pueden ayudar a que actualice sus potencias. Siempre será mejor la lluvia para el crecimiento y desarrollo de una planta que el riego. Pero si en lugar de abono y riego lo que se pretende es saltarse un paso en el desarrollo mediante cualquier sortilegio imaginario el fracaso estará garantizado. No se puede curar a un enfermo terminal grave por muchos bailes y drogas que se consuman.
El fenómeno es el mismo cuando es el propio individuo el que intenta auto-inspirarse. No hay nada más tétrico que ver a un jovenzuelo que busca adquirir el talento poético a través de las drogas o el alcohol, más le valdría marcharse a leer un rato. Se ha dejado engañar por el mito del bohemio. Verlaine y Rimbaud eran tan excelentes poetas estando sobrios, que incluso borrachos y con sus facultades mermadas eran capaces de hacer buenos versos. Otros no quieren alcanzar cualidades que no poseen, sino experiencias que no poseen, así, el jovenzuelo tiene la errónea impresión de que las sustancias psicoactivas pueden abrir su mente cerrada, fenómeno que pasa también con el tabaco, que induce la sensación de relajación cuando en realidad enerva. Pero si el abrir la mente de forma inmediata mediante cualquier artefacto químico estuviese a nuestro alcance, ¿por qué fumando un porro se puede ver a Dios y sin embargo no se logra ni con un chute de heroína entender una ecuación diferencial? Porque lo primero es la falsa impresión de una alucinación a nivel de la conciencia, idealismo en estado puro, que se hará pedazos en cuanto vuelva a ponerse en contacto con la realidad material.
Cuando se escribe bajo los efectos de un estupefaciente (o se realizan otras acciones) se tiene la impresión subjetiva de que las trabas normales han desaparecido y de que se vuela más lejos, pero lo que se está consiguiendo es engañar a la conciencia, se supera el individuo imaginariamente, no realmente; pues no hace falta más que se vuelva a leer lo escrito bajo los efectos de la droga en estado no alterado para que darse cuenta de que lo que nos parecía fantástico resulta objetivamente grotesco.
Coleridge escribió su poema el Khan Kubla (1798) bajo los efectos del láudano. Tal vez lo hubiera hecho mejor de trabajar sin el opio, porque si el citado poema es tan conocido, es tan sólo por ese falso mito de la creación ex nihilo, ya que, ciertamente, es de lo peor de su producción. Pero Coleridge no produce de la nada, él tiene talento, es tierra productiva. Si un hombre desértico consume opio, no se vuelve poeta cultivado al instante, pero un poeta cultivado será capaz de lograr un poema aceptable incluso en estado de embriaguez. Aunque lo común es que los alucinógenos sean, como la enfermedad o la locura, devastadores en la gran mayoría de los individuos. Existe, no obstante el que ha sabido sacar algún partido del deterioro que provoca su uso para fomentar su trabajo. Así lo hizo Sartre, tomando anfetaminas sin parar para conseguir llevar a término su Crítica de la razón dialéctica. Sin esa automedicación, quizá no hubiera resistido tanto tiempo a la zaga de sus conceptos sin perderlos de vista. Hizo como el corredor que se dopa para anular el dolor y el cansancio a cambio de lograr una marca y a costa de su salud y su vigor futuros. El estado físico en el que se quedó el filósofo tras ese abuso de la droga fue lamentable y nadie puede asegurar que su insomnio artificialmente provocado le llevase a escribir mejor de cómo lo hacía en la vigilia fresca y normal. Pero el propio Sartre declaró que sabía muy bien lo que hacía, que hubiese hecho cualquier cosa para acabar su obra, su obra que era su vida. ¿Cualquier cosa menos trabajar libremente en su obra durante más tiempo? ¡Un pensador víctima de la prisa! Caso inédito hasta la revolución industrial. Las grandes realizaciones requieren largos tiempos y riñen con la celeridad. Además, a la postre, en el mejor de los casos el resultado es el mismo, ya que si un intelectual acude a la cocaína para mantenerse despierto una semana entera, luego habrá de pasarse la semana siguiente durmiendo, con lo cual habrá hecho lo mismo en una semana sin dormir que en dos semanas durmiendo. La máxima intensidad sólo se alcanza intelectualmente cuando se encuentra alguien en la plenitud de sus facultades, pues en detrimento de éstas lo que se alcanza es la falsa impresión de la maximización de la intensidad. Cierto que un atleta olímpico puede doparse para no sentir el dolor y alcanzar una marca más elevada, pero el engaño del aviso de sobrepasar la resistencia del cuerpo sólo puede reportarle un deterioro en su condición física; así, creyendo avanzar, lo que consigue es retroceder y en la realidad, alejarse cada vez más de la marca que hubiese podido llegar a batir en condiciones óptimas de no haber deteriorado su cuerpo utilizando el dopaje.
