Heidegger: una teoría crítica de la tecnociencia moderna
Alejandro Escudero Pérez
UNED
A pesar de las cruciales aportaciones de Martin Heidegger a la filosofía del siglo XX y XXI hay sobre su figura y su obra un insidioso halo de suspicacia, un sentimiento de hostilidad y animadversión. ¿Por qué? Porque -junto con otros autores como Nietzsche, Wittgenstein o Derrida- es un pionero que pacientemente socaba las “evidencias” sobre las que está cómodamente instalado el moderno sentido común. Hay un temor atávico a deshacerse de las que se tienen por sólidas certezas (aunque ya no pasen el tamiz de un escrutinio racional). Por ello es lógico que a Heidegger -y a tantos otros- se los mire con desconfianza. En su caso, además, padece recurrentes y monótonas campañas de desinformación -con mentiras hábilmente manipuladas y masivamente servidas por unos medios de comunicación entregados al negocio del sensacionalismo-; últimamente, a raíz de la publicación de los llamados “Cuadernos negros”, circula una absurda y falsa acusación de “antisemitismo” promovida por panfletos oportunistas firmados por personajes que, desde un ciego “prosemitismo”, alientan los constantes crímenes del Estado de Israel contra el pueblo palestino y aplauden la política de Donald Trump, cuya campaña electoral fue generosamente financiada por un lobby sionista de extrema derecha. Lo que dice Heidegger sobre el “judaísmo” en estos célebres “cuadernos” puede ser rebatido, desde luego, pero lo que afirma sobre esta forma cultural e histórica de vida se refiere, exclusivamente, a su complejo lugar y papel en la geopolítica del mundo occidental en las primeras décadas del siglo XX. Dicho esto, no sorprende, sin embargo, y por el motivo que acabamos de apuntar, que siga siendo un constante blanco de insidias y calumnias. La ignorancia es, ya se sabe, tan imprudente como atrevida1.Uno de los puntos fuertes de su legado está en cómo Heidegger ha meditado sobre la técnica. Por nuestra parte, vamos a exponer, con brevedad, cuáles son algunas de las principales aportaciones de Heidegger a una filosofía de la técnica entendida como una de las vertientes de una ontología de la actualidad, es decir, como una teoría crítica del statu quo.
El punto de partida de Heidegger es la discusión de una arraigada y difundida concepción de la técnica -procedente de la metafísica del sujeto, esto es, del idealismo moderno- que suele considerarse obvia y evidente. Se trata de una concepción instrumentalista, antropocéntrica y neutralista. Respecto a ella Heidegger explica que, aunque sea acertada superficialmente -pues roza aspectos significativos de la técnica (en tanto lo técnico consiste en instrumentos, la técnica implica la participación de seres humanos y los utensilios son, hasta cierto punto, polivalentes en su uso)- no puede aceptarse como una teoría lo suficientemente sólida y profunda. Entre otras razones porque parte de dos supuestos erróneos: a) describe la técnica desde el modelo sujeto/objeto, un modelo causal y diacrónico; b) cree que el hombre es el fundamento de la técnica, su arché y su télos, su sujeto, en definitiva. Esta convencional concepción de la técnica afincada en el sentido común del ciudadano medio, y, por ello, en la comprensión cotidiana del mundo, no carece, por otro lado, de consecuencias (puede ser superficial, incluso errónea, pero esto no impide que sea inocua); por ejemplo estas: lleva a sostener que gracias a la técnica el mundo moderno es la cima del Progreso de la Historia Universal de la Humanidad y fomenta la ilusión de que gracias a la técnica el Hombre domina y controla la naturaleza, poniéndola a su servicio impunemente, sin, por así expresarlo, padecer ninguna clase de “efectos secundarios” o de “daños colaterales”.
