¡Qué bien viven los maestros!
( Por Juan José Boyano, profesor de Historia del IES "Mar de Alborán" de Estepona (Málaga)). Octubre de 2005.
Los maestros constituyen
una especie laboral cuyas excelencias nadie puede negar . Ni el más osado de los
ciudadanos podría poner en duda
que hoy, en nuestro país, decir maestro es decir
buena vida. Intelectuales de tres al cuarto han querido cuestionar este
principio básico de la sabiduría popular, pero han tenido que abandonar ante la
evidencia de que los maestros, no sólo viven bien, sino que, a pesar de eso y
por encima de eso, son culpables de muchos de los males de nuestra sociedad. Y a
uno no le que queda más remedio que traer a la memoria, aunque con un sentido
macabro, la frase bíblica: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Los
maestros, seleccionados por un destino de privilegio divino, han llegado a donde
están y... viven muy bien.
Son muchos los ejemplos con
los que podríamos ilustrar este dogma de fe, pero para no extenderme demasiado,
cojamos, al azar, un caso: el Instituto de Enseñanza Secundaria Mar de Alborán
de Estepona (Málaga).
Hace tres años tenía alrededor de 800 alumnos. La población estudiantil de la
localidad crecía y era necesaria una respuesta rápida e inteligente. Los de
arriba - ¿los dioses? pregunta mi hijo de 9 años cuando hablo del tema – tenían
las cosas claras. Palabrería de mercadillo la de quienes, en nombre de la
pedagogía, decían que la masificación es el primer motivo para la proliferación
de conflictos.¿Hacer un nuevo instituto y crear dos unidades desmasificadas?.
No. Hacer más grande el centro docente que existía incorporando un colegio de
enseñanza primaria con 20 años de antigüedad. Por algo estamos donde estamos en
el ranking mundial de asuntos de enseñanza.¿Dónde se ha visto que, en educación;
los criterios psicopedagógicos estén por encima de los económicos y políticos?.
Y todo ¿por qué?. Porque se pretendía que el maestro viviera mejor aún, con más
compañeros con los que alternar y disfrutando de esa alegría que da la juventud
revoloteando a su alrededor, en numero de 32 o 33 por aula. Eso se llama calidad
de vida para el maestro y, por supuesto como segundo objetivo , calidad de
servicio para los alumnos.
Pero no hay que establecer límites estrictos.En el curso 2004-2005 se observó
con cierta inquietud que el centro de enseñanza existente era pequeño paras las
demandas de felicidad del profesorado e inmediatamente los de arriba - ¡qué
sabio es mi hijo! – se pusieron manos a la obra y proyectaron la ampliación del
instituto existente.Con suerte nos acercaríamos alos 1300 alumnos sin contar los
casi 100 profesores que veían como su bienestar crecía al mismo ritmo que
crecían sus salarios. Glorioso: había que hacer un módulo más. ¿Cuándo se
realizarían las obras?. En verano por supuesto, para no turbar la placentera
quietud del maestro y la armónica relación con sus 33 alumnos por aula. Por
avatares de un cruel destino que sólo los de arriba conocen, las obras
comenzaron en pleno curso escolar. Aún así, el bienestar llegó a cotas
indescriptibles: la tecnología de la construcción ( excavadoras, perforadoras,
camiones, gruas sobre las cabezas)en delicada armonía con las clases de
Matemáticas, Historia o Seguridad en el Trabajo.
Y la cafetería se hundió. Fue un imprevisto.¿Quién lo iba a sospechar estando
como estaban todos en sus asuntos?¿Cómo es que el maestro que tanto sabe porque
ha estudiado no lo advirtió?. Porque vive muy bien.Porque su bienestar le nubla
los sentidos y, a veces, no atiende a sus responsabilidades; como cuando
pretende enseñar una asignatura y se desentiende de educar a los 33 alunos que
tiene por aula, argumentando – ignorante él – que esa es tarea de la familia.
Son despistes, porque una cosa es vivir bien y otra muy distinta eludir las
responsabilidad de su puesto de trabajo.
O tal vez, el maestro lo sabía todo y en un acto de debilidad, dejo pasar los
acontecimientos para así tener más vacaciones, porque en esos días sin clase,
como en tantos otros días, el maestro no hacía nada.