El ánimo se fortalece cuando triunfa sobre la adversidad. Y en cuanto que se triunfa sobre ellos, superándolos o, al menos, se resisten y pasan, todos los padecimientos pueden ser, en ese sentido, positivos. Ello no quiere decir que gracias a los padecimientos se ha fortalecido el ánimo, porque al pensar eso lo que se hace es confundir las causas. No es el padecimiento lo que proporciona la superación, sino el triunfo sobre el padecimiento lo que puede reportar fortaleza de ánimo. Es el triunfo sobre el padecimiento y no el padecimiento lo que puede servir de desarrollo. El padecimiento no queda justificado, no queda positivizado, no ha reportado nada bueno, tan sólo el triunfo sobre él, que se deberá a otras causas distintas a las que provocan el padecimiento, puede ser rentable; pero no se debería aceptar que el triunfo sobre el padecimiento es preferible al triunfo sin padecimiento. Puesto que el padecimiento deteriora, lo mejor será triunfar sin padecimiento, sin deterioro. Es falso que sin deterioro no se pueda llegar tan lejos como deteriorándose, es falso que un culturista no pueda desarrollar al máximo su capacidad muscular sin tomar anabolizantes y destrozarse el hígado. Pues a lo sumo, ese supuesto máximo desarrollo no será más que una falsa impresión, algo aparente, que nos presentará al cuerpo más enfermo y deteriorado como si fuese el cuerpo más potente y desarrollado.
Esto ocurre muy a menudo en la sociedad contemporánea a causa de la excesiva especialización y división del trabajo. El que a menudo se nos presenten engendros grotescos como la máxima realización de lo humano en alguna de sus facetas particulares. Lo engaña aquí es que se desconoce que el desarrollo real tiene que ser un desarrollo lo más completo y simultáneo posible. El todo no se habrá desarrollado realmente si no se han desarrollado cada una de sus partes de manera equilibrada, a falta de ello el sistema estará cojo y será a causa de nuestra visión parcial que podremos pensar en un avance. Un árbol no puede desarrollar una de sus ramas mientras que las demás se pudren, eso sólo ocurre si una enfermedad ataca a una parte y no a todo el árbol, pero no le ocurre a ningún árbol sano y, desde luego, nadie diría de un árbol semipodrido o semicomido por los gusanos, aunque la parte no comida sea hermosa, que se halla frente a un árbol hermoso. Aunque el árbol sobreviva al ataque de los gusanos no por ello llegará a ser más frondoso y más grande, es más, será el árbol que no haya sido atacado por los gusanos el que mayor envergadura probablemente alcanzará. Pero la metáfora vegetal se nos queda corta, porque el desarrollo del árbol está más condicionado por el genotipo que por el fenotipo, mientras que en el ser humano es al revés, su desarrollo depende más del fenotipo que del genotipo, hasta el punto que nos atreveríamos a decir que, dadas unas condiciones fisiológicas standard en un recién nacido, a los efectos de su desarrollo todo dependerá del medio ambiente y muy poco de la herencia genética.
Por tanto, respecto a la idea de que el ánimo se fortalece con las adversidades, ya hemos dejado en claro que se fortalece con el triunfo sobre las adversidades y, mayormente, con el triunfo sin haber padecido adversidades. Por eso decía Nietzsche que se cocía cualquier azar en su puchero, aunque no pudiese llegar a cumplir su aserto durante los 11 años que permaneció totalmente enajenado e improductivo antes de morir. Ya señalaba el estoico Marco Aurelio que no hay que quejarse nunca de sufrir lo insoportable, puesto que si lo que nos aqueja es soportable se exagera y si lo que sufrimos llega a acabar con nosotros, no podríamos llegar a quejarnos. Cuando un corredor de fondo dice que no puede más, miente, si no pudiese más de verdad no podría ni siquiera hablar para decirlo.
