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Randall Collins El caso del anillo de los filósofos. (Valdemar, Madrid 1992).


 

Simón Royo

 


 

Se trata de una novela detectivesca sobre los filósofos analíticos de Cambridge -Russell, Wittgenstein, Whitehead, Moore...-, a los que se relaciona con un complot del esoterismo de la Sociedad Teosófica y del círculo de Bloomsbury -trasuntos de la postmodernidad- que quieren ganar la mente (ilustrada) de Wittgenstein para su causa:
 

Poco antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial Wittgenstein sufrió una crisis intelectual debido, al parecer, al extraño acoso que determinadas fuerzas ejercieron sobre su mente, con el fin de ganarla para la causa de una conspiración esotérica de alcance imprevisible. Según relata la crónica de este suceso, realizada por el Dr.John H.Watson, fue la decisiva intervención del investigador Sherlock Holmes, a instancias de Bertrand Russell, la que desbarató, tras una larga batalla con un enemigo poderoso y evanescente, estas escabrosas maquinaciones” (pág.11-12).
 

Libro ameno y divertido donde contrasta el rigor científico de Cambridge con las bobadas esotéricas que coexistían cronológicamente con él y que Randall Collins se ha ocupado de relacionar. Hay incluso una alusión a ese Nietzsche aprovechado por el esotérico Alesteir Crowley (pág.102). Y así, vemos que algunos postmodernos, los espiritualistas, los esotéricos, que no son los más serios de esa corriente filosófica pero sí que coinciden con algunos de sus seguidores, dada su soteriología espiritual, se parecen mucho a Aleister Crowley y a los miembros de la Sociedad Teosófica que relata esta novela:
 

Estamos entrando en una nueva Era -continuó Crowley-. Esto me fue revelado hace algunos años en el Cairo. Por supuesto, no soy el primero en advertir que el viejo orden está agonizando, pero son pocos los que han tenido esa visión de futuro. Los viejos dioses están expirando, es evidente: Jehová, Alá, y todos los demás. Hasta el momento nuestros pensadores sólo han advertido la desintegración, el desmoronamiento de códigos morales manidos, el desprecio popular por la superstición y las tradiciones que ya no encierran ningún significado. Algunos consideran espantoso el hecho de que ya no creamos en nada más que en las corruptas ambiciones de dinero y poder, y en el retumbar de las máquinas sin vida. No se dan cuenta de que la vieja Era debe morir para que la nueva pueda nacer, o de que todo esto ya ocurrió antes. Cada Era, cuando es joven y fuerte, adopta la forma de una nueva religión. En épocas antiguas, cuando los hombres vivían en tribus en torno a pequeñas parcelas de tierra trabajadas por mujeres, la religión rendía culto a la Madre. Después esa religión desapareció y fue sustituida por la edad de la espada; junto a ella surgió la fuerza y la disciplina de los reyes y las religiones del Padre. Esta es la época que ahora está agonizando. Con ella está desapareciendo el código moral de la disciplina de hierro del grupo, con su jerarquía de amo y esclavo, y su orden interior de conciencia y culpa. Este orden se está desmoronando, y los que sólo miran hacia el pasado creen que están desapareciendo todas las ideas morales. Pero están equivocados. No saben que son testigos de los dolores de parto de una nueva Era, la Era del Hijo. Y me ha correspondido a mí proclamar su nueva religión. ¿A qué rinde culto la nueva Era? ¿Cuál es su código moral? La Madre fue atenta; el Padre, severo. ¿Cómo es el Hijo? Es espontáneo y juguetón. Es la voluntad sin trabas, que se encuentra a sí misma sin restricciones, salvo las de su propia naturaleza. <Haz lo que deseares> ha de ser su ley, una ley severa por derecho propio, pero que es la única ley” (pág.172).
 

Randall Collins defendía así, a través de una divertida novela, el pensamiento analítico frente a los embates de la postmodernidad, pero hoy ya podemos ver y sabemos que no ha sido la postmodernidad -sea corriente cultural o filosófica, o sea eso la infraestructura evanescente del capitalismo tardío-, sino otros flecos del pensamiento anti-ilustrado, las derivas esotéricas, las que han llevado hasta las fake news y el conspiracionismo de nuestro tiempo.


El problema es que si bien el Wittgenstein del Tractatus era analítico, el Wittgenstein de las Investigaciones podría decirse que ya es postmoderno. ¿Ganaron entonces los esotéricos?


 

PERSONAJES: L.Wittgenstein; A.Crowley; B.Russell; J.M.Keynes; S.Ramanujan; Annie Besant; G.E.Moore; L.Strachey; A.N.Whitehead; G.H.Hardy; J.H.Watson y Sherlock Holmes.


 

 

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