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LA GENERACIÓN BEAT: VISIONES DE TOMÁS AYUSO
 

(Edición e introducción de José Luis Plaza Chillón, ediciones Algorfa, Marbella 2019)



Vivimos en una época que preferiríamos olvidar, porque no ofrece nada. Para una gran parte de la población, visto lo que amenaza venir, lo mejor que puede pasar es seguir como estamos. Todos nos sentimos a bordo del Titanic, y sabemos que no podemos dominarlo. Sin embargo, hubo una vez en que esto no fue así. En los días de que hablo, el capitalismo crecía con solidez, los bienes materiales se multiplicaban y la población experimentaba un crecimiento exponencial. La gente empezó a consumir de verdad, es decir, a disfrutar de bienes superfluos, cuando hasta entonces casi todo había consistido en poder sobrevivir con mayor o menor holgura. Los adelantos científicos prometían un futuro brillante. El año 2000 se vislumbraba nimbado de coches voladores, estaciones espaciales y residencias domotizadas. Había un camino que emprender, sin duda alguna. Y pasaba por aceptar las guerras regionales, la explotación del Tercer Mundo, los arsenales atómicos, la guerra fría contra el comunismo, las torturas de la CIA y tantas cosas más, pero sobre todo, pasaba por aceptar vivir conforme a ese sistema, el único sistema en Occidente. Era más que una aceptación, era modelarse a uno mismo tal como lo requería el sistema, sin guardar reserva mental alguna. Ahora bien, es precisamente en ese momento de afluencia material generalizada, nunca vista antes, cuando muchos se plantean por qué vivir así en lugar de hacerlo de otra manera. Para ello se necesitaba de un país puntero en la economía del capital - los EEUU- y que a la vez fuera inherentementemente individualista. La última vez que Occidente había soñado con un modelo de vida alternativo fue en el siglo XIX con los socialistas utópicos (Owen, Fourier, Saint-Simon, Cabet, etc.), pero de ello hacía ya más de un siglo, y además fue siempre cosa de minorías, porque el capitalismo no estaba plenamente desarrollado y por tanto tampoco se sabía exactamente qué tipo de vida iba a traer. Por otra parte, se trataba de intentos colectivistas, no de decisiones personales. Es hacia 1950 que el individuo se plantea vivir de otra manera que no sea según prescribe el capitalismo. Y desde luego no tarda en hacerlo, y en encontrar seguidores que comparten su visión de las cosas, que podemos resumir en que es innecesario seguir disciplinándonos al viejo modo si vivimos como lo hacemos en una sociedad de abundancia que emplea tecnología para ahorrar muchísimo trabajo.

El esfuerzo que se ha dedicado a denostar, ridiculizar y defenestrar a todos estos pioneros de una vida alternativa ha sido inmenso y sostenido. ¿Acaso no ridiculizaba ya Aristófanes hace 2.500 años a Sócrates en Las nubes? Y sin embargo, ¿qué ha quedado de esas críticas? ¿Qué nuevos caminos han abierto? ¿Qué alternativas han ofrecido? ¿Qué rendimiento han tenido? Ninguno. Ni siquiera han sido conservadoras: no han conservado el medio natural. Son críticas que se han plegado al sistema económico cuando hacía falta.

¡Qué otra cosa la Generación Beat! Su actitud, expresada en su mirada frontal -como en la mayoría de las ocasiones nos los presenta Tomás Ayuso- nos interroga hoy con una fuerza inusitada. No es solo que hoy vivimos en un mundo impensable sin su aportación, un mundo que legaliza la marihuana y el matrimonio homosexual, que baila con sus ritmos y canciones, que tiene un arte que desciende de ellos casi en línea directa, un mundo mucho más desinhibido sexualmente, más tolerante con las creencias de cada cual, más abierto a Oriente y más preocupado por la naturaleza. No es eso, o no es solo eso. Lo que nos interroga en esa mirada es que el paso del tiempo los ha situado como ejemplos modélicos de una vida alternativa que hoy desesperamos de encontrar. Y no se trata de que ellos -y ellas- buscaran una salida al mundo del capital, sino de que vivieron al margen de él. Este simple hecho, vivir al margen del capital, hacerse la vida fuera de las imposiciones a que fuerza el sistema, es lo que los convierte en modélicos y lo que nos interroga sin cesar. Esa es la verdadera libertad, que no conoce un futuro, sino solo el presente. Con todo su dolor, sus fracasos, sus exageraciones, sus filias y sus fobias, constituyen, aun a pesar de sí mismos, un modelo.

 

                                  Jack Kerouac y Anne Waldman

 

Las visiones que nos han llegado suelen ser religiosas, y en general consisten bien en escenas enigmáticas de temporalidad indeterminada, bien en figuraciones apocalípticas del fin de los tiempos. Tomás Ayuso, en las visiones que nos ofrece, se dirige, no sin un punto de melancolía, a la Generación Beat que fue. La melancolía no es solo negativa, también tiene efectos benéficos. Ella reina en el pasado y le impone un cierto orden del que no podemos prescindir en nuestro presente. Rescata del tiempo a personas y acontecimientos que han sido realmente importantes para nosotros. Tomás Ayuso cede a este impulso melancólico lo justo como para que en sus obras aparezcan esos rostros convertidos en visiones de un tiempo ya sin tiempo de perenne validez. Habilidad de artista, y una lección de buen hacer. Se trata de grabados únicos elaborados con varias técnicas que recogen las figuras más destacadas de los beats, sin olvidar la aportación femenina, mucho menos conocida. Más que un homenaje, sus retratos son la operación de sacarlos del decurso temporal correspondiendo a una mirada que está más allá de cualquier instante. Si recordar es volver a integrar a algo o a alguien en el corazón, hurtándolo al tiempo, entonces podemos decir que las visiones de este artista son un íntimo recuerdo. Pero recordar también es, en este sentido, un modo de la justicia. Nuestra época, de un narcisismo agotador, siente la necesidad de dar paso a otros tiempos y a otros momentos. Llegar el último, ser los habitantes del presente, no nos da derecho a creernos superiores a quienes nos precedieron, ni a pensar que nuestro tiempo importa más. Todos los tiempos importan más. Por eso, traer el pasado beat a nuestro presente es medir nuestra época con la suya, y de esta comparación una de las dos no sale muy bien parada. El artista, con sus visiones, nos está retando. Está abriendo un pequeño resquicio a nuestra época por donde puede entrar la luz del sol. Hay salidas a este estado nuestro aparentemente terminal.

Quiero destacar la buena edición del libro. Se ha compuesto con mimo, y se nota. La selección de textos es magnífica; de todos ellos se dan además sus referencias bibliográficas. Las reproducciones de las obras, aun en pequeño formato, tienen una calidad aceptable. Y, sobre todo, la introducción de José Luis Plaza, un experto y un apasionado del arte, no solo contextualiza la obra de Tomás Ayuso, sino que amplía las perspectivas del catálogo estableciendo vínculos entre los beats y los movimientos artísticos de posguerra hasta llegar a la actualidad. No se puede ofrecer más por menos. Gracias.

 

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