Como agentes esencialmente destructivos, los males son penosísimos y no tienen justificación ninguna. La Teodicea es la ciencia más repugnante que existe, pues se dedica a buscarle justificación al mal.
Respecto a la bondad moral, también se ha suscitado el dilema entre su adquisición mediata y aprendida o su posesión natural hereditaria o de divina procedencia. Tolstoi, en un bello relato que lleva por título El padre Sergio, nos narra la historia de un hombre noble que se hace religioso y se esfuerza por ser bueno lo más posible, hasta que un día, viendo a una mujer del pueblo, sin instrucción ni pretensión de ser buena, pero siéndolo de hecho en un grado mayor al que el hubiera podido alcanzar, llegó a la conclusión de que no sólo era cuestión de sus esfuerzos, sino de la forma en la que Dios hacía a las personas. El equívoco del mensaje que el escritor ruso introduce en su relato es el de considerar que la mujer simple carece de experiencias, que ha nacido buena, en lugar de considerar que ha podido llegar a alcanzar esa cualidad aun sin proponérselo, y no gracias a ello, en virtud de los acontecimientos que hayan podido jalonar su biografía. Un ejemplo corporal sería el de un trabajador que reparte bombonas de butano y, sin proponérselo, desarrolla unos bíceps descomunales y una considerable fuerza física; mientras que un aficionado al culturismo, que proponiéndose la finalidad de desarrollar sus bíceps acude diariamente a un gimnasio, puede darse cuenta un día de que quien reparte el butano, sin pretender esa finalidad, la ha adquirido, incluso más y mejor que él. El ejemplo pretende ser gráfico y no es muy adecuado, ya que la mayoría de los trabajos asalariados, en lugar de promover el desarrollo, fomentan la hipertrofia y el deterioro, pues se siguen dividiendo aún hoy entre trabajos físicos y trabajos intelectuales.
Ciertamente, la mejor manera de aprender una lengua es como los niños, sin darnos cuenta y sin proponérnoslo, aunque es de lamentar que en la edad adulta se haya perdido gran parte de esa plasticidad infantil del que está por hacer. Por eso vemos que es mucho más difícil corregir, que aprender por primera vez, y nada hay peor que lo que mal hemos aprendido, pues lo arrastramos siempre y con mucha dificultad logramos superar las deficiencias de base.
El mensaje rousseauniano y cristiano del relato de Tolstoi venía a indicar que la naturaleza bondadosa de la mujer popular era un asunto natural, no aprendido, cuando no un don divino.
Doctrina que mediante sutilísimos retorcimientos fenomenológicos llevaría a Max Scheler, filósofo que se hizo sacerdote al final de su vida (y sobre el que ha escrito el especialista en su obra Karol Wojtyla, que fue Papa), a proclamar que quien quiere ser bueno no es más que un fariseo, esto es, alguien que tan sólo quiere aparentar ante sí mismo y ante los demás su calidad moral, ya que no se puede pretender ser lo que no se es.
Resulta que respecto a la moral, hay dudas respecto a su adquisición mediata o su posesión inmediata, mientras que respecto a las matemáticas nadie diría que se puedan adquirir inmediatamente mediante una intuición súbita, sino que es obvio que requiere un largo aprendizaje. Para la adquisición de las capacidades también se requiere un largo aprendizaje y es difícil conjurar el absurdo racista y lamarckista de que alguien haya nacido con facilidad para las matemáticas, o para la música, o con oído, como se dice a veces, como si los demás no hubiesen nacido con unas oídos tan educables como los de los demás. Y no digamos ya cuando se dice que alguien ha nacido bueno o malo. Las capacidades intelectuales y morales son adquiridas, no innatas. Platón no distinguía entre las dos cosas, que consideraba ya no sólo mediatas sino iguales y paralelas. La fórmula griega virtud es conocimiento viene a identificar el ámbito moral y el cognoscitivo (e incluso el estético) de un modo que a los modernos nos resulta muy difícil comprender. Dicho llanamente, el ignorante es malo (y feo) y el sabio es bueno (y bello), decía Sócrates, y no hay mejor forma de mejorar en todos los órdenes que encaminarse desde el primero hacia el segundo.