¿Para comienzos del curso 2005-2006, las obras terminadas?. Los de arriba – ¡qué
sabios son los dioses! – planificaban por encima de nuestra ignorancia. Las
obras continuaban, no había aulas para todos los alumnos, y algunas clases
tendrían que trasladarse a la tarde. En 5 días los maestros que mejor viven de
todos, que son los que mandan (el director y los jefes de estudios) tenían que
hacer un horario partido para 1300 alumnos y casi 100 profesores. ¿Quién les iba
a decir a ellos que iban a tener la oportunidad de estar hasta altas horas de la
madrugada fuera de sus hogares, en una pura juerga?.Y, además, de añadido
recibirían alabanzas, reconocimientos, honores y vítores por parte de compañeros
– encantados todos con sus horarios -, alumnos – exultantes por acudir a clase
hasta las 10 de la noche – y padres – que no podían entender con qué
sobrenatural maestría habían conseguido en tan poco tiempo poner en marcha un
nuevo curso - . Y esta vez, los de arriba quisieron quedarse en un segundo
plano. Todos los honores para los maestros que, sin apenas proponérselo, ahora
vivían todavía mejor porque podrían contemplar tanto los hermosos amaneceres,
como las sobrecogedoras puestas de sol, acompañados de sus alumnos.
Las clases comenzaron cuando tenían que comenzar, porque para eso los de arriba
son muy suyos y la normalidad debe anteponerse a la buena vida del maestro. La
normalidad tiene muchas caras, pero, al fin y al cabo, normalidad es que los
cables cuelguen de los techos o se arrastren a montones por los suelos;
normalidad es que se tenga que hacer un pequeño receso en el relato de la
Revolución Industrial porque en ese preciso momento el obrero de la construccion
de turno ataca el alicatado de unos antiguos servicios a los que hay que
reconvertir rápidamente en aula; normalidad es que el maestro y la maestra no
tengan un aseo; normalidad es que no haya agua ni cafetería – se derrumbó
¿recuerdan? -. La normalidad tiene muchas caras. ¿Acaso no es normal que cuando
todo está como está – estupéndamente, por supuesto – se tenga la suerte de
recibir la dotación propia de la condición de centro TIC – Tecnologias de la
Información y la Comunicación-¿. En un arrebato sólo comparable a la ceremonia
de ofrenda floral que se celebraba en los lejanos meses de mayo de nuestra
historia, deambulaban por los pasillos, mesas incontables, armarios mil, alumnos
que no sabían donde estaba su servicio reconvertido en aula, cientos de
ordenadores que luego no podían instalarse por falta de suministros (cables,
enchufes, digo yo) y maestros disfrutando de esas pequeñas nuevas alegrías y
sorpresas que cada día les deparaba.
Si eso no es vivir bien, que vengan los de arriba y lo vean.
Pero la monotonía se estaba adueñando de este Instituto proyectado para el bien
vivir. Por manos del destino se consiguió superar ese pequeño escollo de
aburrida normalidad y pronto llegaron novedades: tuberías rotas, humedades
subterráneas, viguetas dañadas.Lo que haga falta para animar la fiesta que
estaba decayendo.
Ahora hay que irse a otro Instituto en horario de tarde. Dicen que para poco
tiempo, pero hay que confiar en que falle la proverbial seriedad de los
responsables de la construcción y de las reparaciones, porque los maestros que
mandan - que ahora tienen que tirar a la basura lo que hicieron en los 5 días de
juerga hasta altas horas de la madrugada, y deben hacer un nuevo horario para
1300 alumnos y casi 100 profesores en tres días – y los que no mandan - que
plantearon su asignatura para una enseñanza con ordenadores, y ahora no tienen
ni taquilla propia donde guardar sus papeles -, todos ellos son felices. Y son
felices porque viven bien.
Sólo falta que a nadie se le ocurra pedir responsabilidades, porque de ser así,
todas ellas irían para los maestros que, pensando sólo en su bienestar, en sus
vacaciones y en su sueldo de alto ejecutivo, han provocado estas pequeñas
incomodidades en un alarde de ansiedad hedonista.Queden las cosas así.
Si alguien por la calle, se cruza con un maestro y le lanza una mirada cuanto
menos desafiante, está en su derecho, todo hay que decirlo, porque los maestros
y sólo los maestros son los que han desbaratado los sabios planes de los de
arriba – los dioses de mi hijo - .Tal vez no era su intención, pero están
acostumbrados a vivir bien.
De cualquier modo opino que los dioses deben estar locos para dejar que los
maestros vivan tan bien.