Reseña: Michel Foucault Les aveux de la chair. Histoire de la sexualité IV. Gallimard 2018. [M. Foucault Las confesiones de la carne].
Simón Royo Hernández
¡Pues vaya! Lo interesante del primer libro de Foucault Enfermedad mental y personalidad era la vinculación de la alienación mental y la alienación social, una línea que entroncaba con Binswanger y con Heidegger, pero el filósofo francés abandona esa línea de investigación con su Historia de la locura, monumental obra donde nos mete un rollazo histórico sin igual con páginas y páginas sobre mesmeristas y homeopatólogos. Y lo mismo le pasará con la Historia de la sexualidad, es decir, que una vez alcanzada la línea de investigación que le lleva a tematizar “el dispositivo biopolítico moderno de la sexualidad” tras el primer volumen (1976), se perderá luego en los otros dos siguientes, publicados diez años después y poco antes de su muerte (1984), con una criba histórica de griegos y latinos, junto a su preocupación, sobre todo, por los muchachos.
Y ahora, en el que aparece como su último libro, en este volumen IV de la Historia de la sexualidad publicado 30 años después, vemos que seguía en las mismas, pues lo que nos añade es el pesado recuento histórico de la conformación de la sexualidad occidental a partir de los dictámenes de los padres de la Iglesia, lo cual, si bien es ciertamente el germen ideológico de la actualidad, esto es, su genealogía y arqueología, y por ello de cierta importancia histórica, no son desde luego la actualidad y no nos ayudan a entenderla.
Es una pena entonces que Foucault abandonase “Le dessein d'étudier le dispositif biopolitique moderne de la sexualité (XVI-XIX siècle)” (“El propósito de estudiar el dispositivo biopolítico moderno de la sexualidad (siglos XVI-XIX)”) por darle a darnos la soba histórica y narrarnos su sumergimiento en la antigüedad grecolatina para mejor forjarse una ética y una estética de vida a la que llegaba tarde.
Lo que Foucault había descubierto en el volumen I de su Historia de la sexualidad (1976) es que el placer y poder se refuerzan mediante dispositivos de saturación sexual, el poder sobre la sexualidad es “menos principio de inhibición que mecanismo incitador y multiplicador” (Vol. I, p.61). El poder sobre el sexo ya no es represor, no prohíbe, sino que incita y controla al tiempo mediante “múltiples dispositivos de poder” (p.62). Sobre el sexo hay una “obstinada voluntad de no saber” (p.70) aunque se hable mucho de ello. “Decir la verdad del sexo” es “producir la verdad del sexo” (p.72). Descubre que el arte de la erótica ha sido sustituido por una ciencia de la sexualidad a causa del predominio de la confesión precedente del tratamiento científico de la sexualidad. “La verdad (…) su producción está toda entera atravesada por relaciones de poder” (p.76). “La historia de la sexualidad (…) debe hacerse (…) desde el punto de vista de una historia de los discursos” (p.86-87). Ha nacido una nueva tecnología de la sexualidad de cuyo análisis se deriva que la hipótesis de la represión menguante en una sociedad cada vez más abierta es falsa, al igual que es falsa la tesis de la progresiva humanización de las condenas a los criminales (véase: Vigilar y castigar), la represión y el castigo aparentemente han ido menguando pero en realidad han ido disminuyendo en intensidad puntual a medida que han ido aumentando en extensión omniabarcante. Fue en la burguesía donde surgió el fenómeno, “las capas populares escaparon durante mucho tiempo al dispositivo de sexualidad” (p.147), las clases dirigentes lo ensayaron primero en ellas mismas, por ejemplo en la “histerización de la mujer ociosa” (p.147). Luego “se difundió en el cuerpo social entero” (p.148). Ha nacido la biopolítica, el poder político se centra en la administración de la vida. Lo que hay ahora es “un poder que se ejerce positivamente sobre la vida, que procura administrarla (…) ejercer sobre ella controles precisos y regulaciones generales” (p.165), se inicia la era de un bio-poder que “caracteriza a un poder cuya más alta función no es ya matar sino invadir la vida enteramente” (p.169). La sociedad disciplinaria y normalizadora es el resultado de una nueva configuración del saber-poder: “Una sociedad normalizadora fue el efecto histórico de una tecnología de poder centrada en la vida” (p.174). Finalizando el primer tomo Foucault nos descubre que ha nacido la biopolítica, que el poder político ahora se centra en la administración de la vida. (Foucault Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber. Capítulo 5, ed. Siglo XXI, p.169). La investigación era perfecta pero luego cambia y se dedica a meternos un gran rollazo histórico con corolario ético dejando de lado ese descubrimiento.
El honor político del psicoanálisis a decir de Foucault estribó en su oposición al racismo y al biologismo (cfr. p.182) pero su defecto teórico consistió en centrarse en la familia y la represión: “busco las razones por las cuales la sexualidad, lejos de haber sido reprimida en la sociedad contemporánea, es en cambio, permanentemente suscitada” (p.179). Su conclusión: que “No hay que creer que diciendo sí al sexo se diga que no al poder (…). Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contra-ataque no debe ser el sexo-deseo sino los cuerpos y los placeres” (p.191). Frente a la ciencia de la sexualidad, retorno a un arte de la erótica. La ironía del dispositivo de sexualidad reside en que nos hace creer que cayendo en sus redes nos acercamos a la liberación (p.194). Una observación quizá fundamental para la actualidad, para la era de Tinder y del poliamor, es algo que sin embargo perdemos de vista siguiendo el itinerario de Foucault, que camina por otros derroteros.
Porque, efectivamente, ocho años después se publicará el segundo y tercer volumen de Historia de la sexualidad. Comienza Foucault ciertamente explicando lo que intentó hacer antes, en el primero, que fue una historia de los juegos de verdad y de su problematización, junto a una exposición del dispositivo de sexualidad. Pero termina rápidamente explicando y pasando a lo que pretende realizar ahora.
Ahora se trata de dar un giro que le lleve a revisar las prácticas del arte de la existencia en la antigüedad con el fin de modificar el pensamiento y la praxis y acercarse a las prácticas de autoconstitución de los sujetos en los márgenes de los códigos establecidos. Por eso, para recuperar un arte de la erótica en la era de la ciencia de la sexualidad Foucault retrocede al análisis de las reglas de conducta (derivadas de los problemas que suscitaban determinadas conductas) con las que inicialmente nuestra cultura Occidental abordaba el problema de la sexualidad y la existencia. Hace entonces una arqueología y genealogía del dispositivo de sexualidad ya explicado, cuya indagación ya no prosigue.
En la presentación de esta nueva obra, el volumen IV, lo dice claramente su editor: “El propósito de estudiar el dispositivo biopolítico moderno de la sexualidad (siglos XVI-XIX) -parcialmente tratado en los cursos en el Collège de France- fue dejado de lado en beneficio de la problematización -a través de la relectura de filósofos, médicos, oradores, etc., de la antigüedad grecorromana- del placer sexual en la perspectiva histórica de una genealogía del sujeto de deseo y bajo el horizonte conceptual de las artes de la existencia. El tomo IV consagrado a la problematización de la carne por los Padres cristianos de los primeros siglos (de Justino a San Agustín) se inscribe en la prolongación de esta nueva Historia de la sexualidad alejada una buena decena de siglos con relación al proyecto inicial, encontrándose su punto de gravitación en la constitución de una ética del sujeto”.i (Avertissement, par Frédéric Gros).
La verdad por tanto acerca de esta publicación es lo que con parrhesía se declara en esta breve nota al poner de manifiesto que la salida a venta del tomo IV de Historia de la sexualidad 30 años después no es un acontecimiento relevante, sino, más que nada, un fenómeno editorial.
iTraducción de Simón Royo.