En las películas sobre artistas, músicos, literatos o científicos, suelen presentarnos al creador de dos maneras y ambas inducen a la confusión de la facilidad y la posesión de cualidades innatas pues esconden el proceso que lleva a su desarrollo y el esfuerzo de su ejecución: se nos enseña a los creadores de fiesta, bebiendo y divirtiéndose, nunca trabajando o rara vez, y cuando se les presenta trabajando realizan su labor con una agilidad, rapidez y maestría, que sugieren al espectador que lo que hacen es muy fácil, que cualquiera podría hacerlo inmediatamente, nada más salir del cine, igual de bien. Sólo quien conoce las dificultades de una actividad puede apreciar la realización de la misma, no es sencillo apreciar tras los movimientos de un bailarín de ballet sus miles de horas de entrenamiento, sino que se está viendo el resultado quedando el proceso que ha llevado hasta él en la oscuridad. De ahí que haya al menos dos formas de mirar las obras, la superficial y la profunda. La primera se queda en lo manifiesto, mientras que la segunda, además, capta lo oculto que yace tras lo manifiesto.
(Simón Royo Hernández).
El panaché de Cyrano
“Lebret: Si a reprimirse acertara tu espíritu... mosquetero,
tuvieras gloria, dinero.
Cyrano: ¿Y a qué precio lo alcanzaría?
¿De qué medios me valdría? Di.
¿Buscando un protector
y medrando a su favor
cual la hiedra que a porfía
el firme tronco abrazando,
lamiéndole la corteza,
suavizando su aspereza,
va poco a poco escalando
la copa? ¿Yo así medrar?
¿Yo por astucia elevarme?
¿De mi ingenio no acordarme
ni con mi esfuerzo contar?
¡No, gracias! ¿Dedicando
como a todos, versos hueros a ignorantes <<financieros>>,
con el de un bufón trocando
el donaire natural
por la esperanza indecisa
de lograr una sonrisa
de un potentado venal?
¡No gracias! ¿Con la pretensión
de que a su mesa me siente,
arrastrarme, cual serpiente
ante estúpido anfitrión,
y ejecutar contorsiones
con agilidad dorsal?
¡No, gracias! ¿Original
talento en sus producciones
suponer en un plagiario,
y adorar noche y mañana
el santo por la peana,
siempre pronto el incensario?
¿Navegar con madrigales
por remos? ¿Sin rumbo cierto
llegar al ansiado puerto,
los más rudos temporales
porque me he visto citado
en el <<Mercurio Francés>>?
¡No, gracias! ¿Que cual necio tema
si otro más necio se irrita?
¿Consagrarme a una visita
mejor que a hacer un poema?
¿O, tras mil y mil desgracias,
a sueldo hacer memoriales
u otros oficios triviales?
¡No, gracias! ¡No, gracias!
En cambio... ¡oh, dicha,
vencer
gracias al propio heroísmo,
fiando sólo en tí mismo,
pudiendo siempre a placer
himnos de gloria entonar
o denuestos proferir,
soñar, despertar, sentir,
lo que es hermoso admirar;
tener firme la mirada,
la voz que robusta vibre,
andar solo, pero libre,
ponerte, si ello te agrada,
el sombrero de través,
por un sí o un no batirte,
hacer versos o aburrirte,
ser arrogante o cortés;
de la gloria y la fortuna
sin cuidarte, trabajar,
si te place, en preparar
lo absurdo... ¡un viaje a la Luna!;
no escribir nunca, jamás,
nada que de tí no salga,
y, modesto en lo que valga,
pensar que otro vale más;
¡y contentarte, por fin,
con flores, y hasta con hojas,
como en tu jardín las cojas
y no en ajeno jardín!...
En resumen: desdeñar
a la parásita hiedra,
ser fuerte como la piedra,
no pretender igualar
al roble por arte o dolo,
y amante de tu trabajo,
quedarte un poco más bajo,
pero solo, siempre solo.
Lebret: Solo siempre solo, si,
según tus extraños modos;
mas no solo contra todos,
que eso es ya manía en ti.
¿De qué proviene ese afán
de hacerte sólo enemigos?
Cyrano: De verte a ti hacer amigos
y del pago que te dan.
Buenos... ¿cuántos hallarás?
Yo, al ver uno que, ceñudo,
me niega al paso el saludo,
pienso: <<¡Un enemigo más!>>
¡Y gozo!”.
(Edmond Rostand Cyrano de Bergerac Act II, Scène VIII).