Si la filosofía es “ontología” es porque remite, una y otra vez, el ente (lo que es, lo que aparece siendo esto o siendo aquello) al “ser” (a las condiciones a priori de ese comparecer). Por eso, subraya Heidegger, es importante distinguir lo técnico -los entes útiles- de la técnica (en tanto ésta se asienta y arraiga en el “ser” en su diferencia con lo óntico). Este es uno de los puntos más difíciles de su propuesta, pero, también, uno de los más relevantes. Ante la pregunta filosófica “¿qué es la técnica?” responde Heidegger: la técnica no se limita a los utensilios -los denominados “medios técnicos”- sino que, más radical y originariamente considerada, es un ámbito específico e irreductible dentro del cual los entes resultan desocultados a partir de unas fácticas posibilidades de desvelamiento o manifestación (en ese ámbito, también, se definen las necesidades de los seres humanos, los artefactos que pueden contribuir a su satisfacción, etc.). Respecto a ese ámbito de la comprensión puede, inicialmente, destacarse lo siguiente: a) está circunscrito por la convergencia, en simultaneidad, de una serie de factores y componentes (por ejemplo, plexos de útiles, contextos de su uso, unos específicos usuarios y demandantes, etc.); b) está modalizado históricamente, articulado por paradigmas técnicos que pivotan, en última instancia, sobre un acontecer del ser que los abre y envía recurrentemente (a cada época histórica le corresponde un paradigma técnico, como bien expone Félix Duque en su libro Filosofía de la técnica de la naturaleza, editorial Tecnos, 1986).
Partiendo de estas coordenadas Heidegger propuso, en la segunda mitad del siglo XX, un perspicaz diagnóstico del statu quo, del estado del mundo en el que vivimos, en el que habitamos. La modernidad, en su apogeo, nos dice el autor alemán, está marcada por el imperio -primero occidental, luego planetario- de la Tecnociencia, la específica modalidad actual del saber técnico, vigente en esta época del mundo2. En ella, entre otras cosas, la ciencia está, a priori, absorbida y acaparada por la técnica, como es evidente en las revoluciones industriales que signan y canalizan la era moderna del mundo.
Insiste Heidegger en que, por expresarse en estos términos, una teoría filosófica debe evitar tanto la tecnofobia -demonizando la técnica- como la tecnofilia -la ciega confianza en los “avances” de la técnica, sean cuales sean. Pese a esto, conviene, aunque sin exagerar, resaltar el lado sombrío y oscuro de la tecnociencia -sus “daños colaterales”- pues él nos alerta de que no todo va tan bien como la propaganda oficial quiere que creamos. Por eso, cuando tematiza el universo de la tecnociencia desde conceptos como “Gestell” o “Bestand” subraya lo que denomina el “peligro” que ésta incluye y despliega en su expansión planetaria de la mano del capitalismo globalizado. El peligro inherente a la moderna tecnociencia es doble: por un lado, por su propio carácter, la modalidad moderna de la técnica tiende a esquilmar la naturaleza sin detenerse ante nada; por otro lado, esta versión histórica de la técnica tiende a considerarse a sí misma como la única necesaria, como la única racionalmente posible. ¿Dónde arraigan, por lo tanto, las dos caras de este específico “peligro” propio de la tecnociencia moderna? En la creencia, enraizada en el idealismo filosófico, de que el Hombre es Sujeto racional de la técnica, su dueño y su señor. Regresamos, aquí, precisamente, al punto de partida: una concepción de la técnica instrumentalista, antropocéntrica y neutralista.
El apogeo de la modernidad en el universal despliegue de la tecnociencia, sin embargo, destaca Heidegger, encierra en su núcleo una profunda crisis más o menos notoria o evidente. Y toda crisis es, a la vez, tanto la propagación de un peligro -un riesgo, una amenaza- como una profunda oportunidad de alcanzar algo distinto y mejor. Dicho filosóficamente, la tecnociencia, desatada, hipertrofiada, es el apogeo de la metafísica del sujeto -con su afán de dominio y su ansia de control- pero, también, aquí, en su auge, reside la seña de su desmesura y, con ella, el anuncio de su ocaso.
¿Qué tareas específicas despuntan aquí tanto para el pensar filosófico como para las formas de vida inmersas en el vértigo de una tecnociencia nihilista? Una primera tarea consiste en acometer el complejo proceso de deconstrucción del Gestell y sus discursos legitimadores, una deconstrucción ocupada en diluir los obstáculos que bloquean la llegada de lo posible del futuro, en quitar los puntales que engañosamente sostienen un edificio en ruinas que aparenta esplendor y brillo. La deconstrucción, pues, señala las grietas, indica las brechas del statu quo, esas rendijas por las que, convenientemente despejadas, puede, acaso, entrar un acontecimiento que sea portador de inéditas posibilidades aún por jugar. El reto, pues, ante el que nos sitúa tanto Heidegger como otros autores significativos de nuestro tiempo, es preparar la llegada de otro modo de ser técnica de la técnica en la que la depredación ilimitada del “sujeto racional” ceda el paso a una técnica sostenida en el cuidado y la mesura3.
BIBLIOGRAFÍA
Acevedo, Jorge, Heidegger: existir en la era de la técnica, ed. Univ. Diego Portales, 2014
Duque, Félix, Filosofía de la técnica de la naturaleza, ed. Fondo ITM, 2014 (1ª ediciónTecnos, 1986)
Habitar la tierra, ed. Abada, 2008
Esquirol, Josep M., Los filósofos contemporáneos y la técnica (de Ortega a Sloterdijk),ed. Gedisa, 2011
Heidegger, Martin, Filosofía, ciencia y técnica, ed. Universitaria, 1997
Inde, Don, Heidegger’s Technologies, Fordham University Press, 2010
Latouche, Serge, La megamáquina (razón tecnocienfíca, razón económica y mito del progreso), ed. Diaz & Pons, 2016
Linares, Jorge Enrique, Ética y mundo tecnológico, ed. FCE, 2008
Mitchan, Carl, ¿Qué es la filosofía de la tecnología?, ed. Anthropos, 1989
Noble, David, La religión de la tecnología, ed. Paidós, 1999
Parente, Diego, Del órgano al artefacto (acerca de la dimensión biocultural de la técnica), ed. Universidad Nacional de La Plata, 2010
Postman, Neil, Tecnópolis (la rendición de la cultura a la tecnología), ed. Galaxia Gutenberg, 1994
Sabrovsky, Eduardo, La técnica en Heidegger, ed. Universidad Diego Portales (2 volúmenes), 2006
Xolocotzi, Ángel (coordinador), La técnica: ¿orden o desmesura?, ed. VR, 2009
NOTAS
1 En los dos libros siguientes se alude a esos “cuadernos” sin caer en la pura y cruda desinformación destinada, exclusivamente, a estigmatizar a los lectores y estudiosos de Heidegger: Francesca Brencio (ed.), La pietà del pensiero. Heidegger e i Quaderni Neri, ed. Aguaplano, 2015; F. W. von Herrmann, Francesco Alfieri, Martin Heidegger: la vérité sur les “Cahiers noirs”, ed. Gallimard, 2018.
2 Ya en los años treinta y cuarenta Heidegger subrayó que la tecnociencia encaja como un guante en la mano con los Estados totalitarios. Sobre esta cuestión, en su costado histórico, pueden consultarse con provecho dos libros: John Cornwell, Los científicos de Hitler (ciencia, guerra y pacto con el diablo), editorial Paidós; Philipp Ball, Al servicio del Reich (la física en tiempos de Hitler), editorial Turner. Como es conocido, por otro lado, las potencias occidentales del liberalismo democrático no tuvieron ningún reparo a la hora de reclutar a los científicos “nazis”, por ejemplo, el célebre Wernher von Braun, sin el cual la “carrera espacial” de los USA sería inconcebible.
3 Sobre este conjunto de cuestiones pueden consultarse, por ejemplo: François Flahault, El crepúsculo de Prometeo, editorial Galaxia Gutenberg, 2013; Carlos Taibo, Colapso, editorial Catarata, 2016; Jean-François Mattéi, La barbarie interior, ediciones del Sol, 